Siempre quedo pasmado cuando acabo cualquier cosa. Quedo pasmado y me desolo. Mi instinto de perfección debería inhibirme de acabar, debería inhibirme hasta de dar comienzo. Pero me distraigo y hago. Lo que consigo es un producto, en mí, no de una aplicación de la voluntad, sino de un ceder de ella. Comienzo porque no tengo fuerza para pensar; acabo porque no tengo alma para suspender. Este libro es mi cobardía.
Bernardo Soares (Fernando Pessoa), Livro do Desassossego(Ed. Zenith, Trecho 152).
Hay derrotas más trascendentes que una victoria
Montaigne, Ensayos (cap. 30).
Cada día tiene su final. Este es un libro de siete finales. Como los gatos, tiene siete muertes. Cada una de esas muertes representa un día de la semana. Semana que se repite cada siete días. Así he montado en este libro mi propio rollo de la película de La invención de Morel. Y así permanecerá hasta que alguien cambie los rollos.
Domingo
Este libro terminado no importa tanto como las posibilidades de este libro no terminado. Por lo menos en la vida del espíritu, conviene seguir las aventuras hasta el fin, es decir, hasta la muerte. Lo demás es silencio; después del juicio final, el silencio. Por eso este libro también está inacabado.
Para Fausto el valor de la vida consistía en la persecución y no en el logro del fin buscado. De él heredaríamos el credo según el cual el esfuerzo es lo esencial. Este ha sido, en ese sentido, un viaje el busca del cadáver de las literaturas imposibles, en busca de las evidencias de lo que no se sabe(414). He inentado en este libro prestar atención al fenómeno de la anti-literatura como un recuerdo de la barbarie que descansa por debajo de toda literatura, la cual nos hace conocer su poder de manera recurrente a lo largo de la historia. Fue por ello que en los tardíos años 30's Bataille complementó su ataque a la filosofía, la ciencia y la crítica con un ataque sobre la literatura misma.
A veces esta percepción nos lleva fuera de la vida académica. Pero tan sólo porque no recordamos ni nos esforzamos por recuperar otras academias, como la de Platon en Atenas, por ejemplo. ¿Cómo reencontrar lo imposible que permanece fuera de la academia que conocemos? Las academias "místicas", en contraposición a las nuestras, conocían las limitaciones de las palabras y nos impulsaban más allá de ellas.
Preocupada con la captura más que con la pérdida, con el reintegro más que con el gasto, la crítica académica contemporánea ordena lo heterogéneo acorde a sistemas homogéneos de representación. Su proyecto consiste en ordenar textos de una manera previamente imaginada para ellos, consumiendo y apropiándse de lo que puede acomodar a su esquema, mientras descarta o reprime lo que queda por fuera. En ese sentido, este libro no pretende ningún veredicto sino ser sólo un informe. La fatiga que contagian nuestras literaturas imposibles se hace evidente en la pérdida incurrida al intentar producir una disertación sostenida(415). La base de la tragedia de este libro descansa en la imposibilidad de la tragedia convencional, en la necesidad de una redefinición de la misma en términos de los alcances mayores de nuestra imaginación (Oates 12-14). Si hay algún gran tema en la literatura es éste: la destrucción de las ilusiones como dominio de lo posible mediante la intervención, amarga o gloriosa, de una realidad hasta entonces imposible: problema inherente a la tragedia (Oates 39).
Lo escrito en este libro habrá tal vez disguistado al crítico digno que adopta, ante la obra literaria, una postura solemne. No pretendo ser un crítico y, en lo que refiere a la dignidad, tantas veces un valor conservador, ¿quién afirma que la poseo? En Cumbres Borrascosas un amor infantil persiste a través de la adultez, a pesar de su imposibilidad, para destuir la posibilidad de cualquier otro proyecto exitoso. Es en esta traición destructora de las presencias, en este deseo por lo "imposible", que descansa una lealtad que me interesa. En este sentido, este libro podrá ser censurado por defectos de estilo académico, pero jamás por motivos éticos, puesto que su raíz es la de un acto de amor.
