No se le cree al que no puede porque está condenado a la necedad. Martín era un inocente en medio de todo. Hay que reducir para que funcione: eliminar lo que no me conviene en la letra. No me consta que alguien haya reconocido su parentesco. ¿Era necesaria tamaña formalización para desembocar en una obviedad?
Gamin estaba decidido a no entregarse, ni con el medio ni con los demás. Al volver, habiendo cambiado la contraseña, no sabe dar la respuesta adecuada y, a pesar de ser reconocido por todos, a pesar de sus apelaciones angustiadas, es asesinado por un amigo centinela, en obediencia a la norma del reglamento. Esto me lo contó mi amigo Dino. Yo sospechaba algo porque hacía ya mucho tiempo que no sabía nada de Gamin. De repente, sobre su lecho de muerte, le dan a entender que ellos no son responsables. Que debían tirar contra cualquier cosa que se moviera.
–Ya no tengo conciencia. Mi conciencia es Fahri, el jugador–, fueron sus últimas palabras.
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