Adriana J. Bergero. Haciendo camino: pactos de la escritura en la obra de Jorge Luis Borges. México: Universidad Nacional Autónoma de México. 1999. 700 pp.
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Dramatis Personae
- Daniel Scarfò
- Filopolímata y explorador de vidas más poéticas, ha sido traductor, escritor, editor, director de museos, músico, cantante, tenista y bailarín de tango danzando cosmopolita entre las ciencias y las humanidades. Doctor en Filosofía (Spanish and Portuguese, Yale University) y Licenciado y Profesor en Sociología (Universidad de Buenos Aires). Estudió asimismo Literatura Comparada en la Universidad de Puerto Rico y Estudios Portugueses en la Universidad de Lisboa. Vivió también en Brasil y enseñó en universidades de Argentina, Canadá y E.E.U.U.
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viernes, 5 de diciembre de 2003
Pactos de la escritura en la obra de Jorge Luis Borges
Adriana J. Bergero. Haciendo camino: pactos de la escritura en la obra de Jorge Luis Borges. México: Universidad Nacional Autónoma de México. 1999. 700 pp.
sábado, 22 de noviembre de 2003
Pen(o)sameinto Argentino VI
Uno ya no sabe que pensar
Si pensar es dominar una presencia imposible en un discurso que discrimina y conecta al nombrar (Ricoeur) ¿cómo pensar la Argentina? ¿Podemos escuchar nuestros pensamientos, el agujero negro de nuestros pensamientos? ¿Cómo enfrentamos en un congreso la vida y el pensamiento? Nuestras vidas argentinas ofrecen y ofrecerán pensamientos rotos, ritmos incoherentes, restos de explosiones, erupciones, terribles tempestades alucinatorias, colapsos del intelecto, combustiones de desilusionados hechiceros, tensiones, excesos, desbordados fracasos. ¿En qué lengua pensamos esos pensamientos, esa lengua que no habla, que no conocemos y que nos justifica? ¿Cómo pensar sin quebrarse?
En La invención de Morel Bioy Casares escribe: "Este pensamiento es un vicio: lo escribo para fijarle límites, para ver que no tiene encanto, para dejarlo." Tal vez pensemos mucho, pensemos para dejar de pensar, pensemos para contenernos.
¿Qué hacer con el pedante y desatinado pensamiento argentino, con nuestro lenguaje? ¿Cómo pensar nuestra idiotez, nuestros ocultistas, magos e iniciados que hablan de una historia secreta paralela a la historia “real” que conocemos y registramos? Todas las formas del pensamiento que pretenden resolver la oposición entre el pensamiento argentino y nuestra realidad deben ser enjuiciadas.
Transitamos hacia nuevos pensamientos que afectarán la terminología heredada. Los nervios actúan sobre el intelecto. El intelecto solo nos concierne en forma parcial. Hay una línea más allá de la cual no puede pensarse un discurso lógico. Por eso el pensamiento alegórico hace su cosecha entre basuras que quedaron atrás.
¿Hay futuro para el pensamiento argentino? ¿Dónde está ese futuro? Según Jaime Rest, en Borges volverían a reunirse los dos silencios que han recorrido la marcha del pensamiento moderno. De un lado el silencio nominal, la ineptitud del lenguaje para introducirse en la realidad; del otro, el místico, la inefabilidad que se desprende del trato con Aquello que “es lo que es”. En Borges prevalecería el homo ludens, consciente de que el camino esta cerrado pero dispuesto a refugiarse en los atajos del pensamiento, ilusorios y fascinantes (Rest, LU 75). Borges le habría dicho a Milleret:
quiere hacerse de mi un filósofo y un pensador; pero es cierto que repudio todo pensamiento sistemático porque siempre tiende a trampear (Rest 30)
La obra de Borges constituye un llamado de atención sobre la descomposición de ese pensamiento. Opone Spinoza (encerrado en la seguridad de su mente) a Pascal (perdido en el universo). Errancia del pensar y del conocer en la Argentina, cuando aparecen millones de pensamientos y sus asociaciones que no pueden juntarse ni conservarse, cuando entonces no comprendemos, no podemos pensar la realidad. No es útil pensar demasiado cuando la complejidad de las cosas es infinita.
Vence quien piensa solo lo que precisa para vencer (Pessoa, LD). Ni un segundo más.
Odio los pensamientos definidos. Hay pensamientos que no pueden vivir y que si pudieran nos traerían lo que buscamos. Nuestro pensar argentino lo embarra todo, es decir, nuestro pensamiento, enfermo, se vuelve acción. El que piensa ve oscuridad y vanidad.
Cuando se oye, no se escucha, se está pensando en otra cosa. O pensamos de más o no podemos pensar y actuamos. ¿Como pensar la Argentina, obra inacabada, con un lenguaje de la muerte?Pen(o)samiento Argentino V
5) El placer de ser Patoruzú: El hombre que está solo y quiere ser Patoruzú
El consumo continuo de Patoruzú desde 1936 demuestra lo latente que está el significado del pensamiento de la revista para gran número de lectores, manifestándose en ella una melodía común de pensamientos de ese público. La historieta nace en medio de la inestabilidad política y social de los años 30, que marca también los momentos en que comienza el auge del paternalismo estatal.
En el diario “Crítica” aparece en 1927 una tira llamada “Un porteño optimista”, cuyo protagonista lo ve todo bien, encuentra siempre “el lado bueno de las cosas”. Esta tira comenzará rápidamente a llamarse “Aventuras de Don Gil Contento”.
Un día se anuncia en “Crítica”: “Don Gil Contento adoptará al indio “Curugua-Curiguaguigua”, un joven indio, último vástago de los “tehuelches gigantes” que habitaban la patagonia. Y Don Gil lo bautizará posteriormente con el nombre que lo hará famoso: Patoruzú. Pero esta tira desaparecerá abruptamente de “Crítica” y en 1929 nacerá en “La Razón” un personaje que, con otro nombre, perdura hasta hoy: Julián de Montepío, hoy Isidoro Cañones. Julián de Montepío tendrá, desde un principio, aquellos rasgos que hicieron famoso a Isidoro Cañones: es “vividor”, jugador y “bolichero”; vive de noche, no paga a sus acreedores y tiene, como Isidoro, un valet: un negro llamado Cocoa, quien ya aparecía en “Aventuras de Don Gil Contento” bajo el nombre de Belén. Un negro que nos apantalle.
El “tío Meñique” de Julián se transformará luego en el Coronel Cañones. Ambos le permiten a estos personajes la relación con la aristocracia y el acceso a las grandes reuniones sociales en donde encontrar a las hijas de los mayores adinerados del país.
Julián de Montepío no trabaja. Vive del dinero de su tío y del que gana en sus “juergas”. El 6 de septiembre de 1930 sobreviene el golpe de Uriburu y el 26 de ese mismo mes Julián recibe de la Patagonia una carta de su tío Rudesindo en la que le informa que se halla al borde de la muerte por lo que decide dejarle una herencia. Cuando Julián llega a la estación de trenes a buscar la herencia que el suponía sería dinero, se encuentra con Patoruzú y una carta que decía así: “un indio guenazo, hijo de un difunto cacique tehuelche amigo mío, pa’ que lo sigas apadrinando... Tratalo como a un hermano y civilizalo, si podés. Tené en cuenta que es un indio jovencito y muy rico, hablando en plata.” Este indio adinerado y recuperado a medias por la sociedad no necesitará mucho tiempo para convertirse en el personaje central de la tira, que comenzará a llamarse “Patoruzú”.
Una segunda etapa en el diario “El Mundo” permitirá el afianzamiento definitivo de estos personajes, lo que motivará a Dante Quinterno a editar una revista de historietas propia. Así, en noviembre de 1936, aparece el primer número de la revista “Patoruzú”, con una introducción a la misma que hace el propio cacique en la que dice que la revista es “senciyota y linda como el libraco é la maístra (...) que sería como un golpe é sol dentro la cueva, que sería dendeveras en tuitos los laos como si faltasen ganas de reír y ayí viniera a poner la risa guenaza é las cosas guenas!”. ¿No había mucho de que reírse la década infame? Que significa la risa aquí? Que significa Tinelli hoy? ¿La risa nos evita pensar o nos ayuda a pensar? ¿Es posible pensar sin reirse? ¿Nos proponía Patoruzú distraernos para olvidarnos de lo que sucede en nuestra realidad y legitimarla al mismo tiempo?
Esta revista comenzó a aparecer en forma mensual y tuvo tanta aceptación que el público comenzó a pedir nuevas historietas. Así como Julián de Montepío-Isidoro Cañones representan al porteño vivo, manguero, que trata siempre de aparentar, ventajero, el indio es su contrafigura: puro, sano de alma y de cuerpo, arquetipo ideal del argentino que todos deberíamos querer ser o que se quisiera que todos admiráramos.
Un segundo abordaje sobre el origen de los antepasados de Patoruzú nos lleva la historia de los Patoruzek contada en una revista “Patoruzú” del 17 de agosto de 1937. Según esta historia, Patoruzú es hijo primogénito del Faraón Patoruzek I y Patora la tuerta, princesa de Napata, y heredó las cualidades de su padre. Todo esto transcurre en Egipto. ¿Pero cuándo llega Patoruzú a la Patagonia? La historia cuenta que éste se hallaba en un viaje de picnic a Addis Abeba cuando el vehículo que lo transportaba se desbocó y aterrizó así junto a las niñas que lo acompañaban en la Patagonia. Allí el Príncipe Patoruzek (Patoruzú) se interesó en la caza de ñanduces y, hallándose muy entretenido, perdió el colectivo de vuelta. En esa tierra se vió seducido por los tehuelches, con quienes comenzó a vivir. Un príncipe egipcio adinerado con minas que se dedica a la caza y se entretiene y luego se va con el malón.
En las historias una estabilidad reinante, una clase social, una forma de vida, está amenazada por ciertos individuos. Patoruzú, dueño de la Patagonia, representante de la gran burguesía terrateniente, lucha siempre con un sentido del deber y sacrificio ciudadanos, por el mantenimiento del orden. El héroe llega para colocar las cosas en su “lugar natural”. El paternalismo de Patoruzú, su notoria superioridad, su caridad suprema, son los mitos con los que la clase dominante intenta asegurar su supervivencia en el imaginario de masa y con el peronismo que se viene. Barthes ya vio este mecanismo en ¨Mythologies”.
