Ayer vivimos un día poético. La poesía es uno de los nombres de lo sagrado que llega para crear una salida imaginaria cuando no podemos escapar del mundo en que vivimos. Eventos como estos nos sitúan en otro lado. Los seres humanos somos imaginación y deseo.
Siempre hay enigmas y misterio en la poesía ¿Cómo pudieron empatarnos dos veces? ¿Por qué el Dibu salva ese gol? Las palabras se ordenan en la canción “Muchachos” y nos conocemos como una sinfonía. La poesía es también un ritmo que nos impulsa y nos lanza a todos los opuestos que nos constituyen. Somos los otros, se nos permite ir más allá de nosotros mismos. Montiel hace el penal que genera el empate de Francia y luego convierte el que nos consagra. Reverso del famoso poema de Borges, el mundo vuelve a ser mágico, te han reencontrado. La luna ya no es un reflejo de un pasado maradoniano. Pero, como dice la canción, “esto se terminó”: Ya no tenemos solo la fiel memoria y los desiertos días.
El fútbol es un ritual donde buscamos la integración, donde tenemos la experiencia de nuestra casi imposibilidad de comunicarnos, es una especie de salvación popular donde alcanzamos la comunión. Heidegger una vez dijo que ser un poeta significa prestar atención, cantando, al trazo de los dioses fugitivos. Y nosotros sentimos ayer que algo se escapaba. Y es que el poeta, el hacedor, el creador, no es completamente de este mundo: siempre está en otras tierras, otros cielos, otras verdades. Y allí intenta conducirnos.
La imaginación poética intenta reunir los fragmentos de un mundo roto: éxtasis, retorno a la niñez y necesidad de inocencia (por eso no pueden fructificar las denuncias de todo tipo), nostalgia del paraíso, juego, eco de armonía universal cuando encontramos piedras en el medio del camino.
Esta copa revela la sed de una realidad diferente y nos recuerda lo que hemos olvidado, buscamos allí algo sagrado que hemos perdido y que tocamos cada vez que soñamos. Es la búsqueda de los otros que hemos perdido en un estado de fiesta, es la procura de un sentido en un país que a veces no pareciera tenerlo.
(Foto: Matilde Campodonico, Telam)
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