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Dramatis Personae

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Cartógrafo cognitivo y filopolímata, traductor, escritor, editor, director de museos, músico, cantante, tenista y bailarín de tango danzando cosmopolita entre las ciencias y las humanidades. Doctor en Filosofía (Spanish and Portuguese, Yale University) y Licenciado y Profesor en Sociología (Universidad de Buenos Aires). Estudió asimismo Literatura comparada en la Universidad de Puerto Rico y Estudios Portugueses en la Universidad de Lisboa. Vivió también en Brasil y enseñó en universidades de Argentina, Canadá y E.E.U.U.

martes, 28 de octubre de 2008

Penetración

           Para preservar la tranquilidad, los habitantes de Blackhole recibían llamadas telefónicas que les estaban destinadas. La estabilidad era lo fundamental en esta isla. Una vez estables, han dejado de ser y se arrastran por los rincones más miserables de la desesperación, de la incertidumbre más fugaz. El tiempo se volvía, de esta manera, cultura, respiración, resignación, desarraigo, cárcel.

            La nochebuena llegaba así cargada de espías, de incertidumbre, de terrorismo mental. Diosblo, que ha hecho de la duda su reino, de la incertidumbre su hogar, penetraría en la ciudad y entraría en su campanario.

            –Habría que ver como funciona. Hasta un año se lo puede soportar. Pero mucho me temo que no sea así y termine complicándose la situación. Es muy probable que al final partan o reconozcan la guerra y el caos como constantes inevitables, y hasta deseables–, decía Yoshiaki.

–Aunque el diablo sea malvado siempre es torpe–, sentenciaba a su vez el Motú desde su cabina.

–El diablo de la incertidumbre es perverso pero también es estúpido–, agregó Gamin. Se nos informa entonces a todos que no existe un peligro inmediato. Antonio lo aseguraba, y parecía convencido.

            –Eso no lo sé–, llegó a pensar Martín. Y la Asociación Varones Anónimos escuchaba, a los padres que no tienen sus miembros consultaban. En algo se parecían todos ellos como en algo siempre se parecen una hora a la otra. Ahora bien, ahora ya, en las dos horas, no se sabe más si es hora de manchar o de pintar.

A Martín se lo veía últimamente como perdido y algo avergonzado. Iba casi siempre vestido de negro, pero no como Gamin, y llevaba los zapatos sucios como dos puñados de congoja recogidos del cordón de su vereda. Cuando la realidad comenzó a descomponerse para él, comenzó a mirar con mayor interés a la gente parada en la plaza central, quedándole poco lugar para lo inexplicable.

La visión de la realidad, que muchos creen se ha vuelto ya insoportable, invitaba a los agujenses a dormir una buena siesta y a dejar que el Motú se encargue de comprenderlo todo gracias a sus capacidades infrahumanas. La mayor astucia de Diosblo, suponía el Motú, era la de hacer creer a muchos que no existía, imperando en la ambigüedad, nutriéndose de las vacilaciones de la inseguridad, porque los agujenses no podían dejar de pensar que cada paso podría ser un error; que es probable, de hecho, que lo sea. Si el lenguaje aquí en Blackhole es tan irregular siempre estamos frente al riesgo de que todo el universo se halle desequilibrado. ¿Y por qué no pensarlo? Si las palabras no concuerdan, no tienen posibilidad alguna de éxito las gestiones de Antonio en su oficina; y si no tienen éxito los asuntos del gobierno no se puede, aunque se quiera, ser justos ni saber como moverse, y la vida se nos escapa entonces dudando de nosotros mismos, vacilando entre situaciones pendientes como aros de grafito.


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