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Dramatis Personae

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Filopolímata y explorador de vidas más poéticas, ha sido traductor, escritor, editor, director de museos, músico, cantante, tenista y bailarín de tango danzando cosmopolita entre las ciencias y las humanidades. Doctor en Filosofía (Spanish and Portuguese, Yale University) y Licenciado y Profesor en Sociología (Universidad de Buenos Aires). Estudió asimismo Literatura Comparada en la Universidad de Puerto Rico y Estudios Portugueses en la Universidad de Lisboa. Vivió también en Brasil y enseñó en universidades de Argentina, Canadá y E.E.U.U.

domingo, 19 de octubre de 2008

El Motú y Roberto


Sólo el Motú puede conectar lo que apenas se menciona, sólo el Motú, el animal filósofo. Hacía mucho tiempo el mayor de los secretos, la mayor discreción, habían sido develados. Esto no sorprendió a las mismas fuentes que admitieron la posibilidad del acontecimiento. Sólo impactaba un poco esa imagen del cerdo, indicando que marcar y representar era sobrevivir, como ahora.

El poder era en Blackhole la confianza de la moneda en el bolsillo agujereado. Los habitantes de esta isla han dejado de ser lo que eran para volver a serlo. En medio de juegos de confianza y de poder, van por los rincones miserables de la incertidumbre más fugaz.

–“Hay que matar la creatividad. La creatividad es como la mercancía, como una alcancía, como un chanchito”, mascullaba Seiji en sus últimos días. –“Money makes the world go round, the world go round. Money makes...”, canturreaba Fahri por entonces en su castillo.

Y si a Gamin se le ocurre el regreso…será igual, aunque no pueda ni leer ni escribir. Se quedó ciego a los doce años, y recuerda claramente ese momento cada vez que se extravía, que se olvida, que se detiene. La gente siempre lo había sabido y hablaba, sin ganar o perder dinero por contar o no contar lo que sucediera. Martín a veces le leía por las noches. Gamin siempre recordaba aquella vieja cita del año 1792, que Martín le leyera de una revista de esas que se encuentran en la sala de espera del dentista. La recordaba de memoria, a pesar de su juventud. Porque no es cierto que la memoria se pierda con la edad. Es más bien al revés. He aquí la cita:

 

“Sería pediros demasiado, oh legisladores, rogar que invitéis al menos a los que tienen nuestras vidas en sus manos a que no nos las hagan comprar demasiado caro, a que no traten de enriquecerse demasiado con nuestros despojos, y a que no quieran engordar demasiado con nuestras lágrimas?”

           

Ya no recordaba a quién pertenecía la misma. Pero en esa sala de espera del dentista, en ese espacio sorprendido en el tiempo que era Blackhole, tras esta agitación trasnochada provocada por la muerte de Martín, instantáneamente, también desaparecía la vida en todas sus otras manifestaciones. Era una sensación aterradora. Y lo único importante era quedarse allí, mientras la orgía de predicados permanecía montada sobre nuestros humeantes hombros. Porque Diosblo no es considerado aquí astuto sino idiota: lejos de ser un principio a imagen de Dios o del Diablo, es una mole inerte que brinda una resistencia pasiva, que va diluyéndose hasta casi desaparecer. En ese sentido, sabemos que los grandes modelos miden su éxito por la cantidad de aplicaciones que tienen y por su carácter invisible: la mayoría de los que los usan no saben que los usan.

Gamin conoció al Motú aquí, en Jejab, suponiendo que estaba en otro lado. O, mejor dicho, que Jejab estaba fuera de Blackhole, que había conseguido salir. El Motú le informó en Jejab de su destino fatal, del absurdo de ese pensamiento, y del destino de todos los hombres, todo en una frase enigmática:

–“La fuente sabina que hizo la fortuna de Luxemburgo fue descubierta por un cerdo”.

           

Pero Gamin no podía vivir obsesionado pensando en el significado de esta frase. Roberto me contó de sus jornadas agotadoras intentando develarla, y de toda la ayuda que él, como reinventor de la seda tailandesa y antiguo agente de la ex U.R.S.S., le había dado. Pero luego también Roberto desapareció. Salió a dar un paseo por el bosque y nadie volvió a verlo jamás. De repente, algunas personas, cada vez más, el mundo mismo casi, desaparecía incesantemente, paulatinamente, se esfumaba...y Gamin intentaba, en medio de estos desvanecimientos, buscar un sentido cruzando puentes que no funcionan, que no pueden cruzarse porque son confabulaciones de los traviesos ingenieros de Blackhole. ¿Se había dado cuenta de esto Roberto?  Lo que lo salvaba y condenaba al mismo tiempo era la superficialidad forzada o defensiva de su vida: la forma en que se hallaba reducido a una superficie.

Ahora sí, ya pasó el día. Ayer murió Martín. Y el cosmos no fue descubierto hasta ayer. Ahora sólo existe la vida, la muerte no existe. Y todavía falta mucho aún. Sucede que uno comprende algo después de mucho tiempo de haberlo visto: una intención, un texto, una persona, uno mismo, una mirada de un perro perdido y la belleza de un refrán de abuelo. ¿Pero qué dosis de verdad podemos soportar?

En las miradas del Motú hay palabras que sólo soporta y comprende el alma del sabio. Lo que comprendemos y amamos en nuestros días de entusiasmo desaparece luego. Llega un momento (más que temprano) en nuestras vidas en que nos convertimos en extranjeros aún entre la gente que nos rodea y ama. A pesar de escuchar al Motú en la FM (y esto no va en desmedro de toda su sabiduría), todos los que viven en Blackhole tienen miedo de esta noche, la noche después y, en general, de muchas noches. Saben que se trata de una tontería pero, a menos que sea una noche sin luna, el temor arrecia. La vida no tendría así secretos.

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