5) El placer de ser Patoruzú: El hombre que está solo y quiere ser Patoruzú
El consumo continuo de Patoruzú desde 1936 demuestra lo latente que está el significado del pensamiento de la revista para gran número de lectores, manifestándose en ella una melodía común de pensamientos de ese público. La historieta nace en medio de la inestabilidad política y social de los años 30, que marca también los momentos en que comienza el auge del paternalismo estatal.
En el diario “Crítica” aparece en 1927 una tira llamada “Un porteño optimista”, cuyo protagonista lo ve todo bien, encuentra siempre “el lado bueno de las cosas”. Esta tira comenzará rápidamente a llamarse “Aventuras de Don Gil Contento”.
Un día se anuncia en “Crítica”: “Don Gil Contento adoptará al indio “Curugua-Curiguaguigua”, un joven indio, último vástago de los “tehuelches gigantes” que habitaban la patagonia. Y Don Gil lo bautizará posteriormente con el nombre que lo hará famoso: Patoruzú. Pero esta tira desaparecerá abruptamente de “Crítica” y en 1929 nacerá en “La Razón” un personaje que, con otro nombre, perdura hasta hoy: Julián de Montepío, hoy Isidoro Cañones. Julián de Montepío tendrá, desde un principio, aquellos rasgos que hicieron famoso a Isidoro Cañones: es “vividor”, jugador y “bolichero”; vive de noche, no paga a sus acreedores y tiene, como Isidoro, un valet: un negro llamado Cocoa, quien ya aparecía en “Aventuras de Don Gil Contento” bajo el nombre de Belén. Un negro que nos apantalle.
El “tío Meñique” de Julián se transformará luego en el Coronel Cañones. Ambos le permiten a estos personajes la relación con la aristocracia y el acceso a las grandes reuniones sociales en donde encontrar a las hijas de los mayores adinerados del país.
Julián de Montepío no trabaja. Vive del dinero de su tío y del que gana en sus “juergas”. El 6 de septiembre de 1930 sobreviene el golpe de Uriburu y el 26 de ese mismo mes Julián recibe de la Patagonia una carta de su tío Rudesindo en la que le informa que se halla al borde de la muerte por lo que decide dejarle una herencia. Cuando Julián llega a la estación de trenes a buscar la herencia que el suponía sería dinero, se encuentra con Patoruzú y una carta que decía así: “un indio guenazo, hijo de un difunto cacique tehuelche amigo mío, pa’ que lo sigas apadrinando... Tratalo como a un hermano y civilizalo, si podés. Tené en cuenta que es un indio jovencito y muy rico, hablando en plata.” Este indio adinerado y recuperado a medias por la sociedad no necesitará mucho tiempo para convertirse en el personaje central de la tira, que comenzará a llamarse “Patoruzú”.
Una segunda etapa en el diario “El Mundo” permitirá el afianzamiento definitivo de estos personajes, lo que motivará a Dante Quinterno a editar una revista de historietas propia. Así, en noviembre de 1936, aparece el primer número de la revista “Patoruzú”, con una introducción a la misma que hace el propio cacique en la que dice que la revista es “senciyota y linda como el libraco é la maístra (...) que sería como un golpe é sol dentro la cueva, que sería dendeveras en tuitos los laos como si faltasen ganas de reír y ayí viniera a poner la risa guenaza é las cosas guenas!”. ¿No había mucho de que reírse la década infame? Que significa la risa aquí? Que significa Tinelli hoy? ¿La risa nos evita pensar o nos ayuda a pensar? ¿Es posible pensar sin reirse? ¿Nos proponía Patoruzú distraernos para olvidarnos de lo que sucede en nuestra realidad y legitimarla al mismo tiempo?
Esta revista comenzó a aparecer en forma mensual y tuvo tanta aceptación que el público comenzó a pedir nuevas historietas. Así como Julián de Montepío-Isidoro Cañones representan al porteño vivo, manguero, que trata siempre de aparentar, ventajero, el indio es su contrafigura: puro, sano de alma y de cuerpo, arquetipo ideal del argentino que todos deberíamos querer ser o que se quisiera que todos admiráramos.
