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Dramatis Personae

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Filopolímata y explorador de vidas más poéticas, ha sido traductor, escritor, editor, director de museos, músico, cantante, tenista y bailarín de tango danzando cosmopolita entre las ciencias y las humanidades. Doctor en Filosofía (Spanish and Portuguese, Yale University) y Licenciado y Profesor en Sociología (Universidad de Buenos Aires). Estudió asimismo Literatura Comparada en la Universidad de Puerto Rico y Estudios Portugueses en la Universidad de Lisboa. Vivió también en Brasil y enseñó en universidades de Argentina, Canadá y E.E.U.U.

lunes, 5 de octubre de 1987

Revolución o Evolución

Las acciones pueden recibir elogio o censura: nunca  pueden ser razonables o irrazonables. David Hume.

Un loco no ve el mismo árbol que un sabio. Blake

Hace apenas dos décadas se suscitó una discusión en el seno de la filosofía de la ciencia acerca del carácter acumulativo o disruptivo de las teorías científicas que se resumió en la alternativa "evolución o revolución". Esta disputa se inscribe por entero dentro de la problemática mucho más amplia de la relación entre saber y poder.
La percepción que un individuo cualquiera posee de lo real privilegia a tesis de que el cosmos, la vida y el ser humano han evolucionado a lo largo del tiempo. La situación presente del reino de lo viviente se explica por la evolución.
Existen procesos evolutivos dentro de los cuales cada elemento particular está atado a la carrera evolutiva temporal. "Los conceptos evolucionistas nos permiten comprender el mundo de manera más completa" (Toulmin-Goodfield, 1968).
Con el advenimiento de la termodinámica en el siglo XIX se comenzaba a describir el tiempo como irreversible, y a otorgar a los procesos evolutivos una dirección bien definida. Desde mediados de ese siglo se comienza a hablar también en biología de un paradigma hasta hoy dominante: el paradigma evolutivo. La explicación evolutiva biologista quiso proyectarse al análisis de los procesos sociales basándose en la noción de que éstos serían productos evolutivos y adaptativos. Ello partió del presupuesto de que la evolución lo dominaba todo (desde el nivel genético hasta cualquier manifestación comportamental).
Thomas S. Kuhn visualiza la evolución cultural en forma de revoluciones que él homologa a los cambios biológicos: se pasaría por las etapas de: 1) crecimiento en el equilibrio; 2) desequilibrio y crisis; 3) cambio estructural. Ejemplo: La publicación en 1543 del De revolutionibus orbium caelestium de Copérnico da el puntapié inicial del cambio en la astronomía y cosmología hasta entonces vigentes. Esta obra inaugurará una nueva tradición que desplazará a la antigua, y generará nuevos problemas y cambios en todas las disciplinas, junto a nuevas técnicas y formas criteriales de evaluación. Esta será la base del surgimiento del universo newtoniano que completará el proceso revolucionario. Aparece entonces una manera distinta de construcción de la naturaleza y de percepción de un Dios: una nueva perspectiva que lo remodelará todo (ciencia, política, filosofía, religión, costumbres, etc.). En el pensar político de los siglos XVIII y XIX el individuo es como el átomo social de una máquina articulada: la sociedad. El universo newtoniano será para la astronomía copernicana lo que el universo aristotélico había sido para la astronomía geocéntrica. Como antes había hecho el aristotelismo, la teoría newtoniana desplegó un sinnúmero de problemas y técnicas de investigación incontrastables con la cosmovisión que la trajo a la vida.
Entre lo que Kuhn llama los paradigmas, los pasos previos son las revoluciones que siempre se hallan ligadas a crisis. Los ejemplos "estrellas" son: Copérnico, Lavoisier y Maxwell-Einstein. Toda revolución consistiría en percibir un inconveniente de la teoría dominante como espacio crítico a resolver, o con la red conceptual normal (en cuyo caso se detendría el proceso) o con una perturbación destructora que conlleva un cambio radical. Aquí se juega la revolución, en la crisis, que constituye una "precondición necesaria para el surgimiento de teorías nuevas".

