Preparativos para este viaje
"¿En qué momento se dará por vencido el forastero?", se preguntaban los vecinos.
La casa verde. 1
Este escrito intentara fabular con aquello que ya se ha roto, como el oscurecido rastro de una crítica imposible, una cartografía cognitiva del fracaso, una fuga de cualquier dominio de conocimiento. Porque el escritor, como el profesor suplente de Ribeyro, se distrae, la realidad “se le escapaba por todas las fisuras de su imaginación”2. No pienso cultivar aquella critica y, como aquellos otros hombres de aquel otro cuento, pasar las horas sumergiéndome para traer a la orilla un poco de chatarra3. Escribiremos un rato y al final nos detendremos. Y no hablaremos mucho si no sabemos que decir.
Para iniciar este viaje hay que
“salir de los hangares, atravesar un puente sobre la vía férrea, contornar una larga pared que apestaba a orines y cruzar durante quince minutos un mundo de rieles perdidos, de vagones abandonados, de casetas sin destino, de vieja carga olvidada y herrumbrosa.”4
Seguramente, como no soy Ribeyro, me llevará más de quince minutos (a menos que yo sea su personaje) y es probable que me extravíe en algún vagón. O que alguien -más probable aún- me confunda con esa “vieja carga, olvidada y herrumbrosa”.
Los caminos siempre son largos. La primer nevada de New Haven y la prematura oscuridad de sus noches me despistarán también. Vagaré por este viaje a los viajes buscando el amanecer y no me detendré hasta encontrarlo.
Mis frases deberían ser cortas.
No quisiera agregar más.
Debería empezar este ensayo con el epílogo de Ribeyro a Pasos a desnivel 5. Pero sería un vano intento de conjurar estos otros desnivelados pasos. Que Sebastián Salazar Bondy sostenga que en Lima no ha aprendido nada del Perú6 no me habilita a mí, atrevido lector, a creer en un desentrañamiento desde aquí, mi cuarto en Yale, por mas que me haya precipitado afanosamente entre los textos más importantes de su historia.
Es posible que algunos lectores, como Fushía, no consigan entender que no los estoy engañando e intenten “deconstruir este texto” hasta extraerle todos sus secretos, lo que no dice, lo que oculta, pícaro, mentiroso, astuto; pero tampoco yo, como Aquilino o Nieves , comprendo la crueldad de Fushía. Ni tampoco me gusta lavar trapos sucios. Ni desenterrar secretos o torturar aún más a seres que ya han vivido torturados. Después de todo estoy en esto porque creo en los Reyes Magos, esos viajeros. Así que, importunado lector (como lo es todo lector de “papers”, género literario al que tambien podría atribuírsele la calificación que Borges le otorgó a las conferencias: imperdonable), le aviso de antemano que creo también en cierta pureza del sentimiento, en las miradas transparentes y en la esperanza, esa prostituta.7 Si la época no acompaña, sólo puedo decir, con Borges, que me tocó vivir tiempos difíciles, como a todos los hombres.
1. Mario Vargas Llosa, La casa verde, Seix Barral, Barcelona: 1967 (1965), p. 95
2. Julio Ramón Ribeyro, "El profesor suplente", en Cuentos Completos, Alfaguara, Madrid: 1994.
3. Ver "Al pie del acantilado", J. R. Ribeyro, op. cit.
5. Wolfgang A. Luchting, Pasos a desnivel, Monte Avila Ed., Caracas, 1971.
6. Sebastián Salazar Bondy. Lima, la horrible. Ed. Era S. A., México: 1964.
7. Estoy casi seguro de haber leído esta expresión: "la esperanza, esa prostituta" en alguna otra parte. pero no recuerdo dónde. A esta altura de los acontecimientos, en pleno siglo XX, ¿ha leído usted alguna vez alguna cita más inútil que ésta? ¿No es la cita también otro género literario imperdonable?
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