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Dramatis Personae

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Cartógrafo cognitivo y filopolímata, traductor, escritor, editor, director de museos, músico, cantante, tenista y bailarín de tango danzando cosmopolita entre las ciencias y las humanidades. Doctor en Filosofía (Spanish and Portuguese, Yale University) y Licenciado y Profesor en Sociología (Universidad de Buenos Aires). Estudió asimismo Literatura comparada en la Universidad de Puerto Rico y Estudios Portugueses en la Universidad de Lisboa. Vivió también en Brasil y enseñó en universidades de Argentina, Canadá y E.E.U.U.

lunes, 20 de septiembre de 2004

Medios públicos son todos VI

Sueño con serpientes

Se espera mucho de los “bienes simbólicos” que los medios pueden redistribuir. En ese sentido, E. Fox ha señalado que

 

Ante el fracaso de esquemas de desarrollo político y económico para alcanzar la democracia, la cultura y la comunicación han llegado a ser vistas como la última avanzada de la diversidad y la libertad.[1]

 

Pero hay un modo de interacción social, una construcción del conocimiento, en el lenguaje y ritmo de la comunicación audiovisual que nos lleva a replantearnos nuevamente en qué consiste ser sujeto:

 

 ¿Cómo pasar de los sujetos simulados por el populismo mediatico y político a la construcción de escenas ciudadanas verosímiles donde muchas voces confíen duraderamente que vale la pena hablar y escuchar a los otros?

En un mundo donde las decisiones anónimas –del mercado, de las siglas transnacionales- empeoran las condiciones de vida de las mayorías es peligroso que la tecnocracia económica ahogue a los actores políticos y reduzca las ocasiones de que existan sujetos a las escenas imaginarias de los medios (G. Canclini 211-212).

 

Jürgen Habermas vio con preocupación la caída del discurso público sin cuya reconstrucción no era imaginable el progreso. El consenso genuino sólo se podría construir si todos los participantes en el diálogo tienen una justa parte en el discurso y se les permite libremente afirmar o cuestionar cualquier declaración, pudiendo expresarse sin ser dominados, material o ideológicamente, por otro hablante.[2] De allí la importancia de una concepción pública de los medios.

 

Hannah Arendt, por su parte, distinguió a los reinos privado y público como “la distinción entre las cosas que deberían estar escondidas y las cosas que deberian mostrarse” (72). En las últimas décadas en Argentina hubo mucho para esconder, lo que salía a la luz se esperaba quedase oculto y nos quedamos sin territorio público salvo el que asumieron para sí los medios privados de comunicación a donde recurrían los ciudadanos desamparados por lo público. Así la denuncia periodística fue una manera de esperar que los medios se hagan cargo de nuestras palabras y actúen por nosotros. Si “hoy la política y los políticos se construyen en la televisión”[3] es porque la televisión es una nueva forma que ha asumido el espacio público. Y

 

toda construcción social de una nueva instancia del espacio público interviene en una redefinición de las relaciones políticas entre la ciudadanía y los institutos de poder del estado e, inclusive, en las formas mismas que debe entonces adoptar el régimen de gobierno (Caletti 82).

 

El impulso vital que caracteriza un espacio público era para Simmel, “un impulso de vitalidad contenida”, un horizonte de paz pero con dos límites aterradores: la identificación (que no deja espacio para la libertad) y la invasión (por ser un espacio de reserva y recados). El horizonte del espacio público es entonces hoy un frágil horizonte de paz en tiempos oscuros de sociedades fragmentadas, privatizadas, en retirada:

 

Un número continuamente creciente de hombres en los países del mundo occidental donde, desde fines de la antigüedad, la libertad de no hacer política se concibió como una de las libertades fundamentales, hace uso de esta libertad y se retira del mundo y sus obligaciones…Con cada retiro de este tipo se produce una pérdida casi demostrable; lo que se pierde es el intervalo específico y habitualmente irremplazable que habría debido formarse entre ese hombre y sus semejantes (Arendt, VP 13).

 

Todos somos de alguna manera inmigrantes de ese espacio, siempre pensando en la posibilidad de volver a hacernos cargo hoy del babelismo cultural de lo público y sus problemáticas interacciones donde todo debe recomenzar siempre (Joseph 146). La misma historia de la cultura pública es la historia de las pérdidas y recuperaciones de confianza en la capacidad de la comunicación. ¿Y desde qué basamentos se recupera esa confianza, se funda la solidaridad, se reconstruyen un tejido ético y una moral cívica en tiempos de zozobra? Podemos imaginar a los medios, forzando a Durkheim a una historia que no conoció, como instrumentos de influencia, responsables de tareas de asistencia, educación, vida estética y recreación: sueño con serpientes de recreadas y recreativas corporaciones mediáticas colaborando hacia una concepción de lo público y lo político que no las deja afuera.


[1] En Muraro, Heriberto.  La comunicación masiva durante la dictadura militar y la transición democrática en la Argentina 1973 – 1986, en http://members.fortunecity.es/robertexto/archivo/comunic_masiva.htm

[2] Habermas, The Philosophical Discourse of Modernity, 1985.

[3] Sarlo, B. “Estetica y politica, la escena massmediatica”, en Schmucler, H. Y Malta, M. C. (coords.) Politica y Comunicación, Catalogos, Bs. As., 1992.

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