"El estado de la astronomía de Ptolomeo era un escándalo, antes del anuncio de Copérnico" (Hall). Los aportes de Galileo al análisis del movimiento fueron motivados en forma muy definida por los inconvenientes encontrados en la postura aristotélica. La novedosa teoría de la luz y el color de Newton irrumpió en medio de la sensación de que ninguna de las teorías anteriores explicaban la longitud del espectro, y la teoría de las ondas lo hizo gracias a las anomalías en los efectos de difracción y polarización con la teoría de Newton.
En fin, las revoluciones científicas constituyen episodios de desarrollo no acumulativo que comienzan con una sensación, que aumenta con el tiempo, de que algo está fallando en el paradigma dominante que no permite explicar ciertas cosas o solucionar otras.
En el triunfo o derrota de una revolución jugarán su rol también los mecanismos de argumentación persuasiva, más allá de la naturaleza de las cosas o de una lógica de la ciencia. 
No siempre que aparece una nueva teoría desecha a las anteriores: algunas son sólo teorías de nivel más alto que logran reagrupar en un mismo seno teorías de nivel más bajo.
Toda revolución constituye "un desplazamiento de la red de conceptos a través de la cual ven el mundo los científicos": es un cambio de Gestalt, una conversión global a una nueva forma de ver el mundo.



