¿Quiénes deben estar al frente de los medios públicos, que lo son todos?
Sin duda profesionales responsables, creativos, honestos. Casi siempre falta un personaje en el recuento de la tragedia nacional: los mismos medios y los periodistas. Muchas personas capaces se han ido de esos escenarios (como de la política, de las aulas, o del mismo mundo) voluntaria e involuntariamente. En nuestro país (y tal vez en muchos otros países) con frecuencia han sido los honestos los que renunciaron, los que han desaparecido. Por eso, insisto, no es sólo un problema de discontinuidad sino también de continuidad de quienes siempre se han quedado en pantalla, al aire o en la página, sobreviviendo a las más diversas administraciones. El problema de quienes habitan con continuidad los medios de comunicación y gozan de sus micrófonos, altoparlantes y columnas, no es muy diferente del problema de quienes habitan con continuidad otras áreas de lo público en un país de vaivenes como el nuestro.
Necesitamos profesionales criteriosos, con capacidad lingüística y reflexiva, responsables en el tratamiento de la información. Es necesario generar una ética periodística que ponga límite a quienes no pueden dar cuenta de profesionalidad, criterio o capacidad de reflexión y que, sin embargo, “forman” nuestras opiniones junto a otros que sí han cultivado la palabra, son profesionales, y reflexionan con criterio. Pero estas voces más autorizadas o responsables frente a una audiencia masiva muchas veces quedan fuera de los medios de comunicación donde nos encontramos con algunos gritones locutores o conductores de pobres recursos linguísticos en programas que oscilan entre la chabacaneria y la superficialidad.
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