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Dramatis Personae

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Filopolímata y explorador de vidas más poéticas, ha sido traductor, escritor, editor, director de museos, músico, cantante, tenista y bailarín de tango danzando cosmopolita entre las ciencias y las humanidades. Doctor en Filosofía (Spanish and Portuguese, Yale University) y Licenciado y Profesor en Sociología (Universidad de Buenos Aires). Estudió asimismo Literatura Comparada en la Universidad de Puerto Rico y Estudios Portugueses en la Universidad de Lisboa. Vivió también en Brasil y enseñó en universidades de Argentina, Canadá y E.E.U.U.

jueves, 30 de octubre de 2008

Preguntas

            ¿Por qué me hacés esto? Yo me quedé un rato tomando un café en el bar de la esquina. Promesas, deseo. ¿Y si hubiera un malentendido? Es imposible integrarlo a un milagro espectral ya que se sitúa en la deformación: estrategia de liquidación, de indiferencia de lo social. Uno no sabe a quien creerle, uno no sabe bien quien dice la verdad y quien miente. En medio del funeral, Fabián intentaba rascarse sin que se le notara, por ejemplo. No se trata aquí de disculparlo.

            –Piense algo, debe haber alguna solución–, le decía Antonio al Motú.

            Si Diosblo tuviera una inteligencia similar a la nuestra y además gozase de un conocimiento perfecto de todas las fuerzas que animan a la naturaleza, y de la posición mutua de los seres que la componen, para él nada sería incierto, fácil sería encontrar alguna solución. El porvenir, al igual que el pasado, estarían presentes ante sus ojos. ¿Qué deberíamos hacer, entonces?

            De algo Mario estaba seguro. No quería repetir aquellas humillaciones. Miraba cara a cara al viento como si éste fuera su adversario personal, como si quisiera averiguar sus ocultas intenciones y adivinar la dirección y la fuerza real de su empuje. Por su parte, Martín esperaba con ansiedad que esta situación cambiara. Esperaba inmóvil, en silencio.

            –Mirá la hora que es. Así no vamos a llegar nunca, Martín–, le decía Yoshiaki. –¿Podríamos cambiarlo de lugar? ¿Y si cambiamos nosotros de lugar?– Yo tan sólo atinaba a silbar una melodía. Y me dije, respondiendo para mí a la pregunta de Yoshiaki: –Cuando termino esta canción salgo.

            Lo más terrible sobre esta tierra es que todos tienen sus razones. Blackhole las conoce todas, presencia además todos nuestros olvidos mientras afila sus acantilados carnívoros. Y todos terminan cansados por esta historia sin sentido. Blackhole se cansa, los dioses se cansan, los pájaros se cansan, las heridas se cansan, penosamente.

            –Quédense en sus mesas y escuchen. No, mejor no. Ni siquiera escuchen. Esperen solamente. No, no esperen tampoco. Quédense piolas, queridos radioescuchas. Quédense solos y en silencio. Blackhole habrá de desenmascararse–, solía predicarnos el Motú desde su frecuencia.

            Lo decisivo era la impotencia ante esta situación. ¿Y si nos vamos y lo otro llega durante nuestra ausencia?  Había que dejar que las cosas ocurran. No había otra cosa que hacer sino mirar, recolectar, testimoniar, preservar. Una angustia así solía enfermarlo a Walker, lo esquizofrenizaba. Hacía que se preocupase mucho por sí mismo, que no se creyera a sí mismo. Pero ahora no podía perderse, todos los caminos habían conducido al muro.

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