La historieta muestra así nuestro pensamiento conservador después de la mas grande crisis del capitalismo y junto al Estado de Bienestar y el fascismo. Y coincide con un momento, como ahora, en el que era necesario imponer limtaciones al sistema económico dominante: el Estado intervencionista (Patoruzú) debe regular los conflictos sociales. El mundo armónico que se propone ofrece la salvación a los miembros de la clase alta mediante la ayuda a los pobres. A través de esta visión del mundo, se daba forma a un conjunto de ideas que representan una respuesta a una situación histórica determinada: el discurso deseado de la vieja oligarquía que tiene en Patoruzú a su principal estanciero terrateniente. El indio llama siempre a los personajes a “actuar como cristianos”, a comportarse “como Dios manda” y no olvida agradecer a Dios cuando las situaciones se le presentan favorables. Los casamientos son siempre religiosos y los maleantes son a veces asociados con la figura del Diablo.
El “bienaventurado deseo de reparar injusticias” esta en la mayoria de los casos ligado al dinero o a la propiedad. Patoruzú es una garantia de seguridad. La propiedad privada debe mantenerse a salvo. Patoruzu manifiesta un gran respeto por los bancos, el dinero y los bienes de la gente.
No existe una historieta en la que el indio no done o regale dinero a alguien que lo necesite. Su hermana utiliza el mismo para darse gustos. Patoruzu coumple con todos los pagos y tiene como contrafigura a Isidoro quien no le paga a nadie y es famoso por sus acreedores. Hay una clara apelación a la honestidad y señorio de la oligarquia que cumple con sus deberes en los pagos y que constantemente realiza donaciones bien a organismos de bien publico o a individuos necesitados, en forma de limosna.
El poder publico, sobre todo la policia, aparece dependiente de Patoruzu para poder controlar la realidad: Aparecen como dominantes de la situación y participando de la misma los dominados (la condicion indígena pisoteada esta relacionada con el lugar que se le hace ocupar a un indio en la historieta), a la vez que se defiende el individualismo ante un estado que se fortalece.
Patoruzú usa su fuerza bruta solo como reacción a una violencia que comienza en el delincuente o el malo. Es tambien notable su ingenuidad: generalmente cree todo lo que le dicen, lo que hace que su reaccion ante el desengaño sea violenta. Y cuando Patoruzu no puede aclarar las cuestiones en forma pacifica (casi nunca) recurre al castigo (coercion). “A la guillotina” deseara en una historieta. Si bien su violencia nunca toma rasgos crueles o torturantes, las palizas serán tan duras como para que a nadie se le ocurra imitar a los bandidos.
Durante los primeros años de la revista sobre todo, son claros los prejuicios raciales y nacionales, principalmente con respecto a los enemigos: Juaniyo, el gitano, es traicionero y mentiroso; los judios son acumuladores de dinero, sin sentimientos comunitarios y, “en cualquier momento aparece un pacto turco-chino-indio para robar una reliquia de la flia Patoruzu. En los primeros años, la figura del judío, especialmente, circulaba por toda la revista, dentro de la historieta o fuera de ella, en chistes aislados.” (Steinberg)
Patoruzú es la fuerza conciliadora que nace en medio de la crisis de la gran burguesia agraria como sector hegemónico y en medio de la crisis del capitalismo mundial. Su figura de gran terrateniente bondadoso y hegemónico surge como contraparte de la crisis. El indio e Isidoro se codean con la oligarquía y otros estancieros, haciendo mas clara su identidad de clase
Es muy frecuente la asociación entre lo extranjero y la modernización como factores clave del desarrollo y progreso individuales.
Los personajes principales están siempre en el ocio. Patoruzu pasa su tiempo realizando donaciones, durmiendo, mirando TV o supervisando su estancia, a la espera de la perturbación que lo saque del tedio y lo obligue a poner las cosas en su lugar. El hecho de no trabajar no impide las recriminaciones a Isidoro por no hacerlo, casi siempre materializadas a través de la voz de upa. Hay una clara noción de progreso en el trabajo mostrada a través de personajes que “triunfaron” en la vida “comenzando desde abajo”.
El policía es el trabajador que mas aparece, aunque se hace muy difícil ligarlo por sus conductas a la clase social de la cual, en la realidad, proviene gran parte del plantel policíaco. Las ocupaciones ligadas al ambito eclesiástico tienen un espacio nada desdeñable, junto con los militares (de mayor trascendencia estos “Locuras de Isidoro”). Los políticos brillan por su ausencia.
Al realizar la justicia por sus propios medios Patoruzú integra y supera a las fuerzas publicas que no pueden resolver solas los problemas. Los policias aparecen en cada historia pero “el que ejerce en realidad las funciones militares, el que de hecho tiene la capacidad física para intervenir equilibradamente, reducir a la impotencia al enemigo, aniquilar su problematicidad, es el superhéroe, que ademas tiene mucho cuidado de jamas matar (...) al adversario (Dorfman). El poder real es el de Patoruzu: el tiene acceso a todo lo que sabe el comisario. Es, según su propia policia, “el gran aliado de la ley y la justicia”. Siempre lleva a un puñado de maleantes a la cárcel.
Patoruzu se haya esquematizado en la historieta como un personaje bueno, inocente, alegre, confiado y caricativo. Su identidad social es muy difícil de definir, a pesar de tener todo el aspecto de un estanciero terrateniente que quiere conservar intacta y libre de peligros la condicion social de su clase. Es el patron de una estancia sin confines. Para Isidoro es “un animal”, una “bestia buena”. Tiene virtudes gauchescas pero es un indio. Es al la vez un gran terrateniente y un cacique indio del sur. Tiene esa fuerza descomunal que usa solamente contra el mal. Su fortuna solo la utiliza para el bien. Los orígenes de su fortuna no son muy claros, aunque es muy probable que constituya parte de la herencia de los Patoruzek. Es el dueño de la Patagonia. Vive en la ciudad, pero de vez en cuando va a su estancia, pues si bien le atrae el encanto de la primera (lo moderno, lo europeo, los aviones y la vida del gran mundo), el campo sigue siendo lo natural, la tranquilidad, la virginidad. No se priva de utilizar el engaño para lograr sus objetivos, utilizando a veces los mismos medios que sus enemigos.