Ese progreso tan remanido

No hay progresión del pensamiento fuera del odio. Michel Serres

La sabiduría aumenta gracias a la rivalidad de los escribas. El Talmud

Existe alguna posibilidad de que el tan mentado "progreso científico" no sea tal y de que el desarrollo del conocimiento científico posea límites de imposible superación?
Para Popper, podemos hablar de la realización de una evolución positiva en la ciencia, ya que poseeríamos un criterio de progreso que nos permitiría decidir si una teoría es o no superior a las dominantes en un momento dado. La posesión de ese criterio sería lo que nos posibilitaría hablar de progreso en la ciencia en base a una elección racional de cada teoría: la llamada testabilidad de las teorías científicas. Así, las teorías de Galileo y Kepler habrían sido "perfeccionadas" por la teoría de Newton, y las de Fresnel y Faraday por la de Maxwell, y las teorías de Newton y Maxwell por la de Einstein que poseería mayor y mejor información sobre la realidad. De esta manera, al observar el progreso del conocimiento científico, muchos sostuvieron que podíamos acercarnos cada vez más a la verdad y que en realidad eso era lo que hacíamos. 
La forma en que este progreso se materializaría estaría dada a través de la formulación de conjeturas y la posibilidad de refutación de las diversas hipótesis o teorías. Así es que los resultados científicos sólo son, desde esta perspectiva, "relativos" en tanto provienen o forman parte de una parte del desarrollo científico que puede ser superada. Por eso en este esquema la verdad no es "relativa", sino que constituye una meta a alcanzar. 
La crítica permanente en los diversos campos de la expresión humana (filosofía, arte, literatura, costumbres) equivale a una puesta entre paréntesis de la noción de progreso en estos campos. La única empresa que se animó a adoptar un criterio de progreso (como mencionamos antes) fue la ciencia. Hasta no hace muchos años, progreso y avance del conocimiento científico fueron sinónimos. A partir de la postura sobre el tema del progreso de la ciencia del historiador Thomas S. Kuhn, este tópico es fuertemente debatido.
Kuhn sostiene qeu no en todo momento podemos hablar de progreso en la ciencia ya que en la ciencia se producen revoluciones caracterizadas por el cambio de paradigma o modelo científico que hasta entonces era aceptado. Los paradigmas son, para Kuhn, inconmensurables: las teorías pertenecientes a un paradigma no son traducibles en términos de las teorías que constituyen el paradigma surgiente: cada revolución científica constituye un cambio total en la percepción de lo real. Por ello es que Kuhn no acepta que pueda explicarse la física newtoniana denro del paradigma einsteiniano. Esta concepción choca con la ideología popperiana del progreso.
Habría un sentido en el que la ciencia normal progresaría: su capacidad para resolver problemas: "Las últimas teorías científicas son mejores que las primeras para resolver problemas en los medios a menudo completamente diferentes en los que se aplican. Esta no es una postura relativista y expone el sentido en el que soy un convencido creyente en el progreso científico". Pero a su vez niega Kuhn la existencia de alguna dirección fija hacia la cual la ciencia se encamine, negando el progreso de ésta hacia la verdad.
La ideología del progreso, ligada al progerso tecnológico emergente en la modernidad, tuvo su mayor desarrollo en las postrimerías del siglo XIX, postulando la linealidad de la historia que allí culminaba, en su última etapa que por entonces comenzaba a surgir. Con el advenimiento de la filosofía de la ciencia post-popperiana y post-naturalista (Brown, 1977; Thomas, 1979; Feyerabend, 1984), hasta la ciencia comienza a tambalearse bajo la erosión de la historia, la subjetividad, el inconsciente, los intereses, la política y otras intoxicaciones por el estilo.
La puesta en entredicho de la ciencia como medida última del progreso y de la racionalidad pasa por el cuestionamiento de su horizonte de legitimación último: a saber, el supuesto de que la metodología de la ciencia garantizaría en forma inexorable y terminante el acceso al conocimiento y la transformación de lo real.
En este contexto, se podría sostener que las investigaciones científicas que contribuyen a la construcción de arsenales nucleares únicamente, no constituyen ningún tipo de progreso (pues se limita la noción de progreso al progreso tecnológico).
Toulmin y Hansen nos recordaron la importancia de las discontinuidades a través de las cuales los científicos observan los fenómenos de manera diferente: "Las marcas sobre el papel que se veían antes como un pájaro se ven ahora como un antílope, o viceversa". Cabría preguntarse también si el fenómeno observado es el mismo en los diferentes casos. "Todo fluye", también las percepciones sociales y, por lo tanto, los objetos recreados y modificados por ellas, entrando así en una cadena de dibujos y desdibujos de "lo real". Por lo tanto, como en la física cuántica, los fenómenos observados son y no son los mismos. 
Si nuestras posibilidades de conocimiento están limitadas por nuestra lengua, cultura y biología,y además por el hecho de que para "conocer" debemos modelar, dibujar y crear la realidad, y nunca sabemos definitivamente qué criterios usamos para clasificar los "objetos" de la "realidad", y si entonces la ciencia sólo recrea ficciones para concectarse con un "mundo exterior", si todo ello implica la existencia de nuevos mitos y racionalizaciones diferentes, no estaría mal aceptar la tesis de Gregory Bateson según la cual existe una relación íntima y mítica entre todas las cosas: la pauta que conecta.  
La racionalidad de la ilustración se convierte solamente en un código epistémico más, no garantiza por sí sola ni la "adultez del Hombre" (Kant) ni su emancipación vislumbrada en el racionalismo marxiano (que analiza el conflicto como un mal de la evolución de la historia y no como algo ligado a la esencia humana: un producto a eliminar) y no marxiano (las teorías del Contrato que analizan al conflicto como un mal inherente al estado de naturaleza hobbesiano del que se sale obedeciendo "incondicionalmente" a un soberano).
Kant sostenía que lo que no teníamos derecho de afirmar teóricamente debíamos por lo menos admitirlo como real en función del interés práctico. Este concepto de "razón práctica" llevó en sí a la aceptación de muchos dogmatismos y fanatismos de diferente cuño de los religiosos, pero iguales en su ceguera. La razón, al no poder fundarse en sí misma, se justificará como una nueva profesión de fe. Y el "progreso" tan remanido será su principal acompañante.

La democratización por el error

El tecnócrata sólo es odioso en la medida en que pretende saber la verdad acerca de lo justo y lo injusto, de lo útil y lo nefasto. GERARD LEBRUN

¿Por qué tanto empeño en desear que la desalienación dependa necesariamente de un proyecto racional? ¿Por qué le cabría necesariamente a la Diosa Razón el encargo de instaurar la justicia social? GERARD LEBRUN

