Hoy se encontró la siguiente grabación que pone en duda la hipótesis del asesinato. Podría haber sido un suicidio. O ambas cosas:
–Me voy porque me cambiaron el país para el que fui educado. Me voy porque me echan, me vienen arrinconando, no queda otra que saltar.
–¡Que se vaya!–, grita Giovanni.
–¡Que vaya a laburar!–, grita Jack.
–¿Adónde vas?–, le pregunta entonces Seiji.
–Quiero irme de acá–, alcanza a escucharse en el susurro de Martín.
En Martín la recurrencia de lo infantil siempre aparecía como un paliativo, un remanso a donde retornar entre todos los exilios. Luego de aparecida esta grabación, surgieron otros testigos que dicen haberlo visto yéndose finalmente con un circo que hace pocos días se había establecido en los suburbios de Blackhole para luego desaparecer repentinamente. El del cajón no sería Martín. Sus ojos, que todos recordaban, no serían sus ojos. Todas estas versiones van y vienen, sin introducciones ni postfacios, como si hubiese un intercambio constante de substancias espirituales en una trofolaxis de sueños que abarca cosas, hombres, clanes y canciones. Yo trataba de no silbar, sin conseguirlo.
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