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Dramatis Personae

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Filopolímata y explorador de vidas más poéticas, ha sido traductor, escritor, editor, director de museos, músico, cantante, tenista y bailarín de tango danzando cosmopolita entre las ciencias y las humanidades. Doctor en Filosofía (Spanish and Portuguese, Yale University) y Licenciado y Profesor en Sociología (Universidad de Buenos Aires). Estudió asimismo Literatura Comparada en la Universidad de Puerto Rico y Estudios Portugueses en la Universidad de Lisboa. Vivió también en Brasil y enseñó en universidades de Argentina, Canadá y E.E.U.U.

jueves, 25 de junio de 2009

Los cambios culturales de la sociedad y el perfil de los candidatos


Los desafíos políticos actuales provienen de los cambios culturales que está atravesando la sociedad. Están cambiando nuestras maneras de vivir juntos y las representaciones que nos hacemos de dicha convivencia, y esto tiene consecuencias en la política. Por ejemplo: hay un fuerte miedo al conflicto porque, entre otras cosas, la sociedad no está confiando en sus capacidades para manejar conflictos.

Entre estos cambios, el cultivo del individualismo, los fenómenos de desintegración socioidentitaria ante la crisis de la educación, el trabajo y el viejo Estado, el tambalearse de los valores del humanismo, la fragilidad institucional, la mecanización de la existencia y los nuevos pánicos sociales son todas realidades que nos acosan día a día. Estos cambios se afianzaron en los años noventa junto a problemas serios de integración social: débiles sentimientos de pertenencia a un todo y empobrecidos lazos de solidaridad que hacen que la desconfianza hacia el otro se generalice.

Es en este contexto quisiera recordar que hace pocos días se cumplieron 20 años de la renuncia de Alfonsín a la presidencia de un país que se le había vuelto ingobernable. Poco tiempo atrás había sido derrotado por un hombre que inspiró confianza en los votantes, la misma confianza que reclamaba al decir simplemente “Síganme”.

Sin confianza es imposible la sociedad y muy difícil reconstruir un país y un Estado. No hay perspectiva de superar la debilidad de este último si no se fomenta el surgimiento de fuerzas sociales con la confianza y el poder suficiente para ir en otra dirección y el convencimiento que de que sólo articulándose, esto es, generando sólidas alianzas, es posible generar poder suficiente para vencer la anomia social.

Es en ese marco que debemos distinguir entre las frases y las figuraciones de los candidatos de la actual campaña y los intereses reales que representan, entre lo que se imaginan ser y lo que en realidad son, en un enfrentamiento político que se desarrolla con muy pocas ideas, prácticamente sin debates y con la televisión como mediación entre la corporación política y la sociedad.

Al gobierno ya lo conocemos. Nos puede gustar más o menos, podemos querer un afianzamiento de ciertas tendencias y prácticas políticas o un cambio de las mismas. No tiene que vendernos nada. Del lado de la oposición hay muy pocas propuestas concretas, pero hay quienes sostienen que la “profundización de los cambios” de los que hablan los intelectuales de Carta Abierta serían más viables con ciertos candidatos no oficiales en el Congreso. Otros los ven como palos en el barroso camino de la construcción política que en la Argentina ha requerido históricamente de liderazgos fuertes.

¿A quiénes votarán los argentinos? Son poco persuasivas la mayor parte de las teorías que conozco acerca de los determinantes estructurales del voto: no sabemos muy bien por qué la gente vota lo que vota o, deberíamos mejor decir hoy, a quién vota. Porque lo que parece cierto es que seguimos pensando en personas. Y de ellas, ¿es la honestidad un valor que tenemos en cuenta, su capacidad de transformación de la realidad, o son otras las cosas que importan? ¿Queremos a aquel que anuncia un fortalecimiento de las instituciones o a aquel que ve en las instituciones lo viejo a derrumbar? ¿Era Alfonsín parte de la corporación política en crisis que necesitábamos que se vaya? ¿O es la política que lamentablemente se nos fue? ¿Debemos seguir buscando consensos o afirmar identidades y dirimir supremacías? ¿Liberalismo político universalista o personalismo populista nacionalista? Por momentos parecemos querer seguir en esa vieja y gastada encrucijada. Como si no pudiéramos pensar más allá. Hablando lenguajes a los que no se corresponden realidades. Como podría haber dicho Martínez Estrada, Menem era más real que Alfonsín, quien reflejó mejor aspiraciones que realidades. Alfonsín representó a una Argentina que se fue y que era mejor que ésta. Por eso conmovió su muerte y recibió un reconocimiento tardío, cínico, perverso, propio de la ausencia de la gigantesca reforma cultural que esperaba.

La política requiere sensibilidad, angustia, conciencia, prudencia, paciencia, coraje. Si poco sabemos de sus proyectos o si ya poco nos importan o creemos en sus plataformas y votamos personas. ¿Qué candidatos encarnan esas cualidades?

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