Isidoro Cañones, contrafigura, es el tipo ideal del porteño vivo, manguero, que siempre trata de aparentar. Siempre se halla atrás del dinero del indio, debe los alquileres, y Patoruzú termina pagándole siempre. Si bien comete muchas “locuras”, nunca llega a ser delincuente. Muchas veces paga caras sus “avivadas”. Este es el Isidoro de “Andanzas de Patoruzu”, puesto que en “Locuras de Isidoro” representa al playboy, mundano, a la pesca de una heredera, sustentado por su tío, el Coronel Cañones, miembro honorable del Círculo de Armas y socio del Jockey Club. Su compañera preferida, Cachorra, es hija de otro militar amigo del Tío Cañones: el coronel Bazooka. El Coronel Cañones con su moral intentará de todas maneras posibles encarrilar al “descarriado” Isidoro, despilfarrador de dinero.
Patora estudia en un colegio de monjas de la patagonia del cual constantemente se escapa. Patoruzu la tiene enclaustrada en ese colegio permitiéndole ciertas travesuras. Los “desbocamientos” de Patora son vistos por Patoruzú como una “deshonra a la tradición familiar, a los Patoruzek”. Patora busca, en todas las historietas en las que aparece, a su “tipo”, busca el hombre de su vida para “casoriarse” con él: ese es su fin principal en este mundo.
Upa, hermano menor de P, era en un principio inocente, amoral, animalesco; después fue adaptando la moral de P. La chacha es famosa por sus empanadas y el locro. Tiene cierto dominio sobre P, quien muchas veces cede ante ella.
Tambien participa de las historias una multitud anónima que siempre aparece a través de espectadores ocasionales que son, en su mayoría, “gente buena”.
Muchísimos enemigos salieron al encuentro de Patoruzú desde 1936 hasta hoy. Algunos lo buscaron por su incalculable fortuna, otros...los buscaba el en sus deseos de reparar injusticias. Tal es el caso de Skylock Cuervo, el falso florista, que dilapidaba los millones de una “huerfanita”; o Brutus y Boris, quienes lo enterraron vivo para evitar que un circo pasara al poder de su “legítima” dueña. Todos siempre actuaban en forma desleal. Entre los más destacados de los primeros tiempos encontramos a Gastón Guillotín, el hotelero, y su compañero El Decapitador. También debemos contar al hindú multimillonario quien tenía a su cargo villanos como el japonés Miko, al Honorable John (un negro) y Puro Brazo (el jefe de una banda de piratas encapuchados). Patoruzú se traslada a todos los lugares geograficos del pais para vencerlos: Desde el polo sur hasta el corazón de la selva chaqueña donde enfrenta al Toba Monstruo (los tobas, aún no exterminados por la civilización en su totalidad).
Restituye al titular de un ducado remoto que había sido depuesto por su primo. En Bs. As. Defiende a una “gurisa” de las redes de “El Chacho”, un mestizo cuchillero; esta a
punto de perder su fortuna a manos de “Mamadera” (quien tiene un singular parecido con Alfonsín) y “La Madre Pepina”; desintegra una organización oriental que se dedicaba al expendio de alcaloides; entabla lucha con Iván el más Terrible, un genio del mal que siembra la muerte y la destrucción a su paso.. La descripción de “Iván, el más terrible” es fácilmente asociable al enemigo comunista. El adversario es identificado como perteneciente a un mundo diabólico, donde primaría la perversión física y moral, la deslealtad extrema. Patoruzú arriesga su vida en todas las aventuras, aunque sepamos que pueda detener las balas entre sus dientes, lo que nos remite al ideal del ciudadano patriótico y de una patria/sociedad “invencible”.
Durante los primeros años de la revista los enemigos mas populares del indio eran de raza amarilla, negros, judíos, gitanos, hindúes, turcos, árabes, personajes satánicos, indígenas no adaptados, mestizos y piratas, la mayoría de los cuales poseía una gran contextura física, eran feos, duros y crueles. En los últimos tiempos encontramos más malhechores de guante blanco, entre los que resalta una gran habilidad e inteligencia: se combinan un forzudo y un “cerebro”; es difícil encontrar enemigos sueltos que no estén, por lo menos, con su pareja. Son muy poco solidarios, piensan a veces en traicionarse y combinan la fuerza bruta con “torturas sanguinarias” que permanecen en el nivel discursivo ya que nunca se materializan en la historieta.
El arte de persuadir de Patoruzú se apoya sobre los endoxa, es decir, sobre el pensamiento popular. Los lectores de Patoruzú abarcan todas las edades, aunque sin duda son los pre-adolescentes y adolescentes quienes más leen la historieta. Generalmente los adultos la leen porque “ayuda a olvidar”, “entretiene”, y según las palabras del guionista y dibujante de Isidoro (el Sr. Juliá, 72 años) “no muestra todos los problemas que se muestran ahora.” En un momento fue tanta la popularidad de la historieta que hasta se hizo una película en 1942: “Upa en apuros”, que fue proyectada en sus inicios como relleno de “La guerra gaucha”
El material publicitario es casi siempre un conjunto de avisos por correspondencia, metodos para tener un mejor cuerpo, cursos de astrología, etc. Son publicidades que prometen conversiones radicales en cursos de 3 meses por correo.
