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Dramatis Personae

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Cartógrafo cognitivo y filopolímata, traductor, escritor, editor, director de museos, músico, cantante, tenista y bailarín de tango danzando cosmopolita entre las ciencias y las humanidades. Doctor en Filosofía (Spanish and Portuguese, Yale University) y Licenciado y Profesor en Sociología (Universidad de Buenos Aires). Estudió asimismo Literatura comparada en la Universidad de Puerto Rico y Estudios Portugueses en la Universidad de Lisboa. Vivió también en Brasil y enseñó en universidades de Argentina, Canadá y E.E.U.U.

jueves, 25 de diciembre de 2008

Golpe

            Ficción, arbitrio, pensamiento, invento, incluso antes de la aparición de Blackhole. No es lo mismo llamar a la rebeldía que al humo. ¿Quién dijo que el Triunvirato está perdido?  Atacar con destreza hacendista para que crezca el plan. La pasión del poder estaba escrita en el corazón de los mendigos. Para mandar bastaba con apretar el botón del ventilador. Los que vinieran podrían finalmente eliminar las concesiones porque eliminarían también la retórica. Serían iguales, perfectamente miméticos con aquellos otros poderes que nada tenían que exigirles, porque ellos todo lo darían. A su manera, son normativos: sostienen que es correcto servirse del método incremental, del ajuste a través de las negociaciones.

            –¡Qué hermosa que era la democracia cuando no la teníamos!–, pensó Mario Vallejo.

            Patricio Parada finalmente derrocó en un golpe sangriento al presidente-gobernador, quien últimamente estaba demasiado fascinado por los espectáculos, los secretos, la seducción y los encantamientos. Después del golpe no hubo más problemas. Los negocios de Giovanni, arraigado y competitivo inversor, no tuvieron barreras, fluyeron las concesiones y los virajes. Todo era máscara y Giovanni, cuando necesitaba golpear, lo hacía a través de la máscara. Luego nos abandonaría tan sólo por un puñado.

            Ya tiene nuevo comisario el pueblo. El Alto Comando no hubo que cambiarlo ya que existió siempre. La lluvia caía tras el cristal de la comisaría y los inocentes comenzaron a caer en las trampas de los pérfidos. Se caían por torpeza, distracción, negligencia, o por una mala suerte que se lleva adentro como un defecto físico. Se caían, simplemente, con sus propias estaturas medianas, grosera y exasperadamente. Saber caerse de vez en cuando, después de todo, no estaba tan mal; era algo así como un considerable paso hacia la independencia de criterio.

            El complot y el crimen ya eran la esencia del día que había sido estafado. Los habían arruinado junto con el día. Y seguía lloviendo.


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