La secularización de la sociedad, la politización de la sociedad civil, la disolución de las creencias y valores "eternos", son tanto causa como efecto de la revolución científica que con Copérnico, Galileo, Kepler y Newton al frente, atravesó la modernidad. La mente se abre porque la sociedad se abre y la sociedad se abre porque la mente se abre.
Los antiguos viajes y descubrimientos revelaban cosas nuevas: desde las antiguas descripciones de la tierra hasta la concepción del universo, todo podía ser erróneo. Al poder leer los textos en los idiomas originales, las falencias del sistema ptolemaico en astronomía ya no constituían más errores de traducción. Con Ptolomeo no acababa la astronomía ni con Aristóteles la física.
A partir de los albores de la edad moderna se desarrolla una ofensiva mayúscula en contra del universo teológico y organicista con base en la civilización científico-técnica bajo el apotegma: "Una sola racionalidad, la de la producción".
Comenzaba así la lucha contra el "dogmatismo teológico medieval" y el "error en el cálculo racional"; la Diosa Razón" asoma; Descartes y luego Kant en la filosofía; el iluminismo que alumbra la nueva época. Lejos quedaba la frase heraclítea: "A la naturaleza le gusta esconderse", que va a ser reemplazada por otra que sonaría más o menos de esta manera: "A la naturaleza le encanta revelarse", coincidiendo con esta frase de Newton: "El gran océano de la verdad se extiende ante mí, todo él por descubrir".
Tanto Kepler como Newton descubrieron la existencia de leyes matemáticas simples aplicables a la naturaleza, así en la tierra como en los cielos, y que podian utilizarse para conocer el funcionamiento del mundo.
Independientemente de esto, Newton negó que pudiera conseguirse un conocimiento necesario de las leyes científicas y de la naturaleza. Todas estas teorías estarían sujetas al devenir histórico que podría alumbrar elementos no percibidos hasta ese entonces.
Esta racionaldiad productiva acentuada con el surgimiento de la termodinámica, y qeu provocó el pasaje de la ciencia de una etapa "descriptiva" a otra en la que lo que interesaba era "trasnformar" al mundo, se ve hoy cuestionada debido a sus limitaciones y peligros. Lo que en su momento histórico fue crítica y superación de dogmatismos corre el riesgo de convertirse hoy en la fuente de legitimación de nuevos dogmatismos.
En nuestros días, la informática y las nuevas tecnologías de la comunicación reencarnan a los viejos dogmatismos: "El dogmatismo consiste en hacer como si el poder existiese, como si poseyese una boa y a partir de tal ficción éste ser hablase para producir el único efecto esperable: decir la verdad. Este trabajo de generalización de la ilusión, mantenimiento o reparación de su mal funcionamiento está presente en todo el sistema organizacional, en toda parcela institucional ya que en todas partes la legalidad funciona no sólo de forma sino como discurso que debe reproducir teatralmente la verdad" (Pierre Legendre: L'empire de la verité. Introduction aux espaces dogmatiques industriels. Paris: Fayard, 1983).
El sentimiento de escepticismo perteneciente al "ethos" científico pierde posiciones ante el "sentimiento estatal" acerca de las direcciones que tomarán las investigaciones científicas y sus resultados. 
Las nuevas tecnologías tratan de apuntalar esta "verdad": la electrónica y las telecomunicaciones son las bases sobre las cuales la función dogmática -nido de mitos y racionalizaciones- reaparece en Occidente de entre las cenizas de una religión y un saber popular destruídos como base de convivencia social.
La diferencia entre teoría y práctica científica es la diferencia entre las reglas claras, sistemáticas y objetivas que dominan el conocimiento científico en un momento dado y "muestras falibles e inciertas facultades que parten de aquellas y caen en el error" (David Hume: Tratado de la Naturaleza Humana).
La ciencia histórica es una combinación de ambas cosas, lo que lleva a sostener que el científico que opera en una situación particular debe convivir con el error. Entonces necesita, según Paul K. Feyerabend, de una "Teoría del error" que añadir a todo el resto del conocimiento exacto. Pero como el error es completamente azaroso, atemporal, sorpresivo y multiforme, concluirá Feyerabend que "el propio error es un fenómeno histórico".
De esta manera la ciencia será el baluarte de la objetividad sólo en la medida en que nos olvidemos de estas apreciaciones. 
Esta lucha por la "objetividad ideal" es inherente al discurso científico hegemónico. Pero...¿es posible esta idea según la cual la ciencia puede y debe regirse por reglas fijas? ¿Se realiza la racionalidad de la misma en base a un acuerdo sobre ellas?

