A todo el mundo le llega su mandarina. Todo cambió y pensé: a lo mejor Martín no se murió, o a lo mejor ya estaba muerto. Como si la historia no existiera, como si los porotos no se desperdigaran por el piso. Después de tantos padecimientos, debemos recibir corteses un certificado de defunción. Si la vida mata y la muerte vive, sentimos por fin la angustia del abandono.
–No existimos, quiere decir–, explica Gamin.
Blackhole es una licuadora de polvaredas, una moledora de blancos, una picadora de ficciones. Esta hoja, por ejemplo, es más real que Martín. Aún aquí dentro. Pasamos en un breve instante de la ausencia a la muerte. Esta hoja ya es más real que Roberto, quien en este momento puede estar muerto. Todos, cualquiera menos yo, están, cada uno, personalmente, para mí, como muertos.
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