Un segundo abordaje sobre el origen de los antepasados de Patoruzú nos lleva la historia de los Patoruzek contada en una revista “Patoruzú” del 17 de agosto de 1937. Según esta historia, Patoruzú es hijo primogénito del Faraón Patoruzek I y Patora la tuerta, princesa de Napata, y heredó las cualidades de su padre. Todo esto transcurre en Egipto. ¿Pero cuándo llega Patoruzú a la Patagonia? La historia cuenta que éste se hallaba en un viaje de picnic a Addis Abeba cuando el vehículo que lo transportaba se desbocó y aterrizó así junto a las niñas que lo acompañaban en la Patagonia. Allí el Príncipe Patoruzek (Patoruzú) se interesó en la caza de ñanduces y, hallándose muy entretenido, perdió el colectivo de vuelta. En esa tierra se vió seducido por los tehuelches, con quienes comenzó a vivir. Un príncipe egipcio adinerado con minas que se dedica a la caza y se entretiene y luego se va con el malón.
En las historias una estabilidad reinante, una clase social, una forma de vida, está amenazada por ciertos individuos. Patoruzú, dueño de la Patagonia, representante de la gran burguesía terrateniente, lucha siempre con un sentido del deber y sacrificio ciudadanos, por el mantenimiento del orden. El héroe llega para colocar las cosas en su “lugar natural”. El paternalismo de Patoruzú, su notoria superioridad, su caridad suprema, son los mitos con los que la clase dominante intenta asegurar su supervivencia en el imaginario de masa y con el peronismo que se viene. Barthes ya vio este mecanismo en ¨Mythologies”.
La historieta muestra así nuestro pensamiento conservador después de la mas grande crisis del capitalismo y junto al Estado de Bienestar y el fascismo. Y coincide con un momento, como ahora, en el que era necesario imponer limtaciones al sistema económico dominante: el Estado intervencionista (Patoruzú) debe regular los conflictos sociales. El mundo armónico que se propone ofrece la salvación a los miembros de la clase alta mediante la ayuda a los pobres. A través de esta visión del mundo, se daba forma a un conjunto de ideas que representan una respuesta a una situación histórica determinada: el discurso deseado de la vieja oligarquía que tiene en Patoruzú a su principal estanciero terrateniente. El indio llama siempre a los personajes a “actuar como cristianos”, a comportarse “como Dios manda” y no olvida agradecer a Dios cuando las situaciones se le presentan favorables. Los casamientos son siempre religiosos y los maleantes son a veces asociados con la figura del Diablo.
El “bienaventurado deseo de reparar injusticias” esta en la mayoria de los casos ligado al dinero o a la propiedad. Patoruzú es una garantia de seguridad. La propiedad privada debe mantenerse a salvo. Patoruzu manifiesta un gran respeto por los bancos, el dinero y los bienes de la gente.
No existe una historieta en la que el indio no done o regale dinero a alguien que lo necesite. Su hermana utiliza el mismo para darse gustos. Patoruzu coumple con todos los pagos y tiene como contrafigura a Isidoro quien no le paga a nadie y es famoso por sus acreedores. Hay una clara apelación a la honestidad y señorio de la oligarquia que cumple con sus deberes en los pagos y que constantemente realiza donaciones bien a organismos de bien publico o a individuos necesitados, en forma de limosna.
El poder publico, sobre todo la policia, aparece dependiente de Patoruzu para poder controlar la realidad: Aparecen como dominantes de la situación y participando de la misma los dominados (la condicion indígena pisoteada esta relacionada con el lugar que se le hace ocupar a un indio en la historieta), a la vez que se defiende el individualismo ante un estado que se fortalece.
Patoruzú usa su fuerza bruta solo como reacción a una violencia que comienza en el delincuente o el malo. Es tambien notable su ingenuidad: generalmente cree todo lo que le dicen, lo que hace que su reaccion ante el desengaño sea violenta. Y cuando Patoruzu no puede aclarar las cuestiones en forma pacifica (casi nunca) recurre al castigo (coercion). “A la guillotina” deseara en una historieta. Si bien su violencia nunca toma rasgos crueles o torturantes, las palizas serán tan duras como para que a nadie se le ocurra imitar a los bandidos.
