Martín conoció sus límites, supo que conquistar era controlar. Parece ser ahora que, en los primeros siglos de nuestra era, el gran bosque agujerense, del que subsisten algunos vestigios, impidió a las tribus venidas de Alemania –los francos, de los que surgieron los flamencos– que penetrasen más allá de una cierta línea, frontera invisible y bastante diluida de una región muy latinizada, cuyos habitantes permanecieron muy apegados a la lengua y cultura romana. Sabiendo todo esto, Martín se acostumbraba a entrar en su casa por la noche pasando por la puerta trasera, para no despertar a su perra. Pero prácticamente nunca lo conseguía.
–Ustedes llevan tan sólo quince años en la dictadura–, le explicaban los indígenas. Nosotros llevamos cinco siglos.
Entonces ya no valía la pena la conquista. Los males se le habían ido forjando en el cuerpo como bosques y más bosques interminables.
No hay comentarios:
Publicar un comentario