Martín, que no deseó ser un Walker, se lanzó a la consideración del mundo. En la lona, como Mario Vallejo, ayer nomás, exhibió su gloria y su derrota.
–Siempre se puede negociar, hacer lo contrario de lo que se desea–, les recalcaba a ambos Antonio. Un planisferio –decía– me reveló alguna vez, entre lágrimas que se confundían con sus ríos, que no había más permanencia y, por lo tanto, no había más riesgos. Después de balancearnos al borde de la eternidad, en los límites de Blackhole, saltaríamos hacia el afuera.
–“Navegar é preciso, viver nao é preciso”–, cantaba Bugis en las tormentas, manteniéndose en la cima de algún mástil enjabonado.
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