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Dramatis Personae

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Cartógrafo cognitivo y filopolímata, traductor, escritor, editor, director de museos, músico, cantante, tenista y bailarín de tango danzando cosmopolita entre las ciencias y las humanidades. Doctor en Filosofía (Spanish and Portuguese, Yale University) y Licenciado y Profesor en Sociología (Universidad de Buenos Aires). Estudió asimismo Literatura comparada en la Universidad de Puerto Rico y Estudios Portugueses en la Universidad de Lisboa. Vivió también en Brasil y enseñó en universidades de Argentina, Canadá y E.E.U.U.

martes, 26 de julio de 2022

Ladrones y estafadores

Ladrones y estafadores (hacer click aquí para ver la versión publicada en Clarín online)



Si la paz y la justicia nos parecen escasas en el presente, las perspectivas para el futuro son aún peores. Se llega a esta conclusión leyendo el informe de “Global Initiative against Transnational Organized Crime” sobre la economía ilícita global y las trayectorias del crimen transnacional organizado. Vemos allí como en los últimos veinte años han aumentado sustantivamente el número de conflictos armados, la cantidad de armas en manos de la población civil y la desigualdad en la distribución de la riqueza. En 2018 el 1% más rico de la población mundial recibió el 82% de la riqueza global. En promedio, los CEOs del planeta ganan 287 veces lo que gana un trabajador promedio y, después del Covid, el 60% de la fuerza de trabajo global se halla en la economía informal.

A la vez, la cuarta revolución industrial nos ha convertido en infatigables usuarios de computadoras y celulares donde ocurren en buena medida hoy las relaciones sociales y donde, por ende, operan cada vez más los grupos criminales. En este contexto, es probable que la capacidad de los hackers para trabajar con gobiernos para manipular procesos políticos crezca mientras las identidades e historias personales son aprovechadas para hacer negocios o por agencias gubernamentales de control: el submundo del delito no está desvinculado del mundo de los negocios y de la política mientras continúa una tendencia global a la erosión de la calidad democrática.

Cuando los sistemas políticos operan a través de medios corruptos y refuerzan la impunidad emiten una señal de estímulo para el crimen, instrumentalizándose la democracia y la maquinaria política para el delito, degradando el valor de aquella. Hay una percepción común en muchos países con respecto al uso de de recursos públicos y del sistema por parte de la clase política para enriquecerse personalmente. Esto erosiona la confianza en el estado y en la política, buscándose la “protección” de otros delincuentes.

La democracia está amenazada por la criminalización del poder. Las fronteras entre el delito, los negocios y la política se están volviendo muy borrosas. Los proyectos de desarrollo, como la construcción, también representan oportunidades para los grupos criminales en el mundo: se estima que entre 20 y 40 billones de dólares son recibidos en coimas anualmente. Opacos sistemas bancarios dejan que funcionarios corruptos y criminales escondan vastas cantidades de riqueza creando reservas intocables, a la vez que refuerzan el poder e influencia de los actores que las utilizan: se calcula que siete trillones de dólares de riqueza privada están escondidos en paraísos fiscales. Existe una relación simbiótica entre las elites y los grupos criminales que disfrutan de la falta de transparencia del sistema bancario. Ignoramos, a la vez, el comportamiento criminal que se encuentra con frecuencia detrás de la producción de muchos productos populares.

Por otro lado, en los últimos veinte años, el volumen de drogas y substancias ilegales y el alcance de ese mercado a través de nuevas rutas de tráfico han crecido significativamente.

Esto ha generado nuevas relaciones entre delincuentes, grupos armados y actores políticos. El comercio ilícito de drogas produjo enormes cantidades de dinero y una capacidad de influencia tal que pueden desestabilizar la democracia, el desarrollo económico y nuestra seguridad.

Por todo esto, y por mucho más que se revela en el informe, crece la percepción de que son estafadores y ladrones quienes gobiernan en buena medida el mundo, y crece la desconfianza hacia la política. Y por lo mismo también es que nunca hay que dejar de observar quiénes son los que se benefician de la grieta y el conflicto: la relación entre conflicto y delito es circular, los actores de uno y otro se fusionan y nuestro fracaso en resolver el primero aumenta esa dinámica con el segundo. De allí que en Argentina y en el mundo urge mucho más encontrar terrenos comunes que un enemigo en común, si es que deseamos que el futuro no luzca tan oscuro.

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