Año movido este, ventral.
Necesitábamos destilar algo pantagruélico.
Es tiempo entonces de abrir ahora bien esa boca loca,
hora de beberse las palabras y comerse los nombres.
descubran las voces y renueven la ilusión,
esa imagen que cobija nuestras palabras del desierto.
Refúgiense en las intensas alturas con lo que quede de sus mundos rotos
y hagan con eso una melodía que recuerde que el mundo es inacabado,
inventen una nueva armonía después del sacrificio.
Siempre hay un alma que se está cocinando con nuestros deshechos, carencias, huellas y cicatrices.
Tal vez algún pájaro escriba su angustiante misterio.
El de cómo lo que ya no fue podría aún llegar a ser.
Dicen que ciertas músicas revelan el rostro de ese cielo y que, para escucharlas, es necesario dejar de temer la mirada de las estrellas y tener la esperanza del trapecista, su pulsación.
Mis anhelantes orugas, más allá de los goles del 2022, en el 2023 el arco de la promesa permanece abierto, a la espera de nuestra conversión. ¿O alguno de ustedes no quisiera ser una mariposa?
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