Lunes
Podemos hoy pensar la literatura que no existe a través de la que existe. Y hacernos la pregunta por la "otredad" de cada una de estas literaturas a la manera de un salto al cielo en procura del libro por-venir, realizado fragmentariamente en los libros "imposiblles" como parte de un proyecto para rescatar lo sacrificado, los mundos perdidos (habitando en universos de ruinas temporales e ilimitados fragmentos), con la esperanza de recrear cancioneros ocultos en las voces hospedadas en ciertos autores consagrados que bien podrían haber sido ignorados, que bien podrían no haber escrito.
Dar un hogar, dantescamente, a dichos exilios, testimoniar una imposibilidad (de leer o escribir), apunta a capturar la realidad de una caída, realidad de la muerte de ciertas literaturas: el sueño/incendio del niño moribundo que Freud relata y que aquí hemos pensado como el "escritor moribundo" de libros imposibles.
Henriquez Ureña sostenía en Seis ensayos en busca de nuestra expresión, en momentos de construcción del canon, que "los clásicos se construyen con sacrificios e injusticias sumas, dejando en la penumbra a aquellos cuya obra pudo ser magna pero quedó a medio hacer: tragedia común en nuestra América". Este libro no se ha propuesto saldar esa injusticia pero sí pensar sobre su "inevitabilidad", pensar a aquellos "en la penumbra", pensar a los que pensaron los sacrificios, pensar el "hacerse" de una obra y, sobre todo, su tragedia, la de aquellos invisibles, la de aquellas ausencias que reclaman una presencia. Este libro no ha sido esa presencia, no he pretendido aquí arrogarme el derecho de nombrar lo innombrable. Tan solo pensar la literatura como obra inacabada, como lenguaje de la muerte. Si la poesía tiene que perder su voz para reencontrarla, si tiene que exiliar su voz en el "livre negre" donde la palabra cae n la voz del silencio, entonces nos encontramos frente a la rendición de la escritura ante la posibilidad de una escritura no escrita. Si la escritura no escribe y la vida no vive, estamos frente a naufragios de la escritura, escrituras en partida y de las partidas, descubrimientos de las imposibilidades de las partidas, partidas negadas y recuperadas como souvenir de lo que alguna vez pudo ser. El momento de la partida imposible sería algo así como una intemporalidad provisoria donde se alcanzaría la eternidad: "J'ecrivais des silences, des nuits, je notais l'inexprimable". Con pensamientos rotos, Rimbaud, con quien nació la idea de este libro, nos ha invitado en ella a saltar más allá de nuestras cansadas posibilidades.
Esta ha sido la intención vigente de este libro, con las dificultades que quienes lo lean ya habrán reconocido y que, desde ya, yo también reconozco.
Martes
Por la mañana, aplíquese a esta disertación la siguiente revisión:
En el texto que acababa de escribir estaban mis ambiciones, mis astucias, mis temores, mi falta de fe y mis deseos más urgentes. Fue entonces que me di cuenta cabal de que toda ficción es necesariamente una crónica, y que toda crónica es un texto imposible de legitimación y fundación (Benítez Rojo, CAH).
Peor también aplíquese ésta, ya en horas de la tarde: en el texto que acabo de escribir están mi humildad, mis torpezas, mi audacia, mi sobrada fe y mi más dilatado desasosiego. Entonces es posible que no me de cuenta de nada y que acepte, como dubitativo cartógrafo cognitivo, que no vemos que no vemos que no vemos las literaturas imposibles.
Miércoles
La semana, el tiempo, corre. Cuando el instante se va queremos algo más. Rimbaud se ha ido gritando. Noparezco explicar nada en este libro. Eso me tranquiliza. No tengo nada que explicar. Soy inocente. Creo en la justicia.
Acabé. No escribo más. Maté al libro. La esposa en La Sonata Kreutzer está muerta. Rimbaud regresa con el arco de su violín en su mano. Yo todavía tengo el puñal en la mía. No puedo escribir.
