Marionetizarse sería permitir que algún dios benévolo aspire nuestro espíritu hasta perder la gravedad, volverse leve por la exhaustividad, vacío de tanta conmoción, indiferente en el propio brillo. Es lo que en el texto aparece como "ventaja negativa" de la marioneta: el estrangulamiento de un compact disc.
Son los que deberían ser. Eso pasa con los miembros de la marioneta que no pueden controlarse. Se abandonan a su ser. No han comido del árbol del conocimiento o ya lo han hecho por segunda vez. Su silencio es angustioso y sospechoso. Tal vez es que han decidido no hablar, ser cuerpos leves, gravitacionales, stop making sense.
Volverse marioneta es tornarse leve, un alma inmutable, un ser perfecto, un dios. Volverse marioneta es trascender el propio cuerpo ya que éste se convertiría en belleza. Como en Keats, verdad y belleza serían la misma cosa.
¿Es posible, soportable, esta "levedad del ser"? La gracia es inhumana. Es la cristalización, la figura, la imagen, una hipérbole. La gracia es anterior al ser humano, es orgánica. El hombre le ha dado la espalda y la busca fuera de sí. La gracia está en la madera, en la sangre. Su poder se realiza en el cuerpo de la marioneta. La marioneta es nuestra imagen utópica y perdida, la conciencia infinita de lo que fuimos y podríamos ser: una unidad. La gracia reaparece cuando el conocimento ha pasado a través del infinito, en la marioneta, en el dios.
La ignorancia de la marioneta es un exceso de saber por la gracia. La gracia es el saber en exceso, la inocencia (por eso manipulamos a los niños, porque son marionetas condenadas a la humanidad), por eso "parece que son de goma". Volverse marioneta, ese es el último capítulo de la historia de la piedra, es decir, el primero.
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