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Dramatis Personae

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Filopolímata y explorador de vidas más poéticas, ha sido traductor, escritor, editor, director de museos, músico, cantante, tenista y bailarín de tango danzando cosmopolita entre las ciencias y las humanidades. Doctor en Filosofía (Spanish and Portuguese, Yale University) y Licenciado y Profesor en Sociología (Universidad de Buenos Aires). Estudió asimismo Literatura Comparada en la Universidad de Puerto Rico y Estudios Portugueses en la Universidad de Lisboa. Vivió también en Brasil y enseñó en universidades de Argentina, Canadá y E.E.U.U.

sábado, 2 de diciembre de 1995

Viaje a los viajes de la literatura peruana V

Las vacilaciones, las indeterminaciones, las ambiguedades

Estamos en el mundo “chicha”: el mundo de lo que no se comprende. En el drama de ser y no ser, de pertenecer y de no estar presente. De la ambiguedad de la reacción ante las tensiones. Como zorras que envidian erizos pero no quieren -ni sabrían, como Vargas Llosa- convertirse.18

Lo borroso, lo confuso en el Perú está también en las incertidumbres de los  cuentos de Ampuero, en los que las dudas retornan cuando las emociones se amenguan, naturalmente.19  Esa “nítida coincidencia de criterios” en las indeterminaciones sigue “la línea ondulante, imprevisible, como la de los ríos, en que se juntan los bloques de roca”20  de Los ríos profundos .

Ese escepticismo para definir una realidad habla también de una pobreza de ambiciones, de definiciones, de decisiones, de culpas. Las vacilaciones, las indeterminaciones, las ambiguedades, son formas de la inocencia: se prorroga la actuación, la elección, la definición, para prorrogar una responsabilidad inhumana y, en última instancia, una culpa.  Por eso la lancha de La casa verde  “cabecea sobre las aguas turbias” en el comienzo de la novela. Es también el escritor, junto con la novela narrada como un viaje, el que cabecea.21

Es también este el caso de Julio Ramon Ribeyro, naturalista de la ambiguedad, del destino incierto que

“es otro laberinto, tan precario como el social. De ahí la calidad subjetiva de estas historias; la subjetividad no se nombra pero es la tierra movediza donde se desliza el sujeto.”22


Vemos esto, por ejemplo, claramente en su cuento “Mar afuera”:

 “Desde que zarpara la barca, Janampa había pronunciado sólo dos o tres palabras, siempre oscuras, cargadas de reserva.”


Luis Loayza  piensa que Garcilaso se detuvo, dudó antes de subir a la barca que lo llevara a su nave.23  Y yo también. Pienso.

 Y también me detuve, dudé. Dudo. Loayza, Garcilaso y yo. Y usted, titubeante lector. Porque, como Garcilaso, ya no somos mas que mestizos y extranjeros indeterminables, ambiguos, en un mundo que cada vez más reclama, como el antiguo imperio, pureza de sangre y, perfección de compact disks y cd-roms (los viejos casettes y disquettes deben ser sacrificados), y al que sólo podemos devolverle esta tan despreciada multitud de diferencias.


18. Para una aclaración sobre "zorras" y "erizos" ver "Un héroe de nuestro tiempo", presentación de Mario Vargas Llosa al libro de Isaiah Berlin, El erizo y la zorra, Ed. Muchnik, Barcelona, 1981. Algunas citas y análisis de esa presentación en Degregori, C. I. y Grompone, R., op. cit.

19. Ver, por ejemplo, Fernando Ampuero, Malos Modales, Jaime Campodonico/Editor, Lima: 1994. 

20. J. M. Arguedas, op. cit.,  cap. 1.

21. Alguna vez el gran escritor argentino Juan José Saer se definió a sí mismo como un escritor que cabecea. O a sus personajes. No lo recuerdo bien. Dudo, vacilo.

22. Alfredo Bryce Echenique, Introducción al libro de J. R. Ribeyro, op. cit.

23. Luis Loayza, op. cit.

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