De tal manera que la búsqueda de una unidad es ideológica. No sé si llamarla "pre-concepto" pues habría entonces un concepto no ideológico, cuestión de la que me permito dudar. Pues no sería esta búsqueda "ideológica" si nos atenemos al a concepción de lo ideológico como falso, velado, pre-científico, cáscara. Una tercera opción, ni más ni menos válida que las otras dos, es pensar la búsqueda de una unión como una búsqueda vana. Una pregunta inconducente, pues: ¿qué sería la no unidad? Y sí, en cambio, preguntarnos por las mutuas transgresiones de los elementos de esa unidad. No confundirlos, sí diferenciarlos mediante su misma unificación dialéctica: no una suma teoría y praxis sí una puesta entre paréntesis de esas nociones en las que cada una está, a su vez, interactuando no instructivamente con la otra (teoría/praxis). Pero, empapados de dogmatismo lógico y religioso, ¿cómo aparece la transgresión? ¿Cómo mezclar lo bajo y lo alto para dar un salto? Quizás se trate de una utopía al revés: no la unificación del cielo y la tierra en la revolución, sí una deconstrucción de ese cielo y esa tierra: una revalorización de lo no necesariamente productivo?
Es que: ¿hay un cielo? ¿Existe un fin de la historia, un estadio positivo final, una cura? O incluso peor: ¿hay algo a lo que podamos llamar unidad saludable? Es el intento de la modernidad: curar, homogeneizar, volver a integrar: Comte y Marx: Eros al ataque, pretendiendo integrar o curar algo que no ha estado enfermo o roto, sino que ha sido roto y dividido para poder luego operar: aparición de las ciencias sociales, auge de las prácticas médicas, Histoire de la sexualité.
Eso no quiere decir que no debamos reconocer las grietas como condición para que incluso Eros venza por lo menos temporariamente al otro invencible: Tánatos. Pero antes de ello debe "despertar el alma dormida" de la que habla Cioran. En síntesis, se trata de poner en cuestión la idea misma de diseño como planificación: ¿idea de reflexión práctica? La revalorización de lo simbólico ante lo sustantivo ya ha constituido un gran golpe a la creencia en los "grandes métodos". Esta reconceptualización de la relación teoría-práctica de la que estamos hablando está íntimamente relacionada con la problemática del Diseño. No es que yo opte por no diseñar, sino que la cuestión es: ¿cómo diseñar lo indiseñable, la sociedad, la libertad? ¿Cómo ser sociólogo? ¿En qué medida nuestras teorías tienen que ver con una praxis social y actúan sobre ella?
Lo primero que tenemos que hacer es quizás revisar la concepción del sistema viviente que estamos usando, cuál es nuestra antropología (base de toda ideología). A partir de allí construimos nuestro objeto de conocimiento y apelamos a la causalidad para explicarlo. Pero la causalidad, si bien indispensable, es completamente arbitraria desde Hume. Más aún en los sistemas complejos que tienen a la paradoja (para el observador externo) como estado propio. Entonces digo: rompamos con la noción de teoría que se aplica a la práctica. No sabría bien qué hacer después. Pero, al menos, reevaluemos la práctica y devaluemos la teoría. Relativizemos los enunciados: las hipótesis y conjeturas pasan por el lenguaje, no existe "la" realidad, "la" Argentina. ¿Podrán los científicos sociales reflexionar en la acción?
El mito de la unidad es el mito de un saber omnisciente que establece una resonancia entre un discurso teológico y la actividad experimental de teoría y medida. Según Whitehead hacía falta esto: "Quiero decir con ello la convicción invenible de que cada acontecimiento puede ser puesto en correlación con sus antecedentes de una manera del todo definida, aplicación de principios generales (...) es el convencimiento instintivo...: que hay un secreto que puede ser develado. Aquel no parece poder encontrar su origen más que en una fuente: la insistencia medieval sobre la racionalidad de Dios, concebida con la energía personal de Jehová y con la racionalidad de un filósofo griego".
Los sociólogos funcionan a su vez como extensiones de esta unidad: el teórico institucional por un lado (ordenando lo social) y el sociólogo empírico por el otro (comerciando encuestas que legitimen ese orden): "saber y prácticas sin relieve ni profundidad", al decir de Ibañez.
Así pasamos por nuestra historia, sociólogos, desde una (ciencia)/técnica a una ciencia/(técnica), de lo impuro a lo puro: "sólo en el medio (ciencia/técnica) es fecunda, cuando ha progresado su pureza sin eliminar las impurezas. Pues la "impureza" es la "condición de posibilidad de la experiencia" (Serres). Al caer la sociología socialista en una "repetiión monótona y dogmática de clisés"(Ibañez), nos queda la reflexión sobre nuestro método, sobre lo que no dice y lo que no puede decir: relativizar esa tentativa de unidad para "reducir lo que hay en su contexto biográfico y subjetivo de racionalización", y lo que hay en su contexto histórico u objetivo de ideológico" (Ibañez). Quizás esto sea pedirnos ir "más allá de la sociología", más allá de la pelea naturalismo/antinaturalismo y no buscar la Exactitud (que este escrito no tiene pero que tampoco tienen las ciencias naturales o sociales) ni la Inexactitud, sino husmear una anexactitud, con minúsculas, escéptica y esperanzadamente.
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