En la verdad el poder procude, produce algo real; produce dominios de objetos y rituales de saber verdadero. MICHEL FOUCAULT
El show es la vieja feria enferma de cultura. MAX HORKHEIMER Y THEODOR ADORNO
Entre los objetos de este escrito está el poner en discusión algunos de los principales ejes de la articulación entre ciencia, sociedad e historia a fin de mostrar, no sólo en qué consistió la grandiosidad y complejidad siempre inacabada de las distintas etapas del proyecto científico, sino también como se han manifestado las relaciones entre las mismas y los tipos de sociedades que las vieron surgir.
La sociología de la ciencia marcará así la interdependencia dinámica entre la ciencia, como actividad social "autónoma", y la estructura social en la cual ella se desarrolla. Nuestro objeto de investigación consiste asimismo en analizar las relaciones recíprocas entre ciencia y sociedad.
La organización interna de una ciencia y sus reglas constitutivas están estructuradas por condicionantes externos discursivos y extradiscursivos: el sujeto cognoscente es histórico. Para Michel Foucault hay dos historias de la verdad: una historia interna (la historia de la verdad en tanto historia de las ciencias) y una historia externa de la verdad qeu se forma en los espacios donde esas reglas se construyen en un entrecruzamiento de subjetividades y clases de saber. Un estudio de este tipo nos lleva a construir una historia política de la verdad.
Thomas S. Kuhn (1922-1996), físico e historiador de la ciencia, notó que las concepciones tradicionales acerca de la ciencia contradecían el canto de la historia. T. Kuhn hará hincapié en los factores sociológicos. Según su enfoque las creencias de los científicos están "subordinadas" a las de un tipo especial de comunidad: la comunidad científica.
Imre Lakatos (1922-1974) estaba interesado especialmente en el problema de la relación entre la filosofía de la ciencia y la historia de la ciencia. Pensaba que había un único modelo científico correcto y que la tarea de la filosofía de la ciencia consistía en descubrirlo. Para él las teorías del método científico debían ser comprobadas confrontándolas con la historia interna de la ciencia (un estudio de las teorías científicas del pasado como teorías científicas), sin tomar como referentes a los factores externos como las situaciones sociales de emergencia de esas teorías o las psicologías de los científicos individuales, para luego ser cotejadas con una supuesta "historia real".
El proyecto de una ciencia autónoma suponía la posibilidad de separar, en una determinada circunstancia sociohistórica, el terreno del conocimiento del espacio de poder que condiciona la producción de saber.
La historia no nos muestra hechos sueltos sino un proceso. Y la forma en qeu se aten los cabos de ese proceso, sumada a la descripción que se haga del mismo, dependerá de la representación histórica posible: de su historicidad.
La historia de la ciencia nos muestra diferentes visiones, métodos y concepciones del conocimiento científico. ¿Cuáles son los mecanismos que actúan en el aprendizaje de algo? ¿En qué podríamos basarnos para sostener que hoy sabemos más que ayer? ¿Por qué se habla de ciertas cosas y no de otras? ¿Por qué utilizamos diferentes sentidos en la construcción del mundo en tanto objeto de conocimiento?
Es la sociedad la que definirá las reglas acerca de las cosas de las que es posible hablar; qué enunciados serán considerados válidos; cuáles permanecerán, se reconstruirán o desaparecerán, etc.; qué grupos y clases tienen acceso a determinado tipo de discursos; etc.
Hay fronteras, entonces, para el conocimiento. No existe ya ese sujeto "rey", externo al sistema, que viene a revelarnos la verdad de las cosas en nombre de la objetividad científica, del realismo gnoseológico o del empirismo pragmático. ¿Dónde termina la historia de las ciiencias y dónde empieza la de las creencias? ¿En qué se distinguen?
La revolución francesa muestra un claro ejemplo de cómo los cambios científicos y políticos se hallan relacionados: a partir de entonces comienza a institucionalizarse una sola medicina "universal" y se unifica el sistema de pesas y medidas (a través de la imposición del sistema métrico decimal, por ejemplo) como expresión de lo civilizatorio, racional y no prejuicioso. Se relegaba al anterior sistema ligado al ser humano, su cuerpo y sus cosas que generaban medidas que expresaban valoraciones populares. El poder instaurado imponía por la fuerza un símbolo de su época: el metro, absolutamente convencional y sin significación popular, después de medio siglo de lucha contra las prácticas populares. ¿Qué reflejaba este cambio? El camino hacia la "objetividad". El hombre no era ya más "la medida de todas las cosas". Este neutralismo métrico estaba ligado a la nueva división administrativa de los países que, en su tendencia creciente a la centralización estatal, suprimieron las antiguas divisiones territoriales en tanto ejemplos de irracionalismo.
Estos procesos de homogeneización y centralización política, convergentes con la "homogeneización" religiosa que desarrolló el cristianismo, se constituyeron en formas de represión-exclusión de "lo popular". Esto habría sucedido, por un lado, debido a la imposibilidad de convivencia entre los Estados nacionales emergentes y lo que Marcel Mauss llamara "sociedades polisegmentarias", es decir, sociedades con alta segmentación cultural. Las diferencias culturales constituían barreras que impedían la unificación -homogeneización de esa sociedad, y la dificultad consiguiente para el poder estatal de manejarla. Esta centralización traerá consigo un tipo de relaciones verticales-individuales por las cuales cada individuo se somete al todo, a la autoridad centralizada en el Estado ya como único aparato jurídico de cohesión social.
Que esto haya prosperado podría no ser producto de alguna voluntad o de una "conspiración", sino que surge como resultante de una serie infinita de procesos que se entrecruzan, volviendo estéril la búsqueda de un "origen" en tanto determinante causal.
Otros mecanismos como la deformación de las fiestas y la persecución de las brujas, por su claridad, alcanzarán un status importante en el estudio de este proceso.
Las fiestas, organizadoras del tiempo social y lugar de descarga de tensiones, se transforman en espectáculo donde el sujeto "participa" en forma pasiva. Todo este ataque a las fiestas como momento de lo popular forma parte de un proceso de desarme ideológico.
Las brujas y la magia ejemplificaban maravillosamente el sistema que perecía en brazos de la homogeneización.
La aniquilacion de estos rasgos esenciales a la cultura popular será uno de los determinantes de los estallidos de violencia social, mientras el nuevo sistema va creando para todos un nuevo tiempo y moralidad: el reloj y el trabajo, interrelacionados. Surge la necesidad de medir el tiempo para reglamentar el trabajo. La conocida frase "el tiempo es oro" explica claramente la nueva "esencia" del tiempo: algo a ser utilizado, a ser gastado.
Esta homogeneización anulaba la descentralización: el fin de lo pluralista y horizontal, los prolegómenos del conrol y la fascistización en las relaciones humanas, la conformación de una cultura de masa que destruye y reconstruye la cultura popular y, finalmente, la construcción de un nuevo código social mediador: el consumo como clave final del montaje de una industria cultural.
El médico de familia reemplazará a la medicina popular y el cadáver es desacralizado permitiendo las autopsias y dando importancia al individuo vivo en tanto elemento de trabajo al que debía garantizársele la salud. Y así conceptos biológicos como "evolución", "función" y "organismo", entre otros, van a ser trasladados a otras ciencias gracias al poder otorgado a la medicina y a la biología por la práctica política.
De esta manera encontramos dos maneras de describir el sistema: una define las condiciones de la ciencia en tanto ciencia: se refiere a su dominio de objetos, a su lenguaje, a sus conceptos, sus reglas, en fin, las condiciones de la cientificidad internas al discurso científico. Y por el otro lado tenemos el sistema ciencia en su historia social, con discursos que cambian de status y funcionamiento en virtud de variables, entre otras, culturales.
Parecería ser cada vez más difícil e ilegítimo separar estos dos sistemas: la anatomía de las ciencias y su sociología.
Stephen Toulmin dijo una vez: "La ciencia no es un proceso intelectual comparable al de un ordenador: es una tajada de vida". Esta frase nos marca la imposibilidad de separar radicalmente el contexto de justificación del contexto de descubrimiento, el análisis lógico de las ciencias de su análisis histórico.
La formulación y validez de las teorías depende esencialmente del contexto histórico, de ideas precientíficas, de distintas metafísicas, religiones e ideologías en general.
La educación científica tradicional trata de contarnos un cuento que nunca ocurrió: la razón cartesiana constituyendo y creando la historia. La ciencia avanza por infinitos recovecos que no son siempre, ni del todo, racionales, y que tienen relación con una determinada sociedad, ciencia e historiografía, con financiamientos económicos y con una legitimidad hegemónica que permita la creencia en la ciencia como saber universalmente válido.
Para finalizar, cabe preguntarse: ¿Son compatibles la historia interna y externa de la ciencia? Aceptando incondicionalmente las tesis externalistas, ¿no se corre el riesgo de caer en un relativismo tan peligroso como el empirismo que se cree combatir?