Surge poco después de los últimos exterminios de indios realizados en el sur a favor de los terratenientes, que son como el exterminio de la clase media hoy. A través de la historieta (nuestro pensamiento) se sustituye la historia real, conflictiva, por una historia “ideal”, la historia que se quiere que sea leída. Patoruzu no existe, son los padres.
viernes, 21 de noviembre de 2003
Pen(o)samiento Argentino IV
4) El hombre que está solo y se convierte en caricatura.
Baudelaire escribió: la caricatura es doble: dibujo e idea, el dibujo violento, la idea mordaz y velada. Los primeros volantes satíricos en historieta del tiempo de la colonia son de un filósofo y fraile, Fray Francisco de Paula Castañeda. En la actualidad Inodoro Pereyra revela la naturaleza caricaturesca de nuestro ser nacional, lo cual se relaciona con nuestro humor. Ya que no pensamos para encontrar soluciones ni para entender. Porque para eso hay que mirar y concebir y preferimos leerlo en historietas y quejarnos de nuestra impotencia. Las historietas revelan nuestra corrupción corporal, la tinta con la que hemos sido manchados. “La eficacia de la historieta reside en trabajar sobre mensajes debilitados en su reiteración, sucesión de efectos que carecen de sentido. Porque la parodia, como la caricatura, no hace sino resaltar lo manifiesto: no inventa, enfatiza.” Juan Sasturain.[1] Pereyra “se ha desintelectualizado para crecer periodísticamente. Ya no hay casi narración: hay chistes.” 3 tipos de situaciones: enfrentamientos con malones, militares y plagas de loros.
Pen(o)samiento Argentino III
3) El hombre que está solo y patotea
El pensamiento argentino glorifica el bandidismo y la ilegalidad, porque siendo europeo en América o caudillo de provincia puede hacer lo que se le antoje. Patotean los porteños ilustrados supuestamente iluminados. ¿Se puede pensar siendo de Santa Cruz? (ej. de tesis de San Luis y profesor, ej. de Santa Cruz muy lejos). De donde son los que exponen en estos dias? Que se hace con lo que se piensa en estos días? Que se reivindica como pensamiento en estos dias? Que significa esa reivindicación? Nadie que escuche está a salvo del hombre que está solo y patotea, de sus descalificaciones rápidas y gratuitas de profesor de escuela secundaria de dictadura. Patoteros Rosas y Sarmiento. Ilegibles Manuel Gálvez y Martínez Estrada. Todos renegados.
Pen(o)samiento Argentino II
2) Reíte, che: El hombre que está solo y se ríe
En nuestro humor está nuestro pensamiento. Si el humor es una de las formas más reveladoras del pensamiento, hay un cansancio, una fatiga en nuestro humor que revelan el cansancio y la fatiga de nuestros pensamientos. El argentino es un hombre cansado y jodón. Sus bromas derivan de su fatiga, de su asombro, de su desconcierto. Cuando el diálogo es imposible, el argentino es el hombre que está solo y se ríe.
jueves, 20 de noviembre de 2003
Pen(o)samiento Argentino I
¿Cuál de todas las músicas del pensamiento corresponde al pensamiento argentino? ¿Pensamos los argentinos algo diferente? ¿Qué cosas dice ese pensamiento? ¿Hay que viajar por la Argentina, temporal y espacialmente, para conocer el pensamiento argentino?. ¿Qué hay que leer? ¿Somos lo que hemos pensado? ¿Cuál es la relación entre pensamiento e identidad? Cuatro puntos y una conclusión.
1) Oid mortales o El hombre que está solo y escucha
Las llamadas a las radios muestran el pensamiento argentino, exponen brutalmente el lenguaje de nuestro ser. Para entender el pensamiento argentino importa tanto escuchar a Antonio Carrizo y sus preguntas como prestar atención a las respuestas de Borges, ambos ampulosos. Todo lo que piensa la radio y la televisión es cierto. No lo es todo lo que pasa por la mente de los filósofos argentinos, a menos que llamen por teléfono a los medios de comunicación. Por eso si se tiene algo para decir hay que ir a la radio más que a la universidad donde nada se dice porque nadie escucha. Y si la radio y la tv imponen límites al pensamiento también lo hace el aula, hoy lugar de la hecatombe del conocimiento. La universidad está en una crisis terminal como institución educativa. No es casual que hayan empezado las carreras a distancia y los cursos por radio y tv. Recuerdo la indignación de todos cuando se dieron las primeras clases teóricas en el CBC transmitidas en pantalla gigante.
Digo ir a la radio más que a la tv porque la radio es un medio menos invasivo y en retirada y que, como consecuencia, permite pensar más que un estudio de televisión, además de su accesibilidad económica.