Durante los primeros años de la revista sobre todo, son claros los prejuicios raciales y nacionales, principalmente con respecto a los enemigos: Juaniyo, el gitano, es traicionero y mentiroso; los judios son acumuladores de dinero, sin sentimientos comunitarios y, “en cualquier momento aparece un pacto turco-chino-indio para robar una reliquia de la flia Patoruzu. En los primeros años, la figura del judío, especialmente, circulaba por toda la revista, dentro de la historieta o fuera de ella, en chistes aislados.” (Steinberg)
Patoruzú es la fuerza conciliadora que nace en medio de la crisis de la gran burguesia agraria como sector hegemónico y en medio de la crisis del capitalismo mundial. Su figura de gran terrateniente bondadoso y hegemónico surge como contraparte de la crisis. El indio e Isidoro se codean con la oligarquía y otros estancieros, haciendo mas clara su identidad de clase
Es muy frecuente la asociación entre lo extranjero y la modernización como factores clave del desarrollo y progreso individuales.
Los personajes principales están siempre en el ocio. Patoruzu pasa su tiempo realizando donaciones, durmiendo, mirando TV o supervisando su estancia, a la espera de la perturbación que lo saque del tedio y lo obligue a poner las cosas en su lugar. El hecho de no trabajar no impide las recriminaciones a Isidoro por no hacerlo, casi siempre materializadas a través de la voz de upa. Hay una clara noción de progreso en el trabajo mostrada a través de personajes que “triunfaron” en la vida “comenzando desde abajo”.
El policía es el trabajador que mas aparece, aunque se hace muy difícil ligarlo por sus conductas a la clase social de la cual, en la realidad, proviene gran parte del plantel policíaco. Las ocupaciones ligadas al ambito eclesiástico tienen un espacio nada desdeñable, junto con los militares (de mayor trascendencia estos “Locuras de Isidoro”). Los políticos brillan por su ausencia.
Al realizar la justicia por sus propios medios Patoruzú integra y supera a las fuerzas publicas que no pueden resolver solas los problemas. Los policias aparecen en cada historia pero “el que ejerce en realidad las funciones militares, el que de hecho tiene la capacidad física para intervenir equilibradamente, reducir a la impotencia al enemigo, aniquilar su problematicidad, es el superhéroe, que ademas tiene mucho cuidado de jamas matar (...) al adversario (Dorfman). El poder real es el de Patoruzu: el tiene acceso a todo lo que sabe el comisario. Es, según su propia policia, “el gran aliado de la ley y la justicia”. Siempre lleva a un puñado de maleantes a la cárcel.
Patoruzu se haya esquematizado en la historieta como un personaje bueno, inocente, alegre, confiado y caricativo. Su identidad social es muy difícil de definir, a pesar de tener todo el aspecto de un estanciero terrateniente que quiere conservar intacta y libre de peligros la condicion social de su clase. Es el patron de una estancia sin confines. Para Isidoro es “un animal”, una “bestia buena”. Tiene virtudes gauchescas pero es un indio. Es al la vez un gran terrateniente y un cacique indio del sur. Tiene esa fuerza descomunal que usa solamente contra el mal. Su fortuna solo la utiliza para el bien. Los orígenes de su fortuna no son muy claros, aunque es muy probable que constituya parte de la herencia de los Patoruzek. Es el dueño de la Patagonia. Vive en la ciudad, pero de vez en cuando va a su estancia, pues si bien le atrae el encanto de la primera (lo moderno, lo europeo, los aviones y la vida del gran mundo), el campo sigue siendo lo natural, la tranquilidad, la virginidad. No se priva de utilizar el engaño para lograr sus objetivos, utilizando a veces los mismos medios que sus enemigos.
Isidoro Cañones, contrafigura, es el tipo ideal del porteño vivo, manguero, que siempre trata de aparentar. Siempre se halla atrás del dinero del indio, debe los alquileres, y Patoruzú termina pagándole siempre. Si bien comete muchas “locuras”, nunca llega a ser delincuente. Muchas veces paga caras sus “avivadas”. Este es el Isidoro de “Andanzas de Patoruzu”, puesto que en “Locuras de Isidoro” representa al playboy, mundano, a la pesca de una heredera, sustentado por su tío, el Coronel Cañones, miembro honorable del Círculo de Armas y socio del Jockey Club. Su compañera preferida, Cachorra, es hija de otro militar amigo del Tío Cañones: el coronel Bazooka. El Coronel Cañones con su moral intentará de todas maneras posibles encarrilar al “descarriado” Isidoro, despilfarrador de dinero.
