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Dramatis Personae

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Filopolímata y explorador de vidas más poéticas, ha sido traductor, escritor, editor, director de museos, músico, cantante, tenista y bailarín de tango danzando cosmopolita entre las ciencias y las humanidades. Doctor en Filosofía (Spanish and Portuguese, Yale University) y Licenciado y Profesor en Sociología (Universidad de Buenos Aires). Estudió asimismo Literatura Comparada en la Universidad de Puerto Rico y Estudios Portugueses en la Universidad de Lisboa. Vivió también en Brasil y enseñó en universidades de Argentina, Canadá y E.E.U.U.

jueves, 11 de febrero de 1993

Sobre el Teatro de Marionetas de Heinrich von Kleist

Amar las marionetas es, de alguna manera, entrar en el sendero del alma del bailarín que, según cuenta von Kleist, "sólo se encuentra si el mismo operador se imagina a sí mismo en el centro de gravedad del muñeco", y yo agregaría: si también el mismo observador se sitúa allí, es decir, se marionetiza.
Marionetizarse sería permitir que algún dios benévolo aspire nuestro espíritu hasta perder la gravedad, volverse leve por la exhaustividad, vacío de tanta conmoción, indiferente en el propio brillo. Es lo que en el texto aparece como "ventaja negativa" de la marioneta: el estrangulamiento de un compact disc.
Son los que deberían ser. Eso pasa con los miembros de la marioneta que no pueden controlarse. Se abandonan a su ser. No han comido del árbol del conocimiento o ya lo han hecho por segunda vez. Su silencio es angustioso y sospechoso. Tal vez es que han decidido no hablar, ser cuerpos leves, gravitacionales, stop making sense.
Volverse marioneta es tornarse leve, un alma inmutable, un ser perfecto, un dios. Volverse marioneta es trascender el propio cuerpo ya que éste se convertiría en belleza. Como en Keats, verdad y belleza serían la misma cosa.
¿Es posible, soportable, esta "levedad del ser"? La gracia es inhumana. Es la cristalización, la figura, la imagen, una hipérbole. La gracia es anterior al ser humano, es orgánica. El hombre le ha dado la espalda y la busca fuera de sí. La gracia está en la madera, en la sangre. Su poder se realiza en el cuerpo de la marioneta. La marioneta es nuestra imagen utópica y perdida, la conciencia infinita de lo que fuimos y podríamos ser: una unidad. La gracia reaparece cuando el conocimento ha pasado a través del infinito, en la marioneta, en el dios.
La ignorancia de la marioneta es un exceso de saber por la gracia. La gracia es el saber en exceso, la inocencia (por eso manipulamos a los niños, porque son marionetas condenadas a la humanidad), por eso "parece que son de goma". Volverse marioneta, ese es el último capítulo de la historia de la piedra, es decir, el primero.

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