¿Cuál es la relación entre pensamientos y sonidos, el grito de un gol, el compás de un tango, el tintineo de la taza de café al apoyarla en el platito? Se trata de leer pero también de escuchar. Cuando escuchamos pensamos y sabemos más quienes somos. ¿Qué podemos pensar cuando escuchamos? ¿Cómo volver a escuchar? El poder de la escucha quedó sepultado con la dictadura democrática de la opinión y la participación, donde uno tiene que hablar aunque no tenga nada para decir. Hay que reaprender a escuchar. Escuchar no significa someterse. Escuchar es imaginar, pensar. No escuchar es hablar sin saber. Para conocer que piensan los argentinos hay que saber escuchar, hay que viajar, hay que estar en la calle, en los caminos, en las mesas de truco, en las veredas, en las piernas de Maradona. Si pensamos constantemente la radio es una buena metáfora de ese pensamiento perpetuo y su absurdo. Y como buena metáfora, tal vez sea el pensamiento mismo. El hombre que está solo, escucha.martes, 14 de octubre de 2003
¿Cómo leer y escribir en la Argentina?
1. ¿Cómo contamos y creamos historias perversas sobre pueblos perversos en un mundo perverso? La literatura profana. Leer y escribir son formas de perversión y sacrificio. Un lugar donde desaparece gente es ideal para la literatura como estética de la pérdida de sentido.
2. ¿Cómo creamos y contamos las historias de pueblos prejuiciosos en un mundo prejuicioso? ¿Qué tipo de pueblo perverso somos y como nos retrata nuestra literatura? Habría que empezar viendo Dogville, de Lars Von Trier. Y luego cruzar el cristianismo en esa película con la religiosidades políticas locales, con los monstruos de Cortázar, las fuerzas extrañas de Lugones, el horror de Quiroga y la tradición de prostitución y traición en Arlt.
3.¿Cuáles son las relaciones en este marco entre lengua, literatura, cambalaches, perversidades, prejuicios y democracias? El peronismo y la destrucción de la Argentina son excepcionales obras de arte. La literatura argentina, como testigo, es terreno de memorias y olvidos sobre estos fenómenos. Borges decía que deberíamos cultivar el arte del olvido. Otros políticos también creyeron y creen que el problema radica en la resistencia al olvido.
4. ¿Cómo pensar nuestro país desde la literatura y la literatura desde nuestro país? La literatura constituye una relación entre la muerte y la escritura como despertar. ¿Pero y si la Argentina se durmiese en nuestros libros? Cuerpos argentinos que caen, literatura que cae. Reflexionamos distorsionada y perversamente sobre una escritura en la cual caemos. ¿Cómo es posible una escritura desde el lugar de la muerte, de las ruinas, de la violencia, de la ausencia, de la tragedia argentina? ¿Cómo sino en forma de pérdidas, deshechos, carencias, huellas, cicatrices? Soñar en la Argentina es una manera de enfrentar la realidad de una muerte muy concreta. Y la literatura es nuestro cadáver animado. Si hay un legado de impotencia, inaceptabilidad e incomprensibilidad en el corazón de la existencia y la experiencia literaria, la literatura es aquello que no puede interpretarse sino negando la interpretación.
¿Debería nuestra literatura tratar de ayudar a construir un Estado mejor para un país mejor, vieja pregunta desde Platón a los románticos? ¿Representa nuestra literatura ciertos valores y artes que hemos destruido o dejado de lado en nuestro país? La literatura es un lugar perverso donde decir lo que somos. Por eso muchas veces es rechazada. Pero si poseemos como único saber las certezas de lo incierto, nos refugiamos cobardemente en la literatura. De allí la ironía de la literatura que, en busca de más vida, cobarde y perversamente, se encuentra con la muerte.
Sin embargo, no todo son espinas y la experiencia de la literatura es la de una pasión y resistencia infinitas, unos restos imborrables. La falta de camino, nuestras detenciones de la acción, derivan del hecho de que estamos ante una experiencia ilimitada y una discordancia entre los impulsos artísticos y la historia, que tal vez siempre discordaron. Y esto hace que, como en Rayuela, se confundan el lado de acá y el lado de allá. La literatura nos habla del ausente que no está en el cielo o en la tierra y habita una extraña región incompleta e inconsistente.
Soñar y despertar, oscuridad y luz. Si toda vida imaginativa comienza en estas correspondencias, en la aparición de algo no existente, como si existiera, es donde encontraríamos la cuestión sobre la verdad de la literatura, producción estética de lo ciego --la expresión-- desde la forma; “hacer cosas de las que no sabemos lo que son”(Adorno 1983: 153).
Así la literatura es otra manera de traicionarnos, momento de lo impronunciable cuya pronunciación es forzada para encontrar una salida. ¿Cómo desafiar nuestros encierros argentinos, nuestras imposibilidades históricas? La literatura está siempre por revelarlo, forma del pensar derivada de una crisis existencial que nos obliga a introducir otras identidades.
La literatura vive de querer decir el más allá de las palabras, aspira al Ser o a la muerte, de allí la frase “Perón o muerte”. La imposibilidad de una expresión más acabada exalta lo dicho que salta más allá del sentido y de la misma literatura. Es que la literatura añora la no-literatura, y esta añoranza fuerza al escritor a socavar sus afirmaciones para permanecer fiel a su vocación. La atracción de un escritor hacia su literatura es una atracción hacia lo que ella no es. Las ansias utópicas de escape y el regreso utópico al refugio del lenguaje son condiciones de la literatura. Hay una raíz utópica en ella, marcada por un disgusto por la misma historia y por las historias, ambas cautiverios pero teniendo la literatura una pretensión de libertad. Los sueños y la escritura son ambos homenajes a una realidad perdida que no puede reproducirse a sí misma excepto mediante su repetición en algún nunca alcanzado despertar.
He partido en 1990 de la Argentina ante lo que percibía como una ausencia de corporalidad propia de una nauseabunda decadencia. Regresé hace unos meses en momentos en que me pareció necesario y a la vez factible hacerlo. No estoy seguro de continuar en la academia literaria. Mucho huele a roído en las universidades, de Argentina y del mundo, donde pasean compadritos, entre estudiantes y profesores, para quienes pensar es abofetear el pensamiento con recursos de autopromoción barata, lastimosamente enrostrándonos sus resentimientos de superficie, desdeñosos de la mirada del otro y, al mismo tiempo, esperándola para justificar su también plagiado desdén. Pensar es algo que perturba el alma de tanto considerar. Y es muy difícil defender la duda convencida que torpemente vacila ante la soberbia firmeza del compadrito. Su asombroso descaro acaba por sofocar e imposibilitar la respuesta del dubitativo, intimidado además por el gesto arrogante y simulado de los elegidos del saber y del dolor. Las universidades no podían ser ajenas a la corrupción y mercantilización de los años 90.
Pienso en mi experiencia en todos estos años, atravesando distancias con el esfuerzo físico correspondiente para perder países, como decía Pessoa, y tal vez recuperarlos, partiendo en su búsqueda. La Argentina debe ser buscada, al menos a eso yo he regresado, y nuestra literatura ser testigo de esa búsqueda bajo la luz de la vieja disputa entre Borges y Perón sobre la naturaleza de nuestra realidad.
Nuestra crítica tanguera, forma autóctona de negatividad, fomenta una ética picaresca que corrige entusiasmos con sistemáticas sospechas e ilimitadas paranoias. Somos los argentinos buenos críticos literarios, militantes del escepticismo, amantes del fracaso y los espejismos, para quienes el narrador nunca es confiable, el mundo es ilusión. Es decir, Borges y Perón.
5. Necesitamos nuevas y viejas palabras e historias. La miseria argentina es también una miseria verbal, como vería Borges tempranamente. Necesitamos recuperar las palabras y buscar otras que digan lo que queremos decir. Necesitamos recrear el lenguaje de nuestro nuevo conventillo. ¿Cómo escribimos los argentinos? ¿Y qué nos revela la respuesta a esta pregunta? ¿Qué problemas acarrea la representación de nuestro lenguaje? Como el personaje de Daniel Moyano en El Vuelo del Tigre, tenemos que conjugar verbos que no conocemos, y otros que hemos olvidado.
6. ¿Cómo leer esas palabras? ¿Cómo escribirlas? Si acordamos con Paul de Man en que la vida es una resistencia a la lectura y que leer es leer la diferencia entre vida y lenguaje, leer es casi imposible como una acción completa, sin el humo del Chaltén y palabras como nubes interponiéndose en el camino. Lectura sucia que nos tienta a abandonar la lectura. No podemos leer la Argentina enteramente y eso crea desastres e injusticias. Leer la Argentina es incrementar nuestra conciencia de ceguera sobre la Argentina, estar náufragos y ansiosos de lecturas, como esclavos y analfabetos del siglo XIX, en los comienzos de la nación. Los cuerpos que forman un manuscrito argentino ilegible escriben sin “hablar”, silenciosos escritos sin saber lo que se está escribiendo. El lector argentino ha de captarlo mediante una experiencia sin palabras que recrea el mundo . Tal "traducción" convierte a ese virtual lector argentino en un mejor y más sabio oyente: menos seguro, más sensible.
La Argentina oculta existe dentro de nosotros y nuestro fracaso en iluminarla es la historia de una circulación de lo indescifrable. ¿Cómo puede leerse nuestro ilegible? Leer nuestros ilegibles es reducirlos a lo legible, interpretarlos como si fueran del mismo orden de lo legible. Nuestra tarea no sería tanto leer nuestros ilegibles como una variante de lo legible sino repensar lo legible como una variante de nuestros ilegibles. La "lectura de nuestros ilegibles” podría lograrse sólo a través de una modificación radical del sentido de esa “lectura”.
Esta Argentina, si bien bastante escrita, bastante leída, nunca se acaba de leerla. Tal vez sea hora de leerla de una manera inédita, fuera del propio tiempo, como el Quijote de Ménard. O por lo menos para mí y por eso he regresado. Salirse del espacio a veces ayuda a salirse del tiempo. Necesitamos cierto arrojo literario, intelectual, profesional y existencial.
Al principio de esta charla recomendé la película “Dogville”, acusada de sexismo y misantropía. Y es que la influencia de nuestras ciencias sociales ha generado cambios en nuestra ética de lectores y escritores. Pero el conocimiento necesita tensión, ironía, lectura, apertura al lodo de la historia, y menos prejuicios políticamente correctos. Hay que construír, como el hornero, con el barro. La banalidad de salón que ha hecho su nido de plástico en los 90 tiene que ser criticada si nos interesa rescatar la tarea intelectual de potenciales lectores y escritores de un país independiente. La posibilidad de la recuperación de la Argentina es, entre otras cosas, la posibilidad de la producción de un pensamiento. Lo que está en juego es la escritura de nuestra independencia. La erosión de la palabra escrita y hablada, la falta de compromisos, las ignorancias doctorales y populares, la rendición al presente, fue fundamentalmente obra nuestra.
El estudio de nuestros propios ensayos y de nuestra historia como puntos de partida para la recreación de un sentimiento nacional o regional no deberían perturbarnos. Ese sentimiento no debería perturbarnos. Ni tampoco deberíamos asustarnos de repensar la raza cósmica de Vasconcelos, de una actualidad que asusta más allá de su racismo de época. Debemos recuperar nuestros objetivos intelectuales y educacionales y, con ellos, la pasión por explorar. Nuestras notas prolijas, sopesadas y calibradas, son nuestra tragedia intelectual.
Viajar a nuestras palabras, a nuestros países perdidos, “allá lejos y hace tiempo”, cuando dejamos de contar, nos recordará y nos instará a variadas maneras de saber, de leer y de escribir. Pero hay temor a no ser tomados en serio o a fracasar. Si el bárbaro es aquel cuyos sonidos articulados no producen sino un conjunto de fonemas incomprensibles, la corrupción y barbarie están también en nuestra escritura, en nuestra casa. Los escritores académicos son a veces damas de companía privilegiados oportunistas viajando en la corriente de la moda, obedientes a un formato burocrático de corte. Tal vez las nuevas escrituras vengan de un desierto patagónico, si no excepcionales y pulidas al menos independientes.
Necesitamos intuiciones, nuevos conceptos, y un cierto hermetismo que define la libertad de movimiento del escritor como vagabundo de los saberes que va estableciendo conexiones, definiendo un estilo y una ética. El estilo refleja en su espejo la naturaleza del peligro. El escritor prefiere el estilo y la energía, lo trágico y lo sublime, la elección y la virtuosidad, permite una actividad en el registro de lo ético. Martínez Estrada definió al escritor como un hombre que agita,
“vikingo de mares incógnitos, un viajero que sueña en continentes desconocidos, el más fecundo proveedor de materiales de fermento para la cultura filosófica; un hombre en rebeldía, como lo llamó Camus, un hombre que hace en su persona entera el experimento de ensayar otras formas superiores e inéditas de vida” (Martínez Estrada: 1967).
Nuestros aprendices de escritores, trovadores del conocimiento, aprenderán sobre gracias y desgracias en todas las rutas y calles y despausterizarán nuestros saberes. No se construye un estilo y un país, sino sobre abismos. El escritor sabe que no hay descanso en la comprensión. Y una mirada agotada no ve nada. Ese cansancio produce una ceguera que lleva a la entrega o al apresuramiento para salir de una situación: la posada del ojo.
Los especialistas en educación nos dicen que los resultados educativos, nuestra capacidad para leer y escribir por ejemplo, están relacionados con una situación social del país que se deteriora crecientemente. No es cierto. Es sólo otro prejuicio de las ciencias sociales siempre defendiendo al buen salvaje. Ya que ésta es la situación social presente también en el mundo desarrollado. Y los jóvenes docentes enfrentan el riesgo de una educación donde la relación docente/alumno se quiebra porque se incorporan a la enseñanza y al aprendizaje universitario jóvenes con un universo cultural e utopías diferentes a los históricos de la universidad. Y aplicar estímulos salariales en relación con resultados y rendimientos de las instituciones educativas sólo genera una hiperinflación y ficcionalización de los resultados. Los alumnos terminan aprobados por cuestiones sociales, ideológicas, económicas o derivadas de un marco de emergencia.
Hoy los alumnos dejan de ser alumnos y ejercen reivindicaciones desde el lugar de los profesores. Todo mezclado en nuestro cambalache, con la desordenada ley enmarcada en un supuesto compromiso social. Las instituciones educativas tienen un problema muy serio que nadie parece querer enfrentar. Los estudiantes egresan sin rigor alguno. Y entran a la universidad como a un estadio de fútbol, sin ser examinados. No hay contención, dicen. Es mucha exigencia para los estudiantes, dicen. Yo creo que estos discursos están arruinando a nuestros jóvenes y a nuestra universidad. La universidad requiere cierto esfuerzo sistemático y disciplina que los nuevos sectores que la habitan no quieren practicar.
Sarmiento hombre político, hombre de letras, interdisciplinario, pensó al Estado como obra de arte. Yo propongo estudiar el terreno literario argentino e iniciar nuevos viajes de diagnóstico a lo Bialet Massé, con una nueva politica y sensibilidad románticas encaminarnos hacia la creación de nuevas instituciones. La diseminación de la educación literaria es peligrosa sin un claro propósito de esa educación, decía Alberdi.
La capacidad de leer representa la base misma de una educación intelectual. Aprender a leer no es sólo un episodio de la niñez sino una condición para la independencia intelectual, política y económica, y para la adquisición de valores (palabra que hay que recuperar de la dictadura). Tal vez sea el tiempo del regreso de los payadores, los viajeros patagónicos (ahora de la Patagonia hacia las grandes urbes, Kirchner es un ejemplo) y los exámenes de ingreso (que ya no sea un privilegio de la dictadura). Así nos pondremos a estudiar. El país lo necesita.
Obras Citadas
Adorno, Theodor (1983). Teoría estética. Buenos Aires: Ed. Orbis.
Borges, Jorge Luis (1989). “Pierre Menard autor del Quijote” en Obras Completas 1923-1949.
Buenos Aires: Emecé.
Cortázar, Julio (1984). Rayuela. Barcelona: Bruguera.
Martínez Estrada, Ezequiel (1967). En torno a Kafka y otros ensayos. Barcelona: Seix Barral.
Moyano, Daniel (1981). El vuelo del tigre. Madrid: Legasa.
Von Trier, Lars (2003). Dogville. Vancouver: Lions Gate Films.
viernes, 22 de agosto de 2003
Animales y literatura
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