¿Por qué tanto empeño en desear que la desalienación dependa necesariamente de un proyecto racional? ¿Por qué le cabría necesariamente a la Diosa Razón el encargo de instaurar la justicia social? GERARD LEBRUN
La secularización de la sociedad, la politización de la sociedad civil, la disolución de las creencias y valores "eternos", son tanto causa como efecto de la revolución científica que con Copérnico, Galileo, Kepler y Newton al frente, atravesó la modernidad. La mente se abre porque la sociedad se abre y la sociedad se abre porque la mente se abre.
Los antiguos viajes y descubrimientos revelaban cosas nuevas: desde las antiguas descripciones de la tierra hasta la concepción del universo, todo podía ser erróneo. Al poder leer los textos en los idiomas originales, las falencias del sistema ptolemaico en astronomía ya no constituían más errores de traducción. Con Ptolomeo no acababa la astronomía ni con Aristóteles la física.
A partir de los albores de la edad moderna se desarrolla una ofensiva mayúscula en contra del universo teológico y organicista con base en la civilización científico-técnica bajo el apotegma: "Una sola racionalidad, la de la producción".
Comenzaba así la lucha contra el "dogmatismo teológico medieval" y el "error en el cálculo racional"; la Diosa Razón" asoma; Descartes y luego Kant en la filosofía; el iluminismo que alumbra la nueva época. Lejos quedaba la frase heraclítea: "A la naturaleza le gusta esconderse", que va a ser reemplazada por otra que sonaría más o menos de esta manera: "A la naturaleza le encanta revelarse", coincidiendo con esta frase de Newton: "El gran océano de la verdad se extiende ante mí, todo él por descubrir".
Tanto Kepler como Newton descubrieron la existencia de leyes matemáticas simples aplicables a la naturaleza, así en la tierra como en los cielos, y que podian utilizarse para conocer el funcionamiento del mundo.
Independientemente de esto, Newton negó que pudiera conseguirse un conocimiento necesario de las leyes científicas y de la naturaleza. Todas estas teorías estarían sujetas al devenir histórico que podría alumbrar elementos no percibidos hasta ese entonces.
Esta racionaldiad productiva acentuada con el surgimiento de la termodinámica, y qeu provocó el pasaje de la ciencia de una etapa "descriptiva" a otra en la que lo que interesaba era "trasnformar" al mundo, se ve hoy cuestionada debido a sus limitaciones y peligros. Lo que en su momento histórico fue crítica y superación de dogmatismos corre el riesgo de convertirse hoy en la fuente de legitimación de nuevos dogmatismos.
En nuestros días, la informática y las nuevas tecnologías de la comunicación reencarnan a los viejos dogmatismos: "El dogmatismo consiste en hacer como si el poder existiese, como si poseyese una boa y a partir de tal ficción éste ser hablase para producir el único efecto esperable: decir la verdad. Este trabajo de generalización de la ilusión, mantenimiento o reparación de su mal funcionamiento está presente en todo el sistema organizacional, en toda parcela institucional ya que en todas partes la legalidad funciona no sólo de forma sino como discurso que debe reproducir teatralmente la verdad" (Pierre Legendre: L'empire de la verité. Introduction aux espaces dogmatiques industriels. Paris: Fayard, 1983).
El sentimiento de escepticismo perteneciente al "ethos" científico pierde posiciones ante el "sentimiento estatal" acerca de las direcciones que tomarán las investigaciones científicas y sus resultados.
Las nuevas tecnologías tratan de apuntalar esta "verdad": la electrónica y las telecomunicaciones son las bases sobre las cuales la función dogmática -nido de mitos y racionalizaciones- reaparece en Occidente de entre las cenizas de una religión y un saber popular destruídos como base de convivencia social.
La diferencia entre teoría y práctica científica es la diferencia entre las reglas claras, sistemáticas y objetivas que dominan el conocimiento científico en un momento dado y "muestras falibles e inciertas facultades que parten de aquellas y caen en el error" (David Hume: Tratado de la Naturaleza Humana).
La ciencia histórica es una combinación de ambas cosas, lo que lleva a sostener que el científico que opera en una situación particular debe convivir con el error. Entonces necesita, según Paul K. Feyerabend, de una "Teoría del error" que añadir a todo el resto del conocimiento exacto. Pero como el error es completamente azaroso, atemporal, sorpresivo y multiforme, concluirá Feyerabend que "el propio error es un fenómeno histórico".
De esta manera la ciencia será el baluarte de la objetividad sólo en la medida en que nos olvidemos de estas apreciaciones.
Esta lucha por la "objetividad ideal" es inherente al discurso científico hegemónico. Pero...¿es posible esta idea según la cual la ciencia puede y debe regirse por reglas fijas? ¿Se realiza la racionalidad de la misma en base a un acuerdo sobre ellas?
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