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Dramatis Personae

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Cartógrafo cognitivo y filopolímata, traductor, escritor, editor, director de museos, músico, cantante, tenista y bailarín de tango danzando cosmopolita entre las ciencias y las humanidades. Doctor en Filosofía (Spanish and Portuguese, Yale University) y Licenciado y Profesor en Sociología (Universidad de Buenos Aires). Estudió asimismo Literatura comparada en la Universidad de Puerto Rico y Estudios Portugueses en la Universidad de Lisboa. Vivió también en Brasil y enseñó en universidades de Argentina, Canadá y E.E.U.U.

sábado, 10 de septiembre de 1994

Céline: despojos para un intelectual finisecular II

Ética

La sospecha de Céline es al mismo tiempo ética porque está motivada por un deseo de reconocer y mitigar ciertas ocasiones de sufrimiento humano. Toda ética tiene una dimensión patológica ya que está compuesta de valores qeu ocasionan sufrimiento en la persecución de bienestar. Decir que Céline pone la ética en cuestión es también decir que las complejas estructuras de pensamiento y acción que caen bajo la categoría de la ética pasan a ser cuestionables. La sospecha es que la autodeterminación cultural hace inevitable el sufrimiento y la destrucción a la que es insensible. Cuando la oscuridad reemplaza la claridad del juicio de evaluación, podemos esperar la ansiedad de Céline. El Voyage se eleva desde un cuerpo de pasiones éticas que incluye la ansiedad en el enfrentamiento de la posibilidad de que lo "correcto" y el "bien" sean conveniencias humanas.  Desde Descartes nos hallamos conducidos a éticas en las cuales el pensamiento es privilegiado. Pero hay mucho que el pensamiento no puede hacer para Céline: no puede reemplazar o imitar adecuadamente la vida impensada, esto es la mayor parte de ella. La parte que juega el ideal ascético en Céline es vista como contaminante en nuestro deseo tradicional de vivir, incorpora un deseo de superar la polución. El ideal ascético tiene uno de sus puntos de partida en los hombres contemplativos que en los comienzos de la historia eran vistos pro el resto de sus contemporáneos con hostilidad y desconfianza. Su inactividad constrastaba negativamente con las más valoradas actividades de sus culturas, y entonces éstos necesitaban instalar el miedo en algún lugar si querían sobrevivir. Para autorizar su desubicada inclinación a las vidas de contemplación, volvieron hacia sí mismos esa crueldad y castigo normalmente reservada para la punición. Volviéndose objetos de sus propias negaciones torturadas, aparecían relacionados con las brujas.

Nietzsche sugiere que el ideal ascético tuvo su impacto en la vida temprana de la filosofía como un poder de decepción y de superación de los valores anticontemplativos que formaban las partes principales de la identidad del contemplador: la auto-superación tanto del hombre de acción como del sacerdote ascético en el hombre contemplativo es parte de la herencia y significado del ideal ascético en la tradición filosófica.

Nietzsche, tanto como Céline, sobrevivió volviéndose misterioso y temible tanto para los otros como para los que sufrían de ello. La combinación del poder contemplativo y el ideal ascético implicó una contemplación enmascarada mediante el ideal ascético. Decepción, una falta de inclinación hacia cualquier actividad o hacia el establecimiento de sentido, y las incompatibilidades mutuas de esos elementos son todas características constitutivas de la filosofía occidental.

Para Céline, el regreso a la vida ordinaria y sus satisfacciones promueve la continuación de la vida. Los mismos elementos que deprimen -la deformación afectiva, la decadencia, el dolor, la mala fortuna, la desesperanza, la indiferencia cósmica- son incorporados en automortificación y sacrificio. La vida humana se vuelve contra sí misma y es disfrutada gracias a un sentido más alto: "el triunfo es la última agonía".

Céline , el sacerdote ascéico, convierte lo desalentador en un "puente a aquel otro modo de existencia" de una voluntad de poder que desea adueñarse de la vida misma. 

Son esas mismas heridas las que lo incitan a vivir. pero el futuro de esa vida está severamente delimitado por el miedo de vida que mueve al ideal ascético.

Muchos no han sentido aún la náusea de Zarathustra, Céline ya lo ha hecho en suvoyage realizando lo qeu Nietzsche llamaba el pathos de la distancia, en un movimiento de preguntas sin respuestas en el que todo es peligroso, quedando uno (en este caso, Céline) siempre en posición para criticarse, burlarse, parodiarse e ironizarse a sí mismo. Ya Foucault analizó el deterioro del hombre dentro de la fuerza de ese deterioro. Ha ubicado su pensamiento en la oquedad y en los agujeros de su propio tiempo.

Céline crea con su Voyage un espacio de experimentación, incertidumbre y sospecha observando nuestra "sabiduría" y "bondad ancestral": un espacio en el cual uno no puede saber quien se supone que uno sea mientras intenta superar el dolor que atraviesa en los destinos de su tiempo.

