Un loco no ve el mismo árbol que un sabio. Blake
Hace apenas dos décadas se suscitó una discusión en el seno de la filosofía de la ciencia acerca del carácter acumulativo o disruptivo de las teorías científicas que se resumió en la alternativa "evolución o revolución". Esta disputa se inscribe por entero dentro de la problemática mucho más amplia de la relación entre saber y poder.
La percepción que un individuo cualquiera posee de lo real privilegia a tesis de que el cosmos, la vida y el ser humano han evolucionado a lo largo del tiempo. La situación presente del reino de lo viviente se explica por la evolución.
Existen procesos evolutivos dentro de los cuales cada elemento particular está atado a la carrera evolutiva temporal. "Los conceptos evolucionistas nos permiten comprender el mundo de manera más completa" (Toulmin-Goodfield, 1968).
Con el advenimiento de la termodinámica en el siglo XIX se comenzaba a describir el tiempo como irreversible, y a otorgar a los procesos evolutivos una dirección bien definida. Desde mediados de ese siglo se comienza a hablar también en biología de un paradigma hasta hoy dominante: el paradigma evolutivo. La explicación evolutiva biologista quiso proyectarse al análisis de los procesos sociales basándose en la noción de que éstos serían productos evolutivos y adaptativos. Ello partió del presupuesto de que la evolución lo dominaba todo (desde el nivel genético hasta cualquier manifestación comportamental).
Thomas S. Kuhn visualiza la evolución cultural en forma de revoluciones que él homologa a los cambios biológicos: se pasaría por las etapas de: 1) crecimiento en el equilibrio; 2) desequilibrio y crisis; 3) cambio estructural. Ejemplo: La publicación en 1543 del De revolutionibus orbium caelestium de Copérnico da el puntapié inicial del cambio en la astronomía y cosmología hasta entonces vigentes. Esta obra inaugurará una nueva tradición que desplazará a la antigua, y generará nuevos problemas y cambios en todas las disciplinas, junto a nuevas técnicas y formas criteriales de evaluación. Esta será la base del surgimiento del universo newtoniano que completará el proceso revolucionario. Aparece entonces una manera distinta de construcción de la naturaleza y de percepción de un Dios: una nueva perspectiva que lo remodelará todo (ciencia, política, filosofía, religión, costumbres, etc.). En el pensar político de los siglos XVIII y XIX el individuo es como el átomo social de una máquina articulada: la sociedad. El universo newtoniano será para la astronomía copernicana lo que el universo aristotélico había sido para la astronomía geocéntrica. Como antes había hecho el aristotelismo, la teoría newtoniana desplegó un sinnúmero de problemas y técnicas de investigación incontrastables con la cosmovisión que la trajo a la vida.
Entre lo que Kuhn llama los paradigmas, los pasos previos son las revoluciones que siempre se hallan ligadas a crisis. Los ejemplos "estrellas" son: Copérnico, Lavoisier y Maxwell-Einstein. Toda revolución consistiría en percibir un inconveniente de la teoría dominante como espacio crítico a resolver, o con la red conceptual normal (en cuyo caso se detendría el proceso) o con una perturbación destructora que conlleva un cambio radical. Aquí se juega la revolución, en la crisis, que constituye una "precondición necesaria para el surgimiento de teorías nuevas".
"El estado de la astronomía de Ptolomeo era un escándalo, antes del anuncio de Copérnico" (Hall). Los aportes de Galileo al análisis del movimiento fueron motivados en forma muy definida por los inconvenientes encontrados en la postura aristotélica. La novedosa teoría de la luz y el color de Newton irrumpió en medio de la sensación de que ninguna de las teorías anteriores explicaban la longitud del espectro, y la teoría de las ondas lo hizo gracias a las anomalías en los efectos de difracción y polarización con la teoría de Newton.
En fin, las revoluciones científicas constituyen episodios de desarrollo no acumulativo que comienzan con una sensación, que aumenta con el tiempo, de que algo está fallando en el paradigma dominante que no permite explicar ciertas cosas o solucionar otras.
En el triunfo o derrota de una revolución jugarán su rol también los mecanismos de argumentación persuasiva, más allá de la naturaleza de las cosas o de una lógica de la ciencia.
No siempre que aparece una nueva teoría desecha a las anteriores: algunas son sólo teorías de nivel más alto que logran reagrupar en un mismo seno teorías de nivel más bajo.
Toda revolución constituye "un desplazamiento de la red de conceptos a través de la cual ven el mundo los científicos": es un cambio de Gestalt, una conversión global a una nueva forma de ver el mundo.
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