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Dramatis Personae

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Filopolímata y explorador de vidas más poéticas, ha sido traductor, escritor, editor, director de museos, músico, cantante, tenista y bailarín de tango danzando cosmopolita entre las ciencias y las humanidades. Doctor en Filosofía (Spanish and Portuguese, Yale University) y Licenciado y Profesor en Sociología (Universidad de Buenos Aires). Estudió asimismo Literatura Comparada en la Universidad de Puerto Rico y Estudios Portugueses en la Universidad de Lisboa. Vivió también en Brasil y enseñó en universidades de Argentina, Canadá y E.E.U.U.

miércoles, 22 de febrero de 2017

Por cuatro días locos que vamos a vivir ("Rebeldías que dignifiquen la política")

(Publicada en Clarín en el enlace siguiente como "Rebeldías que dignifiquen la política"
http://www.clarin.com/opinion/rebeldias-dignifican-politica_0_BJaihxSte.html

En los últimos años hemos sufrido un proceso de embrutecimiento educativo, la promoción una cultura del desprecio y de las ventajas de la la simulación. Para poder contrarrestarlo es preciso hurgar en esas penurias de lo humano a la manera en que lo hicieran oportunamente desde Aristófanes hasta Martínez Estrada.
Necesitamos hombres en rebeldía, como los llamó Camus, argentinas que ensayen formas superiores de vida, y no los falsarios del infierno dantesco de rufianes y aduladores. ¿Pero cómo hacer para que que el rechazo de espurios pactos no nos condene también a un fracaso y destierro? Nuestra historia está llena de esos ejemplos. Necesitamos de aquellos que se sienten extranjeros su tierra, idealistas desacomodadas frente al cinismo, el histrionismo, el caciquismo y el resentimiento. Pero acostumbrados al contrabando desde los tiempos del virreinato, ¿cómo hacer para no transigir? El populismo como hipertrofia burocrático-autoritaria del gangsterismo, territorio de dádivas y sobornos, entronca con una historia colonial disimulada en un andamiaje democrático-republicano.
Sarmiento murió en Paraguay, en una habitación de madera. No había lugar ni dentro ni fuera del país para él. Había actuado contra los intereses de los políticos y no los pudo atacar desde el gobierno porque “eran” el gobierno. Borges eligió morir y descansar en Suiza. ¿Dónde están los herederos de su civilidad? Poco quedó de esas prácticas políticas y culturales. Queda por ver si esa tradición cosmopolita sobrevivirá, amenazada hoy en el mundo, aquella que cree que la propia cultura se enriquece preguntándose sobre sí misma, alimentándose de civilizaciones diferentes. Las herencias republicana y liberal, los valores de lo sagrado y de la ilustración, no son incompatibles. Pero es importante que cada uno de nosotros se pregunte qué tipo de vida llevará adelante si creemos que ellos están siempre bajo amenaza.
Otra opción es no preguntarse nada. No todos los relatos que evocan el mundo testimonian un deseo por comprenderlo mejor y representarlo en su riqueza. Muchos de ellos narran simplemente que somos o los más fuertes o víctimas inocentes que merecen reparación. Sin embargo, desde la Ilíada existe otra mirada que no divide así el mundo. Difícil continuar con esas otras lecturas en tiempos de pobreza cultural, sentimental e intelectual. No habrá sin embargo otro país si no conseguimos enriquecer esa mirada con políticas consistentes con ella, marginamos a quienes las promueven y nos conformamos enfermizamente con quienes servilmente nos adulan y maltratan, nos pagan y cobran, nos seducen y nos rechazan, nos acomodan y nos incomodan, en tiempos de acoso moral. Difícil que eso ocurra si no tenemos un buen diagnóstico sobre el mal que nos aqueja. Difícil que querramos atender a ese diagnóstico “por cuatro días locos que vamos a vivir”, una canción que ha dicho más sobre nosotros que lo que hemos querido escuchar al bailarla. 

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