Liberación o dependencia del discurso científico

En la verdad el poder procude, produce algo real; produce dominios de objetos y rituales de saber verdadero. MICHEL FOUCAULT

El show es la vieja feria enferma de cultura. MAX HORKHEIMER Y THEODOR ADORNO

Entre los objetos de este escrito está el poner en discusión algunos de los principales ejes de la articulación entre ciencia, sociedad e historia a fin de mostrar, no sólo en qué consistió la grandiosidad y complejidad siempre inacabada de las distintas etapas del proyecto científico, sino también como se han manifestado las relaciones entre las mismas y los tipos de sociedades que las vieron surgir. 
La sociología de la ciencia marcará así la interdependencia dinámica entre la ciencia, como actividad social "autónoma", y la estructura social en la cual ella se desarrolla. Nuestro objeto de investigación consiste asimismo en analizar las relaciones recíprocas entre ciencia y sociedad. 
La organización interna de una ciencia y sus reglas constitutivas están estructuradas por condicionantes externos discursivos y extradiscursivos: el sujeto cognoscente es histórico. Para Michel Foucault hay dos historias de la verdad: una historia interna (la historia de la verdad en tanto historia de las ciencias) y una historia externa de la verdad qeu se forma en los espacios donde esas reglas se construyen en un entrecruzamiento de subjetividades y clases de saber. Un estudio de este tipo nos lleva a construir una historia política de la verdad. 
Thomas S. Kuhn (1922-1996), físico e historiador de la ciencia, notó que las concepciones tradicionales acerca de la ciencia contradecían el canto de la historia. T. Kuhn hará hincapié en los factores sociológicos. Según su enfoque las creencias de los científicos están "subordinadas" a las de un tipo especial de comunidad: la comunidad científica.
Imre Lakatos (1922-1974) estaba interesado especialmente en el problema de la relación entre la filosofía de la ciencia y la historia de la ciencia. Pensaba que había un único modelo científico correcto y que la tarea de la filosofía de la ciencia consistía en descubrirlo. Para él las teorías del método científico debían ser comprobadas confrontándolas con la historia interna de la ciencia (un estudio de las teorías científicas del pasado como teorías científicas), sin tomar como referentes a los factores externos como las situaciones sociales de emergencia de esas teorías o las psicologías de los científicos individuales, para luego ser cotejadas con una supuesta "historia real". 
El proyecto de una ciencia autónoma suponía la posibilidad de separar, en una determinada circunstancia sociohistórica, el terreno del conocimiento del espacio de poder que condiciona la producción de saber.
La historia no nos muestra hechos sueltos sino un proceso. Y la forma en qeu se aten los cabos de ese proceso, sumada a la descripción que se haga del mismo, dependerá de la representación histórica posible: de su historicidad.
La historia de la ciencia nos muestra diferentes visiones, métodos y concepciones del conocimiento científico. ¿Cuáles son los mecanismos que actúan en el aprendizaje de algo? ¿En qué podríamos basarnos para sostener que hoy sabemos más que ayer? ¿Por qué se habla de ciertas cosas y no de otras? ¿Por qué utilizamos diferentes sentidos en la construcción del mundo en tanto objeto de conocimiento? 
Es la sociedad la que definirá las reglas acerca de las cosas de las que es posible hablar; qué enunciados serán considerados válidos; cuáles permanecerán, se reconstruirán o desaparecerán, etc.; qué grupos y clases tienen acceso a determinado tipo de discursos; etc.
Hay fronteras, entonces, para el conocimiento. No existe ya ese sujeto "rey", externo al sistema, que viene a revelarnos la verdad de las cosas en nombre de la objetividad científica, del realismo gnoseológico o del empirismo pragmático. ¿Dónde termina la historia de las ciiencias y dónde empieza la de las creencias? ¿En qué se distinguen?
La revolución francesa muestra un claro ejemplo de cómo los cambios científicos y políticos se hallan relacionados: a partir de entonces comienza a institucionalizarse una sola medicina "universal" y se unifica el sistema de pesas y medidas (a través de la imposición del sistema métrico decimal, por ejemplo) como expresión de lo civilizatorio, racional y no prejuicioso. Se relegaba al anterior sistema ligado al ser humano, su cuerpo y sus cosas que generaban medidas que expresaban valoraciones populares. El poder instaurado imponía por la fuerza un símbolo de su época: el metro, absolutamente convencional y sin significación popular, después de medio siglo de lucha contra las prácticas populares. ¿Qué reflejaba este cambio? El camino hacia la "objetividad". El hombre no era ya más "la medida de todas las cosas". Este neutralismo métrico estaba ligado a la nueva división administrativa de los países que, en su tendencia creciente a la centralización estatal, suprimieron las antiguas divisiones territoriales en tanto ejemplos de irracionalismo.
