Es cierto que podemos definir la búsqueda identitaria ligada a las corrientes totalizadoras y a la llamada Literatura General, así como ligar la búsqueda en el derrotero con un comparatismo que intenta destruir esa literatura, el imperio continental (Pratt) o abarcar lo inabarcable concientes de la imposibilidad (y a este respecto remito al lector a la cita de Pessoa que realiza Guillén en Entre lo uno y lo diverso) en una construcción siempre trunca.
Pero también puede hablarse de una identidad del viajero, de la identidad como vórtice de un torbellino, como una vida en una sala de ecos y espejos. Es la identidad como viaje, múltiple, como un fluído, un río. Es la identidad que no hemos sabido construir. Tal vez, si mejoraran los cursos de enseñanza de idiomas...no creo que con eso alcance. Esa puede ser la identidad del comparatista pero no de quienes, humanos al fin, viven reclamando seguridades, fe, tranquilidad y pie firme. Es una identidad en un tablón entre dos ventanas, como el de Talita en Rayuela. Una identidad de los que han matado a sus padres. Una identidad con "temor y temblor".
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