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Dramatis Personae

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Cartógrafo cognitivo y filopolímata, traductor, escritor, editor, director de museos, músico, cantante, tenista y bailarín de tango danzando cosmopolita entre las ciencias y las humanidades. Doctor en Filosofía (Spanish and Portuguese, Yale University) y Licenciado y Profesor en Sociología (Universidad de Buenos Aires). Estudió asimismo Literatura comparada en la Universidad de Puerto Rico y Estudios Portugueses en la Universidad de Lisboa. Vivió también en Brasil y enseñó en universidades de Argentina, Canadá y E.E.U.U.

lunes, 7 de diciembre de 2009

Cometa

La irrelevancia les concierne. La vida es como un cuento rebosante de palabrería y frenesí sin sentido alguno, narrado por un idiota, proclamaba el Motú, recordando alguna de sus lecturas. Y es que parecía inconcebible que una lengua espectacular de llama blanca como la leche, saliendo y poniéndose con las estrellas, noche tras noche, estuviera allí, sin ninguna razón, y que no trajera ningún presagio sobre las cuestiones humanas. Es por eso que algunos creen que el cielo lo castigó a Martín por haber creído demasiado en él. La noche auténtica habría empezado así, y el universo habría recordado que era consustancialmente hostil a la vida.

Yo soy el universo que se mueve, alardeaba Max.

Las estrellas son marcas, páginas en blanco de un libro en el espacio. Un pequeño cometa choca contra la Tierra y nuestra respuesta es la inmediata autodestrucción. Porque, en general, el cielo no cambia mucho. La noche, gran piel de un animal negro arrojada sobre el cielo, había sido amada con demasiado fervor como para ahora, encima, temerle. El problema es de los paganos, que viven en este mundo sin el consolador sentimiento de que hay en el cielo alguien que se ocupa de ellos y que, al rezar, atenderá a su bienestar privado y personal. La noche, disposición misteriosa de implacable manto, de inefable lógica, para un objetivo vano, recuerda a quienes la contemplan que todo lo que se construye es vacío, sin consistencia, al borde de lagos negros. Y Giovanni extiende ese manto, peor que nunca, cuando amanece.

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