Estos procesos de homogeneización y centralización política, convergentes con la "homogeneización" religiosa que desarrolló el cristianismo, se constituyeron en formas de represión-exclusión de "lo popular". Esto habría sucedido, por un lado, debido a la imposibilidad de convivencia entre los Estados nacionales emergentes y lo que Marcel Mauss llamara "sociedades polisegmentarias", es decir, sociedades con alta segmentación cultural. Las diferencias culturales constituían barreras que impedían la unificación -homogeneización de esa sociedad, y la dificultad consiguiente para el poder estatal de manejarla. Esta centralización traerá consigo un tipo de relaciones verticales-individuales por las cuales cada individuo se somete al todo, a la autoridad centralizada en el Estado ya como único aparato jurídico de cohesión social. 
Que esto haya prosperado podría no ser producto de alguna voluntad o de una "conspiración", sino que surge como resultante de una serie infinita de procesos que se entrecruzan, volviendo estéril la búsqueda de un "origen" en tanto determinante causal.
Otros mecanismos como la deformación de las fiestas y la persecución de las brujas, por su claridad, alcanzarán un status importante en el estudio de este proceso. 
Las fiestas, organizadoras del tiempo social y lugar de descarga de tensiones, se transforman en espectáculo donde el sujeto "participa" en forma pasiva. Todo este ataque a las fiestas como momento de lo popular forma parte de un proceso de desarme ideológico.
Las brujas y la magia ejemplificaban maravillosamente el sistema que perecía en brazos de la homogeneización.
La aniquilacion de estos rasgos esenciales a la cultura popular será uno de los determinantes de los estallidos de violencia social, mientras el nuevo sistema va creando para todos un nuevo tiempo y moralidad: el reloj y el trabajo, interrelacionados. Surge la necesidad de medir el tiempo para reglamentar el trabajo. La conocida frase "el tiempo es oro" explica claramente la nueva "esencia" del tiempo: algo a ser utilizado, a ser gastado.
Esta homogeneización anulaba la descentralización: el fin de lo pluralista y horizontal, los prolegómenos del conrol y la fascistización en las relaciones humanas, la conformación de una cultura de masa que destruye y reconstruye la cultura popular y, finalmente, la construcción de un nuevo código social mediador: el consumo como clave final del montaje de una industria cultural. 
El médico de familia reemplazará a la medicina popular y el cadáver es desacralizado permitiendo las autopsias y dando importancia al individuo vivo en tanto elemento de trabajo al que debía garantizársele la salud. Y así conceptos biológicos como "evolución", "función" y "organismo", entre otros, van a ser trasladados a otras ciencias gracias al poder otorgado a la medicina y a la biología por la práctica política.
De esta manera encontramos dos maneras de describir el sistema: una define las condiciones de la ciencia en tanto ciencia: se refiere a su dominio de objetos, a su lenguaje, a sus conceptos, sus reglas, en fin, las condiciones de la cientificidad internas al discurso científico. Y por el otro lado tenemos el sistema ciencia en su historia social, con discursos que cambian de status y funcionamiento en virtud de variables, entre otras, culturales.
Parecería ser cada vez más difícil e ilegítimo separar estos dos sistemas: la anatomía de las ciencias y su sociología.
Stephen Toulmin dijo una vez: "La ciencia no es un proceso intelectual comparable al de un ordenador: es una tajada de vida". Esta frase nos marca la imposibilidad de separar radicalmente el contexto de justificación del contexto de descubrimiento, el análisis lógico de las ciencias de su análisis histórico.
La formulación y validez de las teorías depende esencialmente del contexto histórico, de ideas precientíficas, de distintas metafísicas, religiones e ideologías en general.
La educación científica tradicional trata de contarnos un cuento que nunca ocurrió: la razón cartesiana constituyendo y creando la historia. La ciencia avanza por infinitos recovecos que no son siempre, ni del todo, racionales, y que tienen relación con una determinada sociedad, ciencia e historiografía, con financiamientos económicos y con una legitimidad hegemónica que permita la creencia en la ciencia como saber universalmente válido.
Para finalizar, cabe preguntarse: ¿Son compatibles la historia interna y externa de la ciencia? Aceptando incondicionalmente las tesis externalistas, ¿no se corre el riesgo de caer en un relativismo tan peligroso como el empirismo que se cree combatir?