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Dramatis Personae

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Cartógrafo cognitivo y filopolímata, traductor, escritor, editor, director de museos, músico, cantante, tenista y bailarín de tango danzando cosmopolita entre las ciencias y las humanidades. Doctor en Filosofía (Spanish and Portuguese, Yale University) y Licenciado y Profesor en Sociología (Universidad de Buenos Aires). Estudió asimismo Literatura comparada en la Universidad de Puerto Rico y Estudios Portugueses en la Universidad de Lisboa. Vivió también en Brasil y enseñó en universidades de Argentina, Canadá y E.E.U.U.

sábado, 4 de mayo de 1996

Las aporías del Quijote X: para un "delicado entendimiento" del Caballero de la Triste Figura

Melancolía y muerte

Cuando Don Quijote empieza a  percibir todas sus metamorfosis de fuga como inútiles empieza su melancolía.  Don Quijote ya es lo alcanzado y atrapado. Ya no puede escaparse. Ya no se transforma. Todo lo que se intento es percibido como algo vano. Don Quijote se entrega a su destino y es como una presa. Su voluntad flaquea. Su último intento desesperado de convertirse en pastor ni él mismo lo cree demasiado. También Cervantes está cansado. Yo también. Usted, lector, sin duda. Nuestra melancolía ahora nos llega porque hemos dejado atrás la aporía. Porque el tiempo, ahora, transcurre.

Don Quijote está desconsolado por haber triunfado sobre sus arrebatos y sucumbe al veneno de una melancólica quietud. Don Quijote se deja morir, no sin  previamente encarnizarse, en vano, contra el ídolo que más ha venerado[1].


[1] Esa melancolía requeriría una discusión ética que rebasaría un ensayo ya  rebasado.

 

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