Recuerdo ahora nuevamente uno de mis párrafos preferidos del libro de Tomás Abraham “La máscara Foucault”: "Situémonos en los tiempos de la Reforma y de la Contrarreforma. El poder de Roma es atacado desde distintos lugares, pero el espanto no une. No hay diálogo entre Rabelais y Calvino y no puede haberlo, no por una cuestión de doctrina: los dos pueden oponerse a una Iglesia corrupta, pero provienen de mundos diferentes. Uno se ríe, el otro tiene el ceño fruncido. A uno le brillan los ojos, el otro aprieta los dientes" (Tomás Abraham, "La máscara Foucault. Paidós: Buenos Aires, 2019, pág. 212).
Este diálogo imposible lo sufro en mente y carne propias hace tiempo ya... y me pregunto si la enfermedad que tuve no fue producto de esa conversación imposible entre mi cerebro intestinal rabelesiano y un cierto puritanismo martinezestradiano que no me abandona. ¡Otra que el diálogo entre Cristina y Macri!
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