Blackhole necesitaba gente como Martín que llegase, además, con sus propias ideas. Sabíamos que no había la más mínima posibilidad de transformar la isla en un continente pero podíamos cambiarnos de ropa. Y no todos los hombres tenían interés en eso. Catalina se había encontrado en su vida con Martín, pero bien podía haberse encontrado con otro hombre. Ella ya no lo necesitaba.
Al saber esto, los varones anónimos reincidieron, pensando que podía haber habido un lugar para ellos:
–¡Qué paradoja, muchachos!
–¿Quién llamó?
–No sé, cortó.
–Dale, decime.
–¡No sé, te digo!
No hay comentarios:
Publicar un comentario