¿Es posible que como sujetos éticos estemos "sujetos" a un destino de dominación? ¿Que estemos divididos en nuestra subjetividad ética por una imposible libertad totalitaria que hace dudoso lo mejor que podemos ser y conocer? La pregunta celiniana por la ética mantiene la esperanza por una vida sin el sujeto ético y sin algunos de los sufrimientos que nosotros, como sujetos éticos, traemos sobre nosotros mismos.

Foucault mostró que la cercana aunque oscurecida relación entre el castigo y la disciplina sociointelectual, tanto como la asociación de la cura y la alienación radical, y la de la sexualidad y la marginalización de los placeres del cuerpo, sugieren un sufrimiento ciego de algo grado en nuestra cultura que es sistemáticamente (racionalmente) excluído del reconocimiento público y privado. Céline se preocupó por la profundidad de este sufrimiento sin la expectativa de un alivio significativo. Podemos evitar desesperarnos si sabemos que podemos reinscribir ese sufrimiento de otra manera. Céline, como médico, trabajaba con pasión para eliminar la tortura y responder al sufrimiento diario. Vivía en el luto perpetuo, pero se volvió mórbido. Y así el Voyage nos muestra una compulsión a la degeneración y la calamidad. ¿Cómo vamos a vivir con esta ansiedad? Sospecho que si lidiamos con ella. Si mantenemos la cuestión de la ética, encontraremos que nuestros valores y sus evaluaciones han generado ciegamente algunos de nuestros peores dolores -por causa de la desesperación por la cual hemos querido ver en la oscuridad. 

Pero el Voyage es una acto de acusación total. No un esclavo de una moralidad o una filosofía política. Es una sombría vituperación contra un universo sin dios, es un arte nacido de la indignación. Y frecuentarlo puede ser considerado un acto de compromiso. En el viaje somos llevados de continente en continente para aprender de cuántas variedades infinitas de putrefacción es capaz el ser humano. La única solidaridad posible en el mundo de Voyage es la comunión en el medio de todas esas criaturas de la noche que viven en un universo donde no existe ningún camino, ninguna luz. El hombre no es sólo fútil, absurdo, insignificante -es también corrupto. La existencia pierde sentido porque la vida no es más que una pesadilla con esta companía. "Moi, j'avais jamais rien dit" y "Qu'on n'en parle plus" son los parámetros para elVoyage. La necesidad de un silencio fatigado, una vez comprobado que "c'est ainsi", que la sociedad reverencia al "cochon aux ailes en or", que la democracia burguesa es un mero fraude que enmascara el poder real, y que entonces sólo resta viajar, hacer trabajar la imaginación, convertir al artificio en el único mundo posible que pueda proteger al lector y al narrador. En el prefacio al Voyage dice: "Notre voyage a nous est entierement imaginaire. Voila sa force". Fuerza para manipular un entero rango de temas basados en nociones de exploración, amenaza, aislamiento y supervivencia, y una profunda reflexión sobre la naturaleza y orígenes del capitalismo: es una de las cuidadosas ironías de la novela que, mientras Robinson Crusoe ayuda a crear el mito del capitalismo moderno en el siglo XVIII, el uso de la metáfora de Robinson por Céline contribuye a demolerlo.

La insistencia de Céline en la centralidad de la Place Clichy en la novela es también altamente significativa al respecto. Tiene el efecto de definir al Voyage como una novela de Montmartre, lugar de los escritores y pintores de la entreguerra, que tendían a ser duros críticos sociales, a la caricatura y a la sátira, a la exploración de la fantasía, a un interés exótico en los criminales y excluídos, a una búsqueda extendida en el género de la novela de aventuras y de los aventureros en la literatura. 

Por lo que es importante subrayar en esta novela los elementos de la crítica social caricaturesca y anti-republicana. El historiador Louis Chevalier considera esta novela como la mejor crónica del Bajo Montmartre, "le Montmartre du plaisir et du crime". Es importante destacar que Montmartre era, antes de 1914, el centro de la actividad anarquista en Paris. También era una palabra-clave que significaba "muerte". Pero Montmartre era también el lugar del placer y las obras de teatro, de la imaginación y las hadas.

Encontramos asimismo en la novela una considerable presencia de fantasmas. Vemos que Céline es cuidadoso en definir a Bardamu como un hombre que se mueve en un mundo de fantasmas. Los personajes se transforman gradualmente en fantasmas, todos esperando a su líder, el navegante predestinado, un navegante obsesivo que se perdió, que no pudo completar su viaje y finalmente, simplemente, desapareció.

Los fantasmas son los espectros de los personajes irremediablemente perdidos en el tiepo, y que se vuelven ángeles sin que uno se de cuenta, y que pueden fácilmente convertirse en revenantes, llenos de amenazas concretas, como la guerra. Bardamu tiene poco para elegir; el mundo ya está acabado y la aventura es el único medio de cambio o alivio que conoce.


 

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