Jueves
Llegó la hora. Luego de estos macedonianos ejercicios de increencia llegó la hora de creer. Porque hay que tomar una decisión. Una creencia final para apostar entre el romanticismo y el clasicismo a la hora del juego. Porque hemos bebido una pócima como la que Don Quijote y Sancho se lanzan el uno al otro: esa bebida era la materialización de la misma aporía o, como diría Horacio González respecto de Macedonio: "una filosofía que no se aguanta a sí misma". Podríamos elegir el silencio como disconformidad para salir de esta situación incómoda. Pero el silencio es siempre sospechoso y "la necesidad de darle una voz al sufrimiento es una condición para toda verdad"(Adorno, ND 17-18).
¿Qué sería de nosotros si borrásemos el recuerdo del sufrimiento acumulado? Ahora sin duda, ahora ciegamente, estamos frente a la hora de apostar, a mediados de la semana, llevando, obviamente, "las de perder". Y decidimos recordar, de la literatura, sus adversidades, sus prisiones y sus encantamientos. Esta es una opción oscura, fracturada, fruto de una vida dañada, para seguir adornianos. Y vacilamos al elegir porque sabemos de la futilidad de este paso, así como Cervantes elige estar, creemos, en última instancia, de parte de Don Quijote y de sus sueños. Porque Don Quijote es el único personaje que escapa al vacío (Durán 163).
Al no haber criterio final de verdad optamos por la vida como criterio de elección, como en una apuesta de Pascal. Llega un momento en que no es más una cuestión aporética entre lo posible y lo imposible, momento en que, aunque ambas posibilidades (de lo posible y de lo imposible) nos conduzcan al vacío, no podemos dejar de elegir si pretendemos existir. Cuando el tiempo ya no está detenido, cuando el instante se ha ido, es la hora del paso más allá, destruyendo la aporía.
Toda obra es un enigma que algo dice y algo oculta. Recuerda, lector, que Ménard tenía el hábito resignado o irónico de propagar ideas que eran el reverso de las preferidas por él (Borges 449). Con esto te digo adiós, lector. Mucho me alegraría, modestamente, que dijeras más tarde por ahí, macedonianamente, en mi elogio, que para lo poco que sabía del tema, bastante escribí, porque no tendría gracia escribir de lo que se sabe.
Viernes
El final lógico en un proceso que comenzó reconociendo que toda literatura es imposible es reconocer que la teoría literaria también lo es. Este libro es un obituario: hemos sepultado lo que buscábamos desenterrar. Por ello, como en muchos casos de las mejores posiciones radicales, la mía es neotradicionalista y opuesta a cierto seductor pensamiento de moda. ¿Qué caminos abandonados deberían volver a pensarse ya que no pueden volver a pisarse? ¿Qué rieles deberíamos construir sobre las huellas de los viejos? Mi caso es entonces el de un radical reaccionario ferroviario. Así como Benjamin sostuvo que no hay documento cultural que no sea al mismo tiempo un documento de barbarie, no hay documento revolucionario que no sea al mismo tiempo un documento reaccionario. Ni documento posible que no sea al mismo tiempo un documento imposible.
Sábado
En este libro se encontraron el castellano de Borges con el portugués de Pessoa. No hay muchos trabajos endonde estos dos autores se encuentren analizados bajo una misma lupa habiendo, sin embargo, enormes paralelismos posibles entre ellos. Borges y Pessoa son dos clásicos modernistas en la búsqueda incesante del absoluto. En Pessoa su conciencia de la inutilidad de esa búsqueda (tal vez con la excepción de Caeiro) paralizaría su iniciativa nutriendo su poesía. En Borges, en cambio, habría persistencia en esa búsqueda que sólo accedería al reconocimiento de su inutilidad al fracasar el sujeto que la lleva adelante.
La excesiva ambición de propósitos de este libro podría ser reprobable en muchos cambos, no la hallo así en la literatura ya que ésta vive de la desmesura, de lo imposible.
Siempre hay un más allá y las literaturas imposibles no son el fin de la literatura. Siempre hay algún imposible por fuera de ellas, aquél que no pude comprender, describir, imaginar o rescatar aquí.
Notas
414. Josefina Ludmer define a su libro El cuerpo del delito: un manual como un "largo y sinuoso viaje en busca del 'cuerpo del delito'. De la evidencia de lo que no se sabe"
415. Cfr. Bataille, Eroticism, donde se da lugar a ensayos ocasionales que ocupan casi la mitad del texto.
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