El paredón
Tanto Borges, cuanto Beckett y Céline -en esto estoy especulando para mi futura tesis- ( y pido perdón por la altivez del sustantivo), de muy diferentes maneras, con diferentes respuestas, representan el desamparo, horror, soledad, violencia y derrotero del hombre moderno en un universo caótico en el que los valores que lo habían sostenido han sido fuertemente sacudidos.
Toda esta opresión culmina en la ansiedad humana. A veces Borges enfatiza lo absurdo de la condición humana a través de la exposición del simple y elemental terror humano con el rostro del dolor físico.
La vida, por lo tanto, es una cuestión caótica y arbitraria cuyas características predominantes son las marcas del desorden y el azar -la pesadilla, la soledad y el desamparo humanos. ¿Quién puede olvidar la monstruosa "biblioteca" de Babel o el "palacio" donde medita el solitario Asterión?
Indudablemente hay sugestiones de un laberinto sin salida, de una celda en la cual el hombre vive como un prisionero. El progreso para Borges es del everything al nothing .
La traumática infección y corrupción de nuestra existencia y el humor rabelesiano y atroz cuando todo eso está en riesgo es nuestro único destino. Estamos perdidos entre inefables espejos, infinitas bibliotecas y laboriosos laberintos. Lo intolerable en la vida de vigilia es tolerable en los sueños; lo intolerable en la realidad accede a la literatura. Asterión se entrega a la espada de Teseo con la misma docilidad que Cruz deserta de su uniforme de soldado, o con la misma pasividad que Villari se vuelve contra la pared.Una imagen del agotamiento de posibilidades que lo lleva a un fin de la intelectualidad, a una sonrisa tenue y trágica.
El universo borgiano es la racionalización de la perplejidad. Durante la Segunda Guerra Mundial, Borges escribió muchos artículos sobre la guerra, y en uno de ellos sostuvo que Hitler sería vencido porque en el fondo de su corazón realmente ansiaba la derrota.
La filosofía disuelve la realidad, y al ser la realidad trágica, esa disolución ayuda a soportarla. La angustia metafísica y la desolación son omnipresentes en la obra de Borges. Para él la década peronista había sido un período de dolor y humillación. Borges vió en esos hombres de acción, en el cuchillero, en el fascista, en la barbarie peronista, la exacta contrapartida de su ser meditativo: el era el hombre de libros, ellos eran los hombres con cuchillos. Los denunciaba en poemas y cuentos y, al mismo tiempo, sentía una horrible fascinación por ellos. Ellos eran el "otro", el lado oscuro del propio ser.
D'Annunzio en Italia, Pound en los Estados Unidos y Céline en Francia estuvieron en favor de diferentes tipos de fascismo, pero sus escritos en el fondo habitaban, como los de Borges, en la decadencia y el absurdo final de la condición humana. Borges, en el otro polo, está plenamente en favor del escepticismo, duda de que la realidad tenga algún significado, y accepta las crueles paradojas e ironías de la condición humana sin miedo o remordimiento.
Borges se definió a sí mismo como un escéptico que, como tal, no está seguro de serlo: "Yo no estoy seguro de que todo sea un sueño". Tal es su benigna incredulidad que muestra a la filosofía como viajera de círculos que no conducen a lugar alguno.
La prisión, el laberinto como su símbolo, en la que está encerrado el espírtu humano es el lugar donde se encuentra la muerte, o la aniquilación final, y tal vez la liberación en la nada: Un sentido metafísico de "una revelación del propio ser" tal vez dolorosa, cómicamente trágica o totalmente aniquiladora.
Nos encontramos frente a una literatura de la angustia. El efecto del fatalismo taciturno en la literatura hace que "la tristura, la inmóvil burlería, la insinuación irónica" sean "los únicos sentires que un arte criollo puede pronunciar sin dejo forastero".
El individuo a partido de un lugar imposible, deviniendo desde entonces en fracturas: fallando. Triunfo del significante: acceso a una segunda muerte y cancelación de ésta. El significante se erige como una especie de muerte anterior a la vida. Ya el ser humano no podra ver, ciego por voluntad, peregrino prisionero del tiempo y su fatiga.
Schopenhauer, como Keats, separó el mundo real de tiempo y decadencia del mundo ideal de la eternidad. Borges estaba probablemente muy impresionado por el pesimismo de este filósofo.
