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Dramatis Personae

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Cartógrafo cognitivo y filopolímata, traductor, escritor, editor, director de museos, músico, cantante, tenista y bailarín de tango danzando cosmopolita entre las ciencias y las humanidades. Doctor en Filosofía (Spanish and Portuguese, Yale University) y Licenciado y Profesor en Sociología (Universidad de Buenos Aires). Estudió asimismo Literatura comparada en la Universidad de Puerto Rico y Estudios Portugueses en la Universidad de Lisboa. Vivió también en Brasil y enseñó en universidades de Argentina, Canadá y E.E.U.U.

lunes, 22 de febrero de 1993

La Mañosa

"Tomé la dirección del agua y anduve por el cauce vacío". 
Juan Bosch, La Mañosa

"He arado en el mar". 
Simón Bolívar

El campesinado ha sido una constante en los cuentos y novelas de Juan Bosch. El alivio del dolor: una obsesión. Juan Bosch se inscribe en la tradición de la literatura que se inmiscuye en el poder, de los escritores que intentan saltar el puente entre el arte y la política como D. F. Sarmiento, R. Gallegos y V. Havel.

En La Mañosa, ese salto es un salto al vacío. Son los años treinta: la tierra, el desencanto del humanismo, el apego al mundo natural y, particularmente, el mundo animal como lugar de encuentro o refugio de la bestialidad humana. Momento de desprecio de las razas, culto a "los que se le ve la honradez por encima de la ropa" que son igual a "la mejor tierra" que "no se ve porque la cubre la maleza". Sólo quedan algunos humanos pero son prófugos, que dejan atrás sus hogares, caminando por veredas escondidas.

La Mañosa es la mirada desolada del mundo de lo sensible. En tal universo el maniqueísmo pintado por el narrador en Madre es una tentación. La otra opción es el refugio en la literatura: los personajes se convierten en storytellers de los mulos que hablan, el río que vuela, la serpiente que acecha y, más interesante aún, nos cuentan de los pajaritos que cuentan.

Esa es la labor que quiere proponernos el texto: el culto del trabajo durante el día, el cuento durante la noche: armonía del mundo "idílico" de la hacienda. Porque hay quienes se resisten a "vivir cavando un hoyo y vociferar que es la propia sepultura". Y para esto la Mañosa es imprescindible. ¿A quién sino abrazar? ¿Con quién sino resistir? No hablar más. Sólo el agua corriendo y, cuando no hay más agua, solo el desierto. Los personajes están entre el agua y el desierto, la tierra y la revolución. Los años treinta fueron, sin duda alguna, época de revoluciones violentas o pacíficas. ¿El culto a la tierra tendría su lugar en ello? ¿Será que la revolución ha muerto hoy porque la tierra ha muerto, porque el hombre -aquél en que ya no creemos- ha muerto?

Estos problemas están presentes en La Mañosa. El fuego y el dengue del narrador no dan tregua en su mundo. Otra salida es la picaresca de José Veras: haragán, aventurero y ladrón. Porque Padre ha pasado, como nosotros, de la absoluta credulidad a la total incredulidad, de la modernidad a la postmodernidad, del ser a la nada. ¿Cómo construir una ética no dualista?  Esa parece ser la pregunta moral del texto.

Y no hay muchas respuestas. Salvo que vivir es una cosa difícil, que el estado de naturaleza es una guerra: Homo homini lupus.  El fascismo roza el texto con su filo en el desprecio de Padre a la diversión en medio de la guerra de esas "hormigas que gritan y gesticulan", en su molestia por "el olor de tanta gente y el murmullo de las conversaciones", de los rezos (¿crítica a la religión?), como "abejorreo de insectos". Sí a los animales, pero no a los insectos.

Porque si hay algo que los hombres tienen es miedo: miedo a la huída, al escondite, a la fuga, al refugio, a lo inhóspito, al exilio, a la calle. Pero no hay tregua para los que huyen. Esa es la sociedad enfiebrada que dará origen a la literatura fantástica sugerida en el texto, lugar en el que encontramos la pregunta: "¿Dónde estoy yo?", entre la confusión y el desconcierto.

La guerra -el hombre- galopa en las ancas de la Mañosa -el hombre previo al pacto social-. Pienso en Rousseau: "El hombre que piensa es un animal depravado". ¿Habrá que elegir entre la paz y los hombres, el silencio -sueño de los días- y la vida? Padre cree que nos hemos convertido en puertas huecas, vacías, muertas.

Padre decía que había que ir preparando un próximo viaje que se haría tan pronto como vuelva la Mañosa. ¿Estaremos aún a tiempo? ¿Volverá la Mañosa? ¿Quiénes son los que aún esperan? 

Sol y silencio. Monsito Peña y toda su crueldad. La ética del trabajo, socialista o fascista. Todo el machismo en el miedo de la mujer, todo el desdén hacia ese miedo que se proyecta en ella.

El general es gobernador pero la mula agoniza, hay democracia pero hay hambre, no hay inflación pero hay injusticia, hay revolución pero hay tiranía, hay modernidad pero aquel hombre -la Mañosa- se muere. También está aquí la importancia del mundo privado. ¿Nos hace la revolución más felices en nuestra vida cotidiana? ¿Repara la trágica angustia del ser?

Sobre el final, Padre apenas habla porque ve que se habla al revés. ¿Cómo pueden acariciarnos si tienen armas y frenos en ambas manos? ¿Cómo puede haber humanidad en un ser prolongado en una escopeta y un lazo?

Circularidad de la historia: "Esto será siempre igual, igual siempre". Pero que es una linealidad puesto que entonces no hubo paraísos perdidos ni edades de oro. El ser humano se disuelve contemplando cadáveres ensangrentados, hoy en un aparato de T.V. O huyen o queman. Y viven pregonando, dando ejemplos, diciendo a otros lo que hay que hacer.

Padre acaba con el alma podrida, ronco, "como hablando por la noche". Es la brisa negra que está llegando. Madre llora, siempre llora. Y es el silencio viviendo. 


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