“El lenguaje es un laberinto de caminos. Vienes por un lado y sabes por dónde andas; vienes de otro al mismo lugar y ya no lo sabes.”
Necesitamos mapas para orientarnos en lo complejo, en los laberintos de la sociedad. Aunque sepamos que los mapas mienten, que son esbozos interesados, que nadie tiene la otra parte del mapa que conduce al tesoro. De allí que sólo nos queden viajes de aventureros, como los de Fernando Ampuero, que nos lleven de un sitio a otro, precarios mapas, precarios caminantes, comunes ingenuidades.
Tan solo disponemos de los “quijllu”, las rajaduras de las rocas. No las de las piedras comunes sino
“de las enormes, o de las interminables vetas que cruzan las cordilleras, caminando irregularmente, formando el cimiento de los nevados que ciegan con su luz a los viajeros.”29
Porque, como en Yaguar Fiesta , “no hay calles verdaderas en ningún sitio” y “a ratos el viajero se encuentra con calles torcidas (...) la calle desaparece cortada por un canchón de habas o cebada y vuelve a aparecer más allá.”30
Fushía lleva en su maleta mapas de la Amazonía. Mapas que Aquilino quemó por considerarlos pura basura, porque “los que hacen mapas no saben que la Amazonía es como mujer caliente, no se está quieta”31.
(29) Arguedas, J. M. Los ríos profundos, op. cit., cap. 1 "El viejo".
(30) Arguedas, J. M. Yawar Fiesta, Populibros Peruanos, Lima: 1960.
(31) Vargas Llosa, La casa verde, op. cit., p. 31.
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