Scheherezade, como Borges, se mantuvo viva contando historias. Amenazada con la ejecución, como Borges, debía en ciertos momentos callarse. Borges se mueve en una dirección que lo proteja de las contingencias. No puede suprimir el mundo real, tiene aún que ocupar un punto en el espacio y en el tiempo.
El contacto con el universo borgiano es fatídico: aceptada la minúscula figura metafísica en el mundo real, éste estalla. El lector yerra perdido en los infinitos corredores de "inútiles simetrías". El "hombre nuevo" destruye sádicamente sus víctimas para destruír su propia piedad. El hombre ha dejado de ser "de Dios" y se ha vuelto "futurista". Pero es un hombre que del "lenguaje" ha aprendido solo el "saber maldecir". Este hombre dirige lo que no conoce: de la amena utopía queda la realidad de la bayoneta. El enunciado borgiano abarca y sostiene tanto la palabra mutilada, la cosa aislada, como la pérdida contra la que se perfila. Los textos de Borges son pausas de un fluir literario que conjugan satisfactoriamente lo roto, lo despedazado.
La metafísica borgiana ¿no será entonces la mística literaria negativa, irónica, de la época sin Dios?
Corrosión metafísica y paródica, sutil y universal, para agudizar nuestra mirada ante todas las variantes de los Tlön escondidos en la realidad y disfrazados de ella. De un lado está el aspecto corrosivo de su obra, pero si nos dejamos silenciar por la "etica de la parálisis" de "los inmortales", caemos en la ceguera total. El texto de Borges surge de una desconfianza ante la impostura y el rostro que se vuelve máscara en cuanto se lo intenta detener. La penuria o la tentación del simulacro no deja de inquietarlo. No en vano abundan los traidores. Sus deconstrucciones se complacen en realizar un incesante trabajo de dispersión para converger por caminos impredecibles en una unificación cegadora, el horror de Swift.
La intervención de Borges en la narrativa argentina con estas "historias infames", implica también otro comienzo en contra del realismo, del humanitarismo, de lo moralizante.
En todos los textos de Historia Universal de la Infamia , a través de la sátira, la observación ética o la luz metafísica, todo es puesto en juego para producir el derrumbe de la epopeya. Hay un solo contacto positivo de Borges con la epopeya que es, en sí, un contacto negativo: la nostalgia.
Según la cosmovisión Borgiana el mundo es un caos y dentro de ese caos el hombre está perdido, solitario, como en un laberinto. Borges aclara que la "dinastía de solitarios" no ha cambiado al mundo, sino solamente su faz: la cultura ha agregado al mundo una máscara que sólo oculta su rostro inescrutable. Esta fe en la cultura emerge de su escepticismo hacia la cultura; escepticismo hacia la cultura como imagen del mundo, fe en la cultura como refugio. Abrumado por el insoluble laberinto de los dioses, el hombre crea su propio laberinto; vencido por lo impenetrable de esa realidad que se le resiste, el hombre inventa en la cultura su propia realidad. Vive en un mundo que es el producto de su fallida arquitectura. Sabe que hay otro que constantemente le asedia y le fuerza a sentir la enormidad de su presencia. Y entre estos dos mundos, entre estos dos sueños, transcurre la historia humana como una inevitable desgarradura. Borges expresa esa trágica y heroica condición del hombre que se sabe un sueño y un soñador, el habitante perdido y frustrado del mundo "real" y el habitante risueño y sosegado de ese planeta construido por su imaginación:
"Ya no seré feliz. Tal vez no importa. Hay tantas otras cosas en el mundo. Un instante cualquiera es más profundo y diverso que el mar" (1964)
Y sonríe el Wakefield de Borges cuando llega al refugio que había previsto o la vuelta de su casa: "se acomoda junto a la chimenea y sonríe (O. I., 81)
Como Borges, como argentino, yo también estoy obsesionado por la violencia, la derrota, la traición y la soledad, cuchillos que, sin duda alguna, constituirán los ejes de mi tesis (valga la altanería), mi propio refugio, el otro. Aunque siempre
"Vuelvo al Sur Sueño el Sur
como se vuelve siempre al amor inmensa luna, cielo al revés
Vuelvo a vos Busco el Sur
con mi deseo, con mi temor el tiempo abierto y su después.
Llego al Sur
como un destino del corazón
Soy del Sur Fernando E. Solanas
como los aires del bandoneón
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