Translate

Dramatis Personae

Mi foto
Cartógrafo cognitivo y filopolímata, traductor, escritor, editor, director de museos, músico, cantante, tenista y bailarín de tango danzando cosmopolita entre las ciencias y las humanidades. Doctor en Filosofía (Spanish and Portuguese, Yale University) y Licenciado y Profesor en Sociología (Universidad de Buenos Aires). Estudió asimismo Literatura comparada en la Universidad de Puerto Rico y Estudios Portugueses en la Universidad de Lisboa. Vivió también en Brasil y enseñó en universidades de Argentina, Canadá y E.E.U.U.

jueves, 3 de diciembre de 2009

Mirar

No me pregunten mi opinión. Estamos de un lado los que lo conocimos y del otro los que no lo conocieron. Igual sucedía con Macasar. Nadie que yo conozca lo vio alguna vez leyendo a Proust, aunque quienes lo conocen dicen que lo hacía. Nadie que lo llame valiente, aunque quienes lo conocen dicen que lo era. Pero, en este último caso, nadie necesitaba decirle eso a él, y el no necesitaba que se lo dijeran.

Macasar siempre llamaba y colgaba. Escuchaba y colgaba. O se quedaba ahí, esperando, y no decía nada. Como muchos, ha sentido seguramente en el subte la impresión súbita e insoportable de ser espiado por la espalda. ¡Qué angustia descubrir de pronto esa mirada, como un medio universal del que no podemos evadirnos! Pero Macasar conocía perfectamente también el lugar desde el que miraba. Y simulaba no darse cuenta, como muchos que saben que pasar por idiota a los ojos de un imbécil es un deleite de muy buen gusto. En la marca de la rodilla de su pantalón se advierte que todas las noches mira debajo de la cama para certificarse de que no haya nada ni nadie extraño. Pero en las noches de calor y pesadillas asoma por allí mismo la larga fila de enfermos que esperan el más mínimo óbolo, un tazón de arroz o una insignificante moneda, tratando de retener la atención, tendiendo manos descarnadas o mirando fijamente con una tensión ocular tan profunda como interrogante, como la mirada de un animalito perdido en el bosque. Macasar era un felino que nunca se cansaba de agazapar. Antes es, ahora era. Como Martín, no sabía rezar. Aunque era y es. Sólo quería ofrecer sus ojos caídos.

No hay comentarios: