Translate

Dramatis Personae

Mi foto
Filopolímata y explorador de vidas más poéticas, ha sido traductor, escritor, editor, director de museos, músico, cantante, tenista y bailarín de tango danzando cosmopolita entre las ciencias y las humanidades. Doctor en Filosofía (Spanish and Portuguese, Yale University) y Licenciado y Profesor en Sociología (Universidad de Buenos Aires). Estudió asimismo Literatura Comparada en la Universidad de Puerto Rico y Estudios Portugueses en la Universidad de Lisboa. Vivió también en Brasil y enseñó en universidades de Argentina, Canadá y E.E.U.U.

domingo, 9 de noviembre de 2008

Viaje

            En Blackhole todos queremos un ojo de cerradura y un tranquilizante sideral. Yo, por ejemplo, había viajado para huir de mi destino (y tal vez fue así que lo encontré, como Edipo), para escaparme de mis actos que parece que fueron hace treinta y seis años pero nunca tienen menos de unas pocas horas y casi siempre vienen bañados en sidra y pan dulce.

            –Si lo llegás a ver, ya que hay quienes aseguran que no está muerto, rogále que no venga–, me decía el otro día un amigo refiriéndose a Martín. Y Martín no estaba muy lejos, sin duda. Hay quienes sostienen que empezó a despedirse el pasado lunes, con los primeros días del otoño.

            Llegar, aquí quería llegar. Algunas personas hasta han llegado a pedir algunas monedas para hacer un viaje urgente e imprescindible fuera de Blackhole, donde creen que estaría Martín, en el más allá de acá. Pero...¿existe ese lugar, ese futuro?, me preguntaba Catalina, angustiada y furiosa ante una soberbia tal que contrastaba tanto con el tamaño de su cuerpo.

De cualquier manera, recibieron las monedas y viajaron. Viajaron tanto como Roberto, para quien cada viaje era una especie de paréntesis. Siempre viajaban en tren, ya que en una isla no tenían necesidad de otro medio de transporte. El Motú se encargó de tener a todo el pueblo al tanto de las novedades de la travesía a través de su programa. Así supimos que a medida que el tren avanzaba hacia el futuro, sus pasajeros corrían hacia el pasado, como en otra novela que alguna vez leí. Pero aquí ocurría en serio, según relataba el Motú. Recordaban, intentaban modificar decisiones, acciones, vacilaciones, silencios, palabras...hasta arrepentirse finalmente de haber viajado. Por la ventanilla podían vislumbrar velozmente niños abandonados o fugados esperando que el tren terminase de pasar alguna vez.

Tal cual Sísifo, hay que volver a empezar día tras día en Blackhole, hasta decir basta y tomar alguna perdida vía de escape que quede por allí, que necesitamos que quede por allí, tal vez en una selva, o en una avenida, es decir, la única avenida: Mutsamudo. Walker, sin ir más lejos o yendo muy lejos, el agujerense imposible, en actitud siempre sospechosa, nunca había dejado de caminar por los márgenes, viajando, partiendo con las hormigas, partiendo por partir, aún hasta en el presunto final de su vida.

            –No quiero ni acordarme de eso–, me dijo Max, asustado, sugiriendo que era mejor olvidarlo todo y mirar hacia delante.

            Hoy es el cumpleaños de Martín Walker. En los cumpleaños en Blackhole el tiempo se congela: a pesar de todos los cambios que aquí ocurren, los aniversarios, los natalicios de gorro frigio, continúan con sus sándwiches de tortuga y sus vasos de plástico, sus gaseosas y jugos, sus manchas de torta y algún llanto. La senda de lo que recorremos todos aquí en estos días está plagada de pedacitos de lo que comenzaba a armarse en nuestro rompecabezas roto, trunco en la imagen desgarradora, desarraigadora, que nos muestra entonces como otros el mismo día, atacando a los ciegos en su contundente presente y misteriosa costumbre.

            Sólo los ramales cerrados conducen aún a lo lejos. Para vivir de amor, había que olvidar muchas cosas. Era necesaria, además, demasiada compasión. ¿Cómo olvidarlas? ¿Cómo tener tanta compasión?

No hay comentarios: