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Dramatis Personae

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Filopolímata y explorador de vidas más poéticas, ha sido traductor, escritor, editor, director de museos, músico, cantante, tenista y bailarín de tango danzando cosmopolita entre las ciencias y las humanidades. Doctor en Filosofía (Spanish and Portuguese, Yale University) y Licenciado y Profesor en Sociología (Universidad de Buenos Aires). Estudió asimismo Literatura Comparada en la Universidad de Puerto Rico y Estudios Portugueses en la Universidad de Lisboa. Vivió también en Brasil y enseñó en universidades de Argentina, Canadá y E.E.U.U.

martes, 21 de julio de 2009

Risas

Se burlan cuando lo ven. La cultura es la risa de quien no tiene opinión formada. Martín era igual, defendía lo suyo, reivindicaba a la gente de buen humor. Fue solidario. Se creyó su rol de héroe absurdo, su gesto de bufón llorón y desaforado.

–No sea cínico–, me dicen. Pero él me había dicho sin hesitar, entre cómplice y divertido:

–Mirá...al fin y al cabo la comicidad generalmente es una defensa contra la depresión. Detrás de cada persona que hace reír hay un profundo melancólico.

Al fin de cuentas, Blackhole es famosa por su nutrida y a veces combativa población pedigüeña. A veces nos reíamos de Martín, pero a la larga resultaba no hilarante sino absurdo y, por lo tanto, dislocado, convivir con una persona de su tipo. Sus compañeros ahora viven en un suburbio elegante, en una casa luminosa, con el jardín y el gato infieles, rodeados de flores. Durante varios años los funcionarios de Blackhole, cínicos y pícaros, harán ir de despacho en despacho a ese mendigo iluminado del que se ríen los muchachos y al que no le cabe en el cuerpo la soledad entera. Y así, alerta, sumergido en su vigilia, palpa el desangre de su coraje dilacerado y siente la eternidad como un resplandor que se derrama en lo efímero de sus costillas. Yo no me reí. Porque las armas profundas eran las sonrisas y el estilete.

–¿Y entonces, cuando y por qué sonreís vos?–, me preguntó una vez Martín. –¿Por qué no abrir una sonrisa y un mirar insolente? ¿Y si en un recodo del camino hubiera una guapa muchacha y cuando pasáramos por debajo de su cuerpo nos saludase amistosamente con una hermosa sonrisa también, sin ninguna razón en especial?

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