Frankenstein odia su criatura (su éxito). El monstruo sólo quiere ser amado. Una de las cosas que más atrajo a los románticos hacia el Satán de Milton es su osada búsqueda de la autogeneración, la autocopulación. Durante el período romántico los hombres poetas pretendían la autosuficiencia. Emerson sostuvo que "a highly endowed man with good intellect and good conscience is a Man-Woman and does not so much need the complement of woman to his being as another" (Journals, June 14, 1842). Podría interpretarse así también al texto como un alegato feminista, a lo que habría que agregar el personaje de Safie, inspirada por los ideales de independencia femenina.
Al mismo tiempo, Frankenstein toma parte en las revueltas contra la autoridad que caracterizan al mismo período. Esta es sin duda una revuelta contra el padre. Víctor también se rebeló contra el suyo al decidir continuar leyendo a Paracelso y Agrippa. Walton y Frankenstein buscan el conocimiento dejando atrás lo que se suponía que hicieran, sus familias y sus amigos.
Y la exaltación romántica del mundo campesino y de la música se revela en la actitud de Frankenstein ante ambas. El mismo se horroriza al aprender de las Ruins de Volney acerca del crimen humano, la tiranía y la división de la propiedad. Cuanto más aprende de la sociedad humana y sus lazos familiares, más siente su exclusión de ella. La autoeducación del monstruo se desarrolla más a medida que encuentra algunos libros en el lugar indicado, es decir, el bosque: Goethe, Milton y Plutarco, los modelos. El Paradise Lost lo afecta más profundamente porque puede compararse con Adán y con Satán. El último paso para su educación es conocer su origen (otra pasión romántica), entonces lee el Diario de Víctor. La criatura quiere saber, por eso tiene "speculative eyes", de donde llegó su luz.
Finalmente, el monstruo se arrepiente de su persecución, observa que a nada ha conducido. El angel caído busca sólo entonces su propia muerte.
Al mismo tiempo, Frankenstein es la criatura incontrolable creada por el ser humano, lo que nos lleva a la pregunta por la eticidad de las acciones humanas, sobre la potencialidad del orgullo individual para ordenar el mundo a través de una ciencia gélida, asocial.
No hay amigos porque se es romántico o se es romántico porque no hay amigos.
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