La patria es la comida que comíamos de niños, dicen los chinos. Pero ¿qué chinos?, hay muchos chinos dentro y fuera de China. Como sea, esa patria se llevaría a cuestas o, mejor, en el estómago. Y también se dice que la patria es la lengua desde que la linguística nos ha conquistado. ¿Entonces cuál es la patria de los millones de inmigrantes de América Latina que trabajan y viven en inglés? Las migraciones han sido siempre uno de los orígenes del encuentro o choque de lenguas y el motor de grandes cambios.
Según el censo de 2000, hoy en EEUU viven 35,3 millones de hispanos (38,8 según últimas cifras), el 12,5% de la población total, pasando a ser la primera minoría y desplazando a los afroamericanos. No sorprende que esto impulse allí un enorme mercado educativo, comunicacional y discográfico en el que el español se ha convertido en un recurso económico de gran volumen y un polo de irradiación cultural. En lo que respecta al mercado educativo, nuestra lengua es la más solicitada. Unos 650.000 estudiantes universitarios la estudian cada año y el Instituto Cervantes cumple una función importante en su promoción. En lo que hace al mercado comunicacional, los hispanos son una audiencia a conquistar. Hay un significativo avance de los medios en español, con más de 500 emisoras radiales, grandes cadenas de TV y periódicos en cada gran ciudad.
De acuerdo con el estudio de la NAHP US Hispanic Consumer & Media Study, en 2002, si bien los hispanohablantes son rápidos en adaptarse al inglés, no abandonan el consumo de medios en español. Según Hispanic Opinion Tracker 2002, existe una relación entre la cantidad de medios, la afirmación del idioma y la demanda de medios en español. A pesar de ésto, otros expertos sostienen que los cambios demográficos son aún más relevantes para la persistencia de una lengua. El futuro de ésta dependería menos de la influencia de los medios y más de las vicisitudes migratorias.
Sin duda, es en la arena de las industrias y la producción de cultura donde se mide la proyección del español en los Estados Unidos: entre ellas, el mercado discográfico, con Miami como centro, funciona como una poderosísima avanzada. EEUU es hoy el mayor consumidor de música en español. George Yúdice (New York University) llega a llamar a Miami "capital cultural de América latina", donde también las revistas en español y las artes plásticas experimentan un boom. En El Recurso de la Cultura (Gedisa, 2002) afirma que de todas las ciudades al sur del rio Bravo, Miami es la única de la que puede surgir una identidad latina global. Desde luego, esta posibilidad causa gran escozor en el mundo político y cultural de cualquiera de las capitales latinoamericanas y tal vez explique por sí sola que la lucha contra el bilingüismo naciera en Miami.
Como reacción frente al avance del español, algunos "states" eliminaron la "enseñanza bilingüe” y, en su último libro, Samuel Huntington anuncia el peligro de los hispanos como grupo que no quiere asimilarse, que supone mantendrá su lengua y que acaso provoque un bilingüismo parecido al de Canadá. El movimiento del "English only" teme que se le dispute el poder político. Pero también están los temores opuestos de quienes ven al inglés poniendo en peligro al uso del español. Es cierto que los grupos hispanos usan más el inglés según aumenta su estancia en el país y cambian las generaciones. Por otra parte, se sabe que la "tercera generación" de emigrados suele perder el idioma materno. Pero la inmigración no parece detenerse aún y existe hoy una estructura mediática que ayuda a mantener viva la lengua. A pesar de ello, es imposible evitar la presión de la poderosa lengua franca mundial, el inglés, a través de la cual las industrias culturales de EEUU aún globalizan una visión monolingue de la cultura.
En su último libro, Diferentes, Desiguales y Desconectados (Gedisa, 2004), Néstor García Canclini ejemplifica esto con el cine: en EEUU ha descendido el número de salas que proyectan cine en español mientras se multiplicó la población que lo habla. El antropólogo ha señalado la existencia de identidades híbridas, de las cuales podemos considerar como una manifestación el spanglish, cruce del español con el inglés. Mientras algunos estudiosos han calificado este fenómeno de la lengua como "una mezcla deforme y alterada", otros, como el catedrático mexicano Ilán Stavans, lo han presentado como lengua "en pañales" con una literatura y diccionario propios. Es momento de recordar que el inglés se convirtió en la lengua que es hoy sólo después de haber importado un enorme porcentaje de su vocabulario del francés (tras la conquista de los normandos, en 1066). Y en cuanto al español, el vulgo nunca dejó de hablar su latín hasta que un día se había convertido en el castellano que hoy conocemos. La lengua es un espacio de hijos bastardos y mestizaje, de corrupción y degeneración. Para Francisco Moreno, Director del Instituto Cervantes de Chicago, se trata de una polémica falsa y reduccionista: "La trampa está en pensar que los detractores del espanglish son (todos) unos puristas recalcitrantes, que odian y persiguen con el dedo en alto cualquier manifestación que se escape de los cánones académicos, cada vez, por cierto, más abiertos y consensuados. También es falaz pensar que los defensores del spanglish son unos desleales, renegados, autistas,libérrimos, amantes del mal gusto y completamente irrespetuosos".
En el revés del spanglish hay otra pregunta: ¿en qué porcentaje los anglófonos de los EEUU cruzarán al español? Doris Sommer, catedrática de Harvard invitada al Congreso de Rosario, sostiene que estética y política se desarrollarían a través de la interferencia de lenguajes, amenazando la coherencia pero aumentando la flexibilidad. En su reciente libro Bilingual Aesthetics: A new sentimental education (Duke U. Press, 2004), escribe que una segunda lengua nos entrena en humildad y reconocimiento en un mundo acosado por mandatos de limpieza y conquista.
Así, en los bordes del bilingüismo entender implicaría una tolerancia a la incomodidad, inclusive hasta una temporaria humillación. Del bilingüismo, dice, se podría esperar una ambivalencia de códigos que ayuden a detener conflictos. En vez de la agresión existiría una opción estética ante lo extraño, un cauto dialogismo sin fin.Pero Sommer también cree que la tolerancia a la irritación es difícil de adquirir. Perderse entre voces nos acercaría a aquellos hábitos del corazón que Alexis de Tocqueville añoraba para la democracia. Si América siempre fue políglota y barroca, puede volver a vivir una irritación que ejercite sus lenguas, saberes y sentires.
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