Patora estudia en un colegio de monjas de la patagonia del cual constantemente se escapa. Patoruzu la tiene enclaustrada en ese colegio permitiéndole ciertas travesuras. Los “desbocamientos” de Patora son vistos por Patoruzú como una “deshonra a la tradición familiar, a los Patoruzek”. Patora busca, en todas las historietas en las que aparece, a su “tipo”, busca el hombre de su vida para “casoriarse” con él: ese es su fin principal en este mundo.
Upa, hermano menor de P, era en un principio inocente, amoral, animalesco; después fue adaptando la moral de P. La chacha es famosa por sus empanadas y el locro. Tiene cierto dominio sobre P, quien muchas veces cede ante ella.
Tambien participa de las historias una multitud anónima que siempre aparece a través de espectadores ocasionales que son, en su mayoría, “gente buena”.
Muchísimos enemigos salieron al encuentro de Patoruzú desde 1936 hasta hoy. Algunos lo buscaron por su incalculable fortuna, otros...los buscaba el en sus deseos de reparar injusticias. Tal es el caso de Skylock Cuervo, el falso florista, que dilapidaba los millones de una “huerfanita”; o Brutus y Boris, quienes lo enterraron vivo para evitar que un circo pasara al poder de su “legítima” dueña. Todos siempre actuaban en forma desleal. Entre los más destacados de los primeros tiempos encontramos a Gastón Guillotín, el hotelero, y su compañero El Decapitador. También debemos contar al hindú multimillonario quien tenía a su cargo villanos como el japonés Miko, al Honorable John (un negro) y Puro Brazo (el jefe de una banda de piratas encapuchados). Patoruzú se traslada a todos los lugares geograficos del pais para vencerlos: Desde el polo sur hasta el corazón de la selva chaqueña donde enfrenta al Toba Monstruo (los tobas, aún no exterminados por la civilización en su totalidad).
Restituye al titular de un ducado remoto que había sido depuesto por su primo. En Bs. As. Defiende a una “gurisa” de las redes de “El Chacho”, un mestizo cuchillero; esta a
punto de perder su fortuna a manos de “Mamadera” (quien tiene un singular parecido con Alfonsín) y “La Madre Pepina”; desintegra una organización oriental que se dedicaba al expendio de alcaloides; entabla lucha con Iván el más Terrible, un genio del mal que siembra la muerte y la destrucción a su paso.. La descripción de “Iván, el más terrible” es fácilmente asociable al enemigo comunista. El adversario es identificado como perteneciente a un mundo diabólico, donde primaría la perversión física y moral, la deslealtad extrema. Patoruzú arriesga su vida en todas las aventuras, aunque sepamos que pueda detener las balas entre sus dientes, lo que nos remite al ideal del ciudadano patriótico y de una patria/sociedad “invencible”.
Durante los primeros años de la revista los enemigos mas populares del indio eran de raza amarilla, negros, judíos, gitanos, hindúes, turcos, árabes, personajes satánicos, indígenas no adaptados, mestizos y piratas, la mayoría de los cuales poseía una gran contextura física, eran feos, duros y crueles. En los últimos tiempos encontramos más malhechores de guante blanco, entre los que resalta una gran habilidad e inteligencia: se combinan un forzudo y un “cerebro”; es difícil encontrar enemigos sueltos que no estén, por lo menos, con su pareja. Son muy poco solidarios, piensan a veces en traicionarse y combinan la fuerza bruta con “torturas sanguinarias” que permanecen en el nivel discursivo ya que nunca se materializan en la historieta.
El arte de persuadir de Patoruzú se apoya sobre los endoxa, es decir, sobre el pensamiento popular. Los lectores de Patoruzú abarcan todas las edades, aunque sin duda son los pre-adolescentes y adolescentes quienes más leen la historieta. Generalmente los adultos la leen porque “ayuda a olvidar”, “entretiene”, y según las palabras del guionista y dibujante de Isidoro (el Sr. Juliá, 72 años) “no muestra todos los problemas que se muestran ahora.” En un momento fue tanta la popularidad de la historieta que hasta se hizo una película en 1942: “Upa en apuros”, que fue proyectada en sus inicios como relleno de “La guerra gaucha”
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Surge poco después de los últimos exterminios de indios realizados en el sur a favor de los terratenientes, que son como el exterminio de la clase media hoy. A través de la historieta (nuestro pensamiento) se sustituye la historia real, conflictiva, por una historia “ideal”, la historia que se quiere que sea leída. Patoruzu no existe, son los padres.