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Dramatis Personae

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Cartógrafo cognitivo y filopolímata, traductor, escritor, editor, director de museos, músico, cantante, tenista y bailarín de tango danzando cosmopolita entre las ciencias y las humanidades. Doctor en Filosofía (Spanish and Portuguese, Yale University) y Licenciado y Profesor en Sociología (Universidad de Buenos Aires). Estudió asimismo Literatura comparada en la Universidad de Puerto Rico y Estudios Portugueses en la Universidad de Lisboa. Vivió también en Brasil y enseñó en universidades de Argentina, Canadá y E.E.U.U.

martes, 16 de mayo de 2017

Nuestro PBI

"Nuestro PBI tiene en cuenta, en sus cálculos, la contaminación atmosférica, la publicidad del tabaco y las ambulancias que van a recoger a los heridos de nuestras autopistas. Registra los costos de los sistemas de seguridad que instalamos para proteger nuestros hogares y las cárceles en las que encerramos al los que logran irrumpir en ellos. Conlleva la destrucción de nuestros bosques de secuoyas y su sustitución por urbanizaciones caóticas y descontroladas. Incluye la producción de napalm, armas nucleares y vehículos blindados que utiliza nuestra policía antidisturbios para reprimir los estallidos de descontento urbano. Recoge (...) los programas de televión que ensalzan la violencia con el fin de vender juguetes a los niños. En cambio, el PBI no refleja la salud de nuestros hijos, la calidad de nuestra educación ni el grado de diversión de nuestros juegos. No mide la belleza de nuestra poesía ni la solidez de nuestros matrimonios. No se preocupa de evaluar la calidad de nuestros debates políticos ni la integridad de nuestros representantes. No toma en consideración nuestro valor, sabiduría o cultura. Nada dice de nuestra compasión ni de la dedicación a nuestro país. En una palabra: el PBI lo mide todo excepto lo que hace que valga la pena vivir la vida."

Robert Kennedy, 18 de marzo de 1968. 

Murió asesinado pocas semanas después de publicar esta diatriba y de haber declarado su intención de restituir la importancia de lo que hace que la vida merezca la pena. Cuarenta y cuatro años después hay pocas muestras de que su mensaje haya sido escuchado, comprendido, aceptado o recordado...

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