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Dramatis Personae

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Cartógrafo cognitivo y filopolímata, traductor, escritor, editor, director de museos, músico, cantante, tenista y bailarín de tango danzando cosmopolita entre las ciencias y las humanidades. Doctor en Filosofía (Spanish and Portuguese, Yale University) y Licenciado y Profesor en Sociología (Universidad de Buenos Aires). Estudió asimismo Literatura comparada en la Universidad de Puerto Rico y Estudios Portugueses en la Universidad de Lisboa. Vivió también en Brasil y enseñó en universidades de Argentina, Canadá y E.E.U.U.

sábado, 2 de diciembre de 1995

Viaje a los viajes de la literatura peruana XII

La casa y la calle

“-Demasiado cariño, Martín- murmuró reacomodando con la mano sana su mojada gorra roja-. La vida doméstica te volvió débil y tonto. Te falló el instinto -el zigzageante resplandor del relámpago lo sacó de aquellas cavilaciones.”43

El gato se escapa de la casa y muere. Con el instinto, la calle, enmohecidos por la costumbre hogareña, como le ocurre también al personaje que, sin saberlo, está cavilando sobre el estancamiento de su propia pareja. Es el relámpago el que, al mismo tiempo, le impide estancarse en esa misma situación, en esa casa.

No es extraño que los callejeros, en algún momento, quieran construirse una casa. Pero el forastero de La casa verde  quiere hacerlo en el desierto. Y después serán muchos los forasteros que viajaran los fines de semana a Piura “seducidos por la leyenda de la Casa Verde que se había propagado a través del desierto”44. Y las calles, como las casas, también comienzan a traer mala suerte, a volverse peligrosas por su misma seducción: La casa verde como espejismo:

“Desde lejos, los viajeros avistaban la construcción de muros verdes, diluídos a medias en la viva luz amarilla de la arena, y tenían la sensación de acercarse a un oasis de palmeras y cocoteros hospitalarios, de aguas cristalinas, y era como si esa lejana presencia prometiera toda clase de recompensas para el cuerpo fatigado, alicientes sin fin para el ánimo deprimido por el bochorno del desierto.”45 

Los contornos de las casas, como los de la Casa Verde, están siempre animados por “multitud de vagos, mendigos, vendedores de baratijas y fruteras”46 , en fin, callejeros, que desean poseerlas. Algunos dejan su vida en ello:

“...Recorrió muchas calles, tocó muchas puertas, repitió veinte veces la misma pregunta y cuando regresó a la Plaza de Armas corría trabajosamente, se apoyaba en las paredes.”47

Como al sargento de esta novela, siempre le da a uno un poco de tristeza irse de las casas: “Uno se encariña con los lugares, aunque valgan poca cosa.”48 . Y entonces nuestras miradas se posan “en las casas, en los letreros de los bares, en las luces altas de los edificios, con esa vaga melancolía que precede a todo viaje.”49. En realidad el mejor cuento de Ribeyro para hablar de estas cosas tal vez sea “Doblaje”, en donde el personaje decide quedarse unos días a reposar en la casas despues de un viaje fatigoso y luego se queda en Sidney “el monstruoso tiempo de siete semanas” porque se enamora.

En “Cariño malo”, de Abelardo Sanchez León50 , encontramos una reflexión sobre el “ir a cantinas” como equivalente al “ir a la calle”. Se define a la cantina como “la antítesis del hogar: los jóvenes se escapan de sus padres y los esposos se escapan de sus mujeres”. Y continúa Sánchez León:

“Las ciudades siempre producen ambientes que están entre el lugar privado y la calle; París o Buenos Aires han creado los cafetines, los cafés, como Viena; Londres los pubs , taciturnos y replegados lugares de licor y juegos inocentes; México y Lima las cantinas”.

Sin embargo, los cafés y cantinas siempre nos devuelven a la calle. Entonces muchos han encontrado refugio en la legendaria 8 bis, rue Amyot, que albergó, entre otros al mismo Sanchez León o a la temeraria y fascinante Claudine de Bryce Echenique. 

Y luego “es cuestión de meterse las manos en los bolsillos y echarse a andar”51. Para más tarde volver. Porque “...partir es una gran cosa, me decía, pero lo maravilloso es regresar.”52 .

Pero para los “intelectuales” el viaje de regreso tiene, para los que no viajaron, también el significado del fracaso si antes no se ha publicado fuera o logrado cierto prestigio o título internacional . Y, no todos, han podido regresar: el otro fracaso. Entonces: ¿Qué es regresar a tiempo? ¿Qué es irse a tiempo? Porque también hay que saber irse, porque “la casa está fundada en la injusticia y la injusticia ha entrado en la casa”53. Luis Loayza tiene una inteligente reflexión sobre la casa y la calle, aunque con otros nombres, en relación a La casa verde . Nos dice que Don Anselmo ha llegado un día a Piura y que nunca se irá de la ciudad. Que Fushía es el movimiento, lo temporal, el río y Don Anselmo, el hombre de un solo sitio, sin pasado y sin futuro: la casa. Ambas, la casa y la calle, son figuras trágicas. Mientras Fushía elige por destino “la agitación inútil”, don Anselmo, gracias al amor (que es como la casa) “ha vivido un instante intocable fuera del tiempo”54.

Recitaba el gordo Troilo: “Alguien dijo una vez que yo me fui de mi barrio. ¿Cuándo? ¡Si siempre estoy llegando!”


(43) Fernando Ampuero, "Noche de gatos", en Malos Modales, op. cit.

(44) Mario Vargas Llosa, La casa verde, op. cit., p. 100.

(45) Mario Vargas Llosa, La casa verde, op. cit., p. 102

(46) Idem nota 45.

(47) Mario Vargas Llosa, La casa verde, p. 161

(48) Mario Vargas Llosa, La casa verde, p. 357

(49) J. R. Ribeyro, "El primer paso", en op. cit.

(50) En Abelardo Sánchez León, La balada del gol perdido, op. cit.

(51) Abelardo Sánchez León, "Lo han hecho vivir un rato más" en La balada del gol perdido, op. cit.

(52) J. R. Ribeyro, "Doblaje", en op. cit.

(53) Loayza, Luis. El sol de Lima, op. cit., p. 172.

(54) Ver Loayza Luis, El sol de Lima, op. cit. p. 177


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