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Dramatis Personae

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Filopolímata y explorador de vidas más poéticas, ha sido traductor, escritor, editor, director de museos, músico, cantante, tenista y bailarín de tango danzando cosmopolita entre las ciencias y las humanidades. Doctor en Filosofía (Spanish and Portuguese, Yale University) y Licenciado y Profesor en Sociología (Universidad de Buenos Aires). Estudió asimismo Literatura Comparada en la Universidad de Puerto Rico y Estudios Portugueses en la Universidad de Lisboa. Vivió también en Brasil y enseñó en universidades de Argentina, Canadá y E.E.U.U.

viernes, 9 de octubre de 1992

Identidad y viaje: dos modos de definir la búsqueda del comparatista

La tensión entre identidad y viaje no es del todo extraña a la tensión entre mitificación y herejía que tratamos en Literatura Comparada: entre la mitificación y la herejía. Podemos decir que la identidad es al mito como el viaje a la herejía. Por lo que muchas de las reflexiones que hicimos en ese texto se aplican aquí también. Sin embargo, el concepto de identidad es especialmente complejo. La Literatura Comparada se ha encargado de vilipendiarlo como lugar de lo sedentario, lo inmóvil, discurso de la nación, de la fijeza, de la parroquia, de la estrechez. Por otra parte, el viaje ha sido privilegiado por lo que tiene de móvil, de inasible, de transnacional, de multiverso, de errancia, de poliglosia.  A la hora de pensar en un comparatista-viajante el primero que me viene en mente es Edward Said. 
Es cierto que podemos definir la búsqueda identitaria ligada a las corrientes totalizadoras y a la llamada Literatura General, así como ligar la búsqueda en el derrotero con un comparatismo que intenta destruir esa literatura, el imperio continental (Pratt) o abarcar lo inabarcable concientes de la imposibilidad (y a este respecto remito al lector a la cita de Pessoa que realiza Guillén en Entre lo uno y lo diverso) en una construcción siempre trunca.
Pero también puede hablarse de una identidad del viajero, de la identidad como vórtice de un torbellino, como una vida en una sala de ecos y espejos. Es la identidad como viaje, múltiple, como un fluído, un río. Es la identidad que no hemos sabido construir. Tal vez, si mejoraran los cursos de enseñanza de idiomas...no creo que con eso alcance. Esa puede ser la identidad del comparatista pero no de quienes, humanos al fin, viven reclamando seguridades, fe, tranquilidad y pie firme. Es una identidad en un tablón entre dos ventanas, como el de Talita en Rayuela. Una identidad de los que han matado a sus padres. Una identidad con "temor y temblor".

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