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Dramatis Personae

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Filopolímata y explorador de vidas más poéticas, ha sido traductor, escritor, editor, director de museos, músico, cantante, tenista y bailarín de tango danzando cosmopolita entre las ciencias y las humanidades. Doctor en Filosofía (Spanish and Portuguese, Yale University) y Licenciado y Profesor en Sociología (Universidad de Buenos Aires). Estudió asimismo Literatura Comparada en la Universidad de Puerto Rico y Estudios Portugueses en la Universidad de Lisboa. Vivió también en Brasil y enseñó en universidades de Argentina, Canadá y E.E.U.U.

viernes, 5 de diciembre de 2008

Proscripción

    No todos los políticos de todas las tendencias podían entender que era lo que sucedía.

            –¿Vio qué rápido se acostumbra la gente?–, le confesaba Max a la señora que estaba delante de él en la fila del almacén. Como todos los que estaban en esa fila, no tenía más remedio que quedarse quieto y mirar fijo al general.

            –Déjeme hablar–, le contestó la señora.

            Los caballeros medievales junto a sus escudos de armas se empeñaban en relatar en el programa del Motú sus victorias gramaticales. El gobernador autoidólatra proscribía del lenguaje varias palabras inadecuadas en tiempos de males linguísticos y obligaba a sus ciudadanos a arrodillarse en la nieve a su paso. Lo  agujerense moderno para él debería ser discreto en las pasiones, suave a la hora de matar a alguien, obediente y risueño ante la superioridad, frente a la adversidad. Y el buen orden dependía enteramente de la corrección del lenguaje. Pero si se considera verdad a lo que todos repiten, no pensar como los otros nos colocaba a algunos en una situación desagradable. Y remató Kojiro frente a un establo:

            –“Hablamos una lengua en la que la palabra seguridad provoca un escalofrío de horror”.

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