En 1917 T. S. Eliot escribió el ensayo "Tradition and Individual Talent" para combatir la idea de que debe alabarse a un poeta en razón proporcional a su originalidad. No hay poeta al que pueda comprenderse a partir de sí mismo. A menudo la parte más valiosa de la obra de un poeta es aquella en la cual "los poetas muertos, sus antecesores, afirman del modo más vigoroso su propia inmortalidad". Son escritores muertos aquellos que conocemos. La mente o tradición de Europa es más importante que el poeta como individuo. Debe subordinarse éste a aquella, pues ella es más valiosa que la personalidad de él. El artista progresa mediante un constante sacrificio de sí mismo, mediante una extinción continua de su personalidad.
Para hacer más clara esta relación del proceso de despersonalización con el sentido de tradición, Eliot da como analogía lo que sucede cuando se introduce un trozo de platino en una cámara de gas donde hay azufre y dióxido de carbono. Los dos gases forman ácido sulfúrico, pero el platino no cambia. La mente del poeta representa el platino. Las emociones y los sentimientos, los gases. Cuanto más perfecto como poeta, menos participará en el proceso de su personalidad.
Eliot está atacando directamente la idea romántica de que el poeta expresa su personalidad. Para él la poesía surge de concentrar un buen número de experiencias, y no de las emociones o de los recuerdos. El poeta vive en una tradición y a ella debe rendirse.
Flaubert insistió en que, fuera lo que fuese lo que el enfoque científico pudiese descubrir -y no le negó cualquier valor-, no puede explicar al artista como individuo o a la obra de arte en particular. Afirmó, en cambio, el papel representado tanto por el talento del individuo y su voluntad, como por los valores absolutos, aun cuando rechazase la vieja noción de que las obras de arte caen del cielo como los meteoritos. T. S. Eliot expresó un parecer semejante cuando observó no sólo que el conocimiento acerca del origen de un poema era superfluo para su apreciación, sino que "demasiada información acerca de los orígenes de un poema puede llegar inclusive a romper mi contacto con él".
El hábito crítico que T. S. Eliot discutió en su influyente ensayo "Tradition and Individual Talent" , el de estudiar al poeta en vez del poema, puede quizás ser trazado al artista romántico valiéndose de sí mismo hacia la nueva visión de la realidad que se ha convertido en el principio dominante de su arte.
Es el sentido histórico el que hace a un escritor tradicional para Eliot. Los escritores muertos son lo que nosotros sabemos. Hay en Eliot un proceso de despersonalización relacionado con el sentido de la tradición.
Desde entonces, los textos canónicos de la tradición literaria occidental han sido definidos más o menos como una cerrada colección de obras que, de alguna manera, le hablan a la "condición humana" y a cada una de ellas en patrones formales de repetición y revisión.
A mediados del siglo XIX, el "espíritu nacional" y el "período histórico" se habían convertido en categorías extendidamente aceptadas dentro de las teorías de la naturaleza y función de la literatura que argumentaban que el valor principal en una gran obra de arte literario residía en la medida en que estas categorías se reflejaran en tal obra de arte.
Una vez que el concepto de valor se volvió cerrado, encajado en la creencia eliótica en un canon de textos cuyos autores, pretendidamente, compartían una cultura común, heredada tanto de la tradición grecorromana como de la judeo-cristiana, no hubo necesidad de hablar de problemas de raza en la literatura, porque la raza de los autores era "la misma". Un desheredado de estas tradiciones pertenecía sin duda a otra raza.
Tanto I. A. Richards como Allen Tate, se detuvieron a preguntarse sobre la negritud y su importancia en la lectura de sus textos. La diferencia era una diferencia borrada por la simultaneidad de la tradición de Eliot. Para el escritor de una cultura negra, la ficción de la tradición de Eliot era el equivalente literario de la "cláusula abuelo" (en algunas constituciones de los estados del sur designada para permitir votar a los blancos pobres y no a los negros, evitándoles los altos requerimientos para los descendientes de los hombres que votaron antes de 1867.)
El sentido de diferencia definido en los usos populares del término "raza" tanto ha descrito como inscripto diferencias de lenguaje, de sistemas de creencias y tradiciones artísticas. Nosotros aún usamos descuidadamente el lenguaje de manera tal como para querer este sentido de diferencia natural en nuestras formulaciones.
Los escritores occidentales en francés, español, alemán, portugués e inglés han tratado de mistificar estas figuras retóricas de la raza, hacerlas naturales. Así, han inscripto estas diferencias como categorías fijas y finitas que meramente reportan o promueven autoridad.
Desde el comienzo del siglo XVII, los europeos se han preguntado en voz alta si las "especies de hombre" africanas podían o no crear literatura formal, si podrían alguna vez manejar "las artes y las ciencias". Así, la escritura creativa africana fue muy importante para el debate sobre la esclavitud en el siglo XVIII. Después de Descartes, la razón se privilegió por sobre cualquier otra característica humana y la escritura era considerada el signo visible de ésta.
Conocemos la razón por su escritura, por sus representaciones y la mayoría de los europeos prioriza la escritura como la medida principal de la humanidad africana.
Un explorador holandés sostuvo que Dios le dio a los negros la primera elección, que fue el oro, dejando para los blancos el inevitable conocimiento de las letras.
Hegel declaró que los africanos no tenían historia, porque no habían desarrollado sistemas de escritura ni manejado su arte en lenguajes europeos. Sin escritura no podían existir obras de la razón.
La escritura angloafricana apareció como una respuesta a los alegatos de su ausencia. La gente negra respondió a estos alegatos profundamente serios sobre su "naturaleza" tan directamente como pudo: escribieron libros, poesía, narrativas autobiográficas. Los discursos político y filosófico fueron las formas predominantes de escritura. Para Gates escrituras que privilegiaron la inscripción de un yo, pero un yo distinto a la tradición romántica –un yo sectorial.
El ojo narrado fue puesto en acción como una forma literaria para posicionar tanto el "yo" individual del autor negro como el "yo" colectivo de la raza. El texto creó el autor y los autores negros crearían la imagen de la raza en el discurso europeo. La mera cara de la raza era contingente sobre la grabación de la voz negra.
La escritura era el último signo de diferencia entre el animal y el ser humano.
El tipo de subjetividad que estos autores buscan a través de la escritura puede ser realizado como un proceso que es irónico en sí mismo desde el comienzo: ¿Cómo puede el sujeto negro situar una identidad completa y suficiente en un lenguaje en el cual la negritud es un signo de ausencia?
La inscripción de la voz negra en las literaturas occidentales preservó aquellas diferencias meramente culturales mediante una repetición, imitación y revisión en una tradición literaria occidental aparte, una tradición de la diferencia negra.
Gates incita a los negros a volverse sobre su propia tradición para desarrollar teorías críticas propias a sus literaturas. No deberían pedirle más al lector que comprenda el África sumiéndola en la cultura europea". Pero es una reflexión que tampoco se da en un “afuera” de la tradición de Eliot, sino en un “adentro” dislocado que sale fuera de sus bordes.
Sostiene que los negros deben analizar las formas en las que la escritura se relaciona con la raza y cómo las actitudes hacia las diferencias raciales generan y estructuran los textos literarios. Pero deben también comprender como ciertas formas de diferencia y los lenguajes que emplean para definir esas supuestas diferencias no sólo refuerzan cada una de ellas sino que tienden a recrearlas y mantenerlas.
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