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Dramatis Personae

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Filopolímata y explorador de vidas más poéticas, ha sido traductor, escritor, editor, director de museos, músico, cantante, tenista y bailarín de tango danzando cosmopolita entre las ciencias y las humanidades. Doctor en Filosofía (Spanish and Portuguese, Yale University) y Licenciado y Profesor en Sociología (Universidad de Buenos Aires). Estudió asimismo Literatura Comparada en la Universidad de Puerto Rico y Estudios Portugueses en la Universidad de Lisboa. Vivió también en Brasil y enseñó en universidades de Argentina, Canadá y E.E.U.U.

sábado, 13 de noviembre de 2004

Las lenguas mueren en silencio

Según los expertos, numerosos idiomas nativos de América Latina, de los que hay alrededor de 950, corren serio peligro. La Unesco ha alertado sobre este desastre cultural: con la muerte de cada uno de ellos se apaga un universo simbólico irremplazable.

En 1492, en el prólogo a la primera gramática castellana, el humanista Antonio de Nebrija advertía qeu siempre la lengua fue compañera del imperio. Mientras que muchas lenguas desaparecen, otras invaden, conquistan tierras y se instalan. Pensemos en el griego, el latín, el árabe, el inglés, el francés, el portugués, el ruso: las grandes lenguas siempre han ocupado territorios a la par de los ejércitos y el comercio. Esribimos en lenguas invasoras y esribir es sobrevivir. No es exagerado afirmar que una lengua sin Estado es una lengua en peligro.

Pero la unificación política de regiones, las invasiones y epidemias, las grandes migraciones y el colonialismo son algunas otras causas de la extinción de voces. Además del poderío económico y militar de una nación, hoy día el número de publicaciones y su producción simbólica son variables tan importantes para medir la fuerza de un idioma, como cuántos lo hablan.

Según la Unesco, que en 2001 publicó el Atlas de las lenguas en peligro de extinción, más del 50% están hoy en riesgo y el 96% son habladas por sólo el 4% de la población mundial. Más allá de la simpatía por lo que perece, hoy se está investigando la relación entre biodiversidad y diversidad cultural y linguística. 

Se considera que una lengua está amenazada uando un 30% de los niños de su comunidad no la aprende. Los factores principales son el número absoluto de hablantes, la proporción de hablantes en la población total, dónde, con quién y de qué se habla en la lengua, la respuesta de ésta a nuevos dominios y medios, y los materiales existentes para la alfabetización en la lengua en cuestión. Pero las más amenazadas son aquellas habladas sólo por personas de mediana edad.

La muerte de las lenguas se ha acelerado en los últimos siglos y el continente americano ha sido uno de los más afectados. Cada lengua corrió sus avatares históricos. Tomemos el caso de la comunidad náhua (o náhuatl) de México. De acuerdo con el Códice de Florencia, fuente básica sobre la conquista de México, este idioma cuyos más conspicuos hablantes eran los aztecas o mexicas contaba con escritura establecida al llegar Hernán Cortés. Pero no se trataba de una escritura alfabética ni fonética, sino de un menú muy complejo de glifos, sistema silábico y dibujo de personajes. Tras la conquista, en 1521, su escritura desapareció bruscamente debido a la destrucción física de los códices y su reemplazo por el alfabeto europeo. Hoy cerca de 1.000.000 de habitantes hablan una variedad muy influida por el español. Han quedado para siempre, incrustadas o trasfundidas, palabras propias de la región, como chocolate, tomate y ajolote. Un caso opuesto es el idioma de los yámanas, pobladores de la costa sur de Usuahia. Debido a la lejanía, su lengua permaneció casi intacta hasta el siglo XIX y fue entonces que la registró el misionero Thomas Bridges en su diccionario yámana-inglés. Este anglicano consignó la riqueza de una lengua que hasta tenía diez palabras diferentes para el acto de morder. Pese a sus lujos de exactitud y su acervo de mitos, el yámana no tenía escritura. Se extinguió en pocas décadas con sus hablantes, ante la llegada de los colonos.

Según Colette Grinevald (de la Universidad de Lyon), existen cerca de 950 lenguas de una enorme diversidad en el continente americano. Según la Unesco, en Perú hablan quechua unos 4,4 millones de personas (el 14,7%, según Leclerc, en un país de casi cien idiomas autóctonos). De acuerdo con Lecler sólo un 43% de los bolivianos tiene el español como lengua materna: el quechua (36,4%) y el aymara (22,5%) dominan en el altiplano. En Bolivia, que tuvo un presidente aymara entre 1993 y 1997, las listas electorales tienen representación étnica. Un país limítrofe, Paraguay, presenta rasgos únicos. Se hablan allí 21 lenguas: el guaraní es hablado por el 95% de la población. El país es bilingüe en los centros urbanos y unilingüe guaraní en un 52% en el campo. No hay más de un 6% de unilingües hispanófonos, caso único en el continente. A pesar de las casi 300 lenguas mexicanas, generalmente se cuentan alrededor de unas 60 debido a las variantes dialectales que sus hablantes no reconocen como familiares. En la Universidad de Chiapas el 47% de los estudiantes que ingresaron en 2003 declararon ser hablantes de una lengua indígena. Cabe destacar que el español no figura como lengua oficial en la Constitución Mexicana. En Colombia la Unesco registra 65 lenguas. En Ecuador, que cuenta con la mayor proporción de población indígena -cuya mitad habla quechua-, hay 12 lenguas aborígenes. Sobre Venezuela, la Unesco indica que perviven 38 idiomas indígenas y Leclerc registra una cincuentena en Guatemala, con la gran presencia de la cultura maya, que aún atraviesa duras luchas por su libertad.

La especialista Grinevald es alarmista sobre la situación en toda América: las comunidades amazónicas son expulsadas de sus territorios, las lenguas mayas de Guatemala se encuentran en peligro de extincion y el yucateco, el tzotzil y el tzetal no están siendo aprendidos por los niños, todo ello con independencia de las dimensiones de sus poblaciones

Según las fuentes, habría en América entre 250 y 306 lenguas amerindias en peligro de extinción. Al menos 14 lenguas mexicanas están en serio peligro o ya moribundas y otras cuatro o cinco corren riesgo terminal. No sería la situación mejor en Perú, pese a un presidente quechua. En Brasil se estima que cerca de 133 de las 170 lenguas existentes están condenadas al silencio.

En cuanto a la Argentina, somos el español que hablamos en una amplia mayoría. Sin embargo, podríamos ser también el aymara, el guaraní, el mapuche, el mocoví, el quechua, el tehuelche, el toba, el wichí, todos ellos hablados con las marcas qeu les dejaron la conquista y la inmigración. Según Leclerc, sobrviven alrededor de veinte lenguas autóctonas. La lengua mocoví es aún hablada por cerca de 4.000 personas y el toba tiene alrededor de 15.000 hablantes. Pero los indígenas constituyen cerca del 2% de la población del país.

Es llamativo hasta qué punto este cataclismo linguístico, que también es cultural dado que cada lengua supone una particular visión del mundo, se produce y aumenta en medio de una gran indiferencia. Si la patria es la lengua, hay patrias dentro de la patria, con lenguas que se tocan, se aparean y también se matan o mueren.

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