Los medios “públicos” y lo público.
Hoy parece necesaria una profunda renovación de los medios “públicos” de comunicación. Como muchas otras instituciones públicas, éstos también reclaman con urgencia una reestructuración. La crisis de estos medios no es ajena a la crisis del Estado y a las redefiniciones de la esfera de lo público y lo privado.
Los medios “públicos”, como otras esferas de la administración pública, comenzaron a verse impelidos a funcionar con una lógica empresarial más estricta. Y el problema ha sido la incapacidad de nuestro Estado de funcionar con esa lógica y de ejercer el monopolio de la violencia legítima frente a los problemas comunes a la administración pública. Algunas de las preguntas claves con las que nos confrontamos en ese sentido son las siguientes: ¿Cómo se puede reconstruir un Estado, con el monopolio de la violencia legitima, cuando hay condiciones estructurales que impiden esos cambios? ¿Qué es lo público en la Argentina?
Lo primero que puede decirse para responder estas preguntas, ligadas entre sí, es que lo público es un espacio degradado. El problema es entonces el de la organización del Estado en un país donde lo público es un espacio degradado. Santiago Kovadloff se preguntaba hace poco cómo se puede definir el papel de un canal estatal si antes no se precisa la función del Estado en una Nación[1]. Es difícil reconstruir y rediseñar un Estado que fue abandonando y cediendo responsabilidades, entre ellas educacionales y culturales, por crisis, negligencias, desinterés, corrupción o negociados. Y todo ello en el marco de lo que Borges alguna vez calificó como “nuestro pobre individualismo”[2], en uno de los ensayos más sugerentes sobre la relación de los argentinos con el Estado.
En la Argentina lo público ha sido sinónimo de “botín”, hay una historia sucia de “lo público” y un discurso de lo público donde los valores que prevalecen, al tratarse de un botín, están más ligados a